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Al fondo, blanquiazul: Alianza Lima no sabe qué rumbo seguir

Esta nota fue escrita antes de que Alianza Lima descendiera a la Segunda División del fútbol peruano.

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Alianza Lima pasa por una de las peores crisis institucionales en sus 119 años de vida. Está complicado en la tabla de posiciones situándose a solo dos puntos de la zona de descenso, a falta de siete partidos. También ha sido un año con muchos despidos en la parte administrativa y deportiva del club blanquiazul. Para tratar de comprender la situación, hay que repasar el pasado reciente.

Hace diez años Alianza Lima pasó por una crisis económica y dirigencial. El club quedó acéfalo luego de una de sus peores gestiones en el cargo de Guillermo Alarcón. Por eso, la institución se acogió a la ley publicada por el congreso para entrar en el sistema concursal especial para clubes de fútbol. Es así como Indecopi estableció la junta de acreedores donde SUNAT encabezaba el mayor porcentaje de acreencias del club íntimo. Luego, Indecopi se encargó de evaluar las deudas y establecer la junta de acreedores. Nombró a Susana Cuba y ella estableció el primer plan de reestructuración con el objetivo claro: que el club sanee sus deudas.

En la era de Susana Cuba, el club comenzó a pagar deudas y se estableció un plan de reestructuración con muchos problemas por las situaciones previas al proceso concursal. Luego la junta de acreedores decidió nombrar a Christian Bustos como administrador.

Bustos encontró el club en una severa crisis económica, con una deuda de aproximadamente 50 millones de soles concursada. A esto se le sumó una nueva deuda corriente heredada de las anterior dirigencias por contratos con jugadores antes del proceso concursal y con la mayoría de facturas cobradas de forma adelantada. Bustos estableció un cambio en el plan de reestructuración y nombró a distintos gerentes, entre los más conocidos: Kattia Bohorquez en finanzas, Ivan Huerta en Marketing y Gustavo Zevallos como gerente deportivo. Asimismo, nombró diversas comisiones para la mejoría del club: deportiva, legal, de infraestructura, etc., y elaboró un nuevo cronograma de pagos y modificaciones en el plan de reestructuración para, de esta forma, reencaminar al club.

Bustos logró lo que nadie creía y Alianza Lima pasó de ser una institución que cerraba en pérdidas año tras año, a ser un club estable. Al final de la era Bustos, la comisión deportiva junto a Gustavo Zevallos decidió la contratación de Pablo Bengoechea y le añadieron una política de no contratar a jugadores que se relacionaran a espectáculos. Luego, Bustos decidió salir de la administración del equipo de La Victoria y la junta de acreedores nombró como nuevo administrador a Renzo Ratto.

Con la nueva administración el club blanquiazul logró ganar el título 2017 después de 11 años y, también, lo terminó en azul, algo que no se veía comúnmente en Alianza Lima o Universitario en las últimas décadas. A mediados de 2018, Alianza Lima era una organización con una deuda de 50 millones de soles aproximadamente, pero que estaba cerrando los años con millones de ganancias, con muchas facturas por cobrar de montos interesantes, con una tendencia del peruano a consumir más productos en el negocio del fútbol por lo logrado por la selección peruana y por ser un país con mayor estabilidad que en los años 90.

Es por eso que varias agrupaciones se interesaron en administrar o hasta adquirir el club blanquiazul. Para entender un poco, en ese momento, estaba SUNAT como mayor acreedor y la junta nombró a Ratto como administrador. SUNAT tiene un área especializada en ver todas las organizaciones concursadas con su participación. Esta área ve a empresas que deben sumas de dinero mayores a Alianza Lima o cualquier otra institución, pero el interés por el club íntimo es mayor y el estrés laboral también debido a que muchas personas iban a esa área con ideas y recomendaciones por lo que desprenderse de esa carga laboral que no genera muchos ingresos a SUNAT no era mala idea.

Con el auge de Bustos y Ratto en Alianza y el poco interés de SUNAT de administrar clubes de fútbol, distintas personas comenzaron a preguntar e interesarse por comprarle las acreencias a la entidad estatal y, precisamente, el Fondo Blanquiazul fue una de ellas.

Es así como SUNAT traspasó su acreencia al Fondo Blanquiazul y, este último, se volvió el máximo acreedor de Alianza Lima. El Fondo Blanquiazul depositó a SUNAT a mediados de 2019 y, a través de las distintas juntas de acreedores, fue tomando parte de decisiones en el club de fútbol. El fondo está compuesto por diversos exdirigentes aliancistas, pero el único que no tuvo participación previa en el club es Diego Gonzales Posada.

El máximo acreedor de Alianza puede pedir que se modifique el plan de reestructuración y la junta de acreedores tenga más años de duración e incluso se paguen otros intereses. Ellos nombran a los administradores que tienen como responsabilidad informarles y exponerles sus mejores opciones para reencaminar al club. Pero eso cada vez arroja más dudas en términos administrativos porque salen miembros del fondo blanquiazul, fecha tras fecha, a declarar sobre decisiones institucionales del futuro de Alianza Lima.

El Fondo blanquiazul se reúne todas las semanas en directorios para hablar sobre qué rumbo tomará el club. Esto es algo que no se ve en ningún club de fútbol. Que se me venga a la memoria, ningún club tiene tantas cabezas para decidir qué ocurrirá en el equipo. La razón de ser de la junta de acreedores es reunirse unas cuantas veces al año y supervisar que se cumplan los objetivos del plan de reestructuración que ejecutan las administraciones y no ser dueños de las organizaciones concursadas, ni tomar decisiones administrativas.

En 2019 una de las primeras decisiones del Fondo Blanquiazul, sin ser todavía protagonista en el club íntimo, fue la contratación de Víctor Marulanda. Luego, iba cerrando el año y el Fondo ya tenía directorios para ver el futuro de Alianza Lima, y también qué puestos se crean, qué personas se nombran y quiénes continúan. Las decisiones más relevantes fueron contratar a Daniel Ahmed, denominar a Víctor Marulanda para encabezar la parte deportiva del club y nombrar a Kattia Bohorquez como administradora.

Es así como llega el 2020 y el Fondo Blanquiazul encuentra a Alianza Lima tras terminar el año con el mayor superávit de la historia del club (aproximadamente ocho millones de soles) y con los más importantes ingresos de un club de fútbol que se ha visto en Perú (en 2020 se preveía aproximadamente 60 millones de soles de ingresos, según la anterior administración). Hasta ahí todo era color de rosa, pero se olvidaron de esas políticas de contrataciones a jugadores alejados a temas de espectáculos y el equipo dirigido por Pablo Bengoechea tuvo un pésimo arranque deportivo.

Llegó la pandemia y el club demostró que tenía un momento con un auge en marketing: cada producto que lanzaba era un éxito para la institución, pero comenzaba la crisis deportiva. Pablo Bengoechea dejó el cargo y Mario Salas fue el reemplazante, esto en un mes donde muchos jugadores abandonaron el cuadro blanquiazul y se sumó la venta de Aldair Fuentes a la segunda división de España.

El club íntimo hoy tiene a varias cabezas en las tomas de decisiones, puestos inestables, divisiones en la misma estructura del Fondo Blanquiazul e inestabilidad en todas las áreas -administrativas o deportivas-. Salieron bastantes personajes, no solo jugadores y entrenadores. También se decidió no continuar con Gustavo Zevallos y se apostó por contratar a bastantes personas, como asistentes sociales, scouts, entre otros.

Alianza cuenta hoy con un directorio que no reconoce serlo, pero tiene todas las funciones de ser directorio, con personas que posiblemente son exitosas en sus rubros, pero que cada una tiene una idea distinta de lo que quiere para el equipo íntimo y, en consecuencia, el club blanquiazul no puede tener un rumbo definido, ni una tranquilidad de trabajo para poder desarrollarlo convenientemente.

Quizás, lo más anecdótico del año es que el viernes se decidió que Mario Salas no continúe en la dirección técnica de Alianza Lima, pero no lograron cerrar el vínculo que los une porque el sábado fueron dos cuerpos técnicos al entrenamiento: el de Mario Salas, que fue destituido el viernes y el de Guillermo Salas, que iba a dirigir interinamente. Esto se vive en una época en la que Alianza Lima no sabe qué rumbo seguir, ya que son diversos directores del Fondo Blanquiazul con ideas distintas. Luego, una administración que en teoría debería decidir y, por último, diversas gerencias que no se sabe en qué sintonía están.

El futuro de Alianza no pinta ser el mejor. Está en una zona muy peligrosa en lo deportivo y con un panorama que no es claro en el tema administrativo. Por último, parece anecdótico que el llamado “equipo del pueblo” hoy sea liderado por personas adineradas que se ven fecha tras fecha en la tribuna -desde una posición privilegiada por el tema de la pandemia- ya que, claramente, no tienen ni una función laboral en los partidos.