El Atlético de Madrid quedó eliminado ante el Leipzig y la derrota hizo salir debajo de las piedras a quienes esperan un traspié de Simeone para cuestionarlo. El técnico se equivocó en la alineación, regaló una hora de partido con Joao Felix en el banco, y su equipo nunca fue intenso y competitivo como de costumbre. Sin esas señas de identidad, el Atlético perdió ante un rival que lo superó en lo táctico, lo técnico y lo físico.
Nagelsman logró algo extraordinario con sus futbolistas: todos se sienten útiles con el balón y, además, en el juego de roles pueden cumplir con varios a la vez. Upamecano fue capaz de dominar a Diego Costa en cada duelo por capacidad para la marca y exuberancia física como de salir con el balón jugado con frialdad y excelencia, Kampl dio una clase de colocación en el campo y sentido del juego cuando tuvo la pelota y el equipo entero tuvo la virtud de imponer condiciones en base a un ritmo frenético de juego sin balón.
Como siempre sucede, la batalla táctica marca el partido y luego hay situaciones de juego que lo definen.
Así como Simeone perdió el duelo con Nagelsman, el argentino a lo largo de una década superó a entrenadores como Guardiola y Klopp. Ante este último incluso, lo demostró en Madrid cuando lo enfrentó en octavos de final.
Simeone, como cualquier entrenador en la historia del deporte, pierde más de lo que gana. Y también a veces se equivoca. Esperar que pierda para pegarle es pusilánime y negarle las virtudes cuando gana es necio.
El fútbol permite planificar con una estrategia austera. Quizá sea el único deporte que lo admite. Simeone elige su estilo para conseguir lo que todos los DT quieren. Y sus jugadores están tan convencidos como él que es por ahí. Eso le permite sacar lo máximo de su plantel. Y eso lo vuelve exitoso. Aún en la derrota.
Decir que hay un fútbol que le gusta a la gente es una frase vacía que, además, significa que hay otro que no le gusta. Y el fútbol es uno solo. Gustos hay tantos como aficionados.
Corren tiempos en los que a todo nivel estamos dominados por los dogmas y no vemos más allá de ellos. Si no nos gustan las formas, no vale nada. Eso limita el análisis y nos deja ciegos a la hora de encontrar virtudes, aún en estilos diferentes a nuestros gustos.
Si pierde Simeone salen los que lo desprecian, si pierde Pep festejan los que están en su contra, si pierde Klopp se alegran los que no lo quieren. ¿Y si analizamos el juego? Si respetamos que cada uno elija su camino para tratar de ganar? ¿Si admitimos que cada uno con su estilo ha mejorado y enriquecido al fútbol? ¿Si valoramos a quienes los vencen? ¿Si odiamos un poco menos?