FOXBOROUGH -- Ahora que la atención del caso de Aaron Hernandez se desplaza hacia las batallas judiciales, es momento de dirigir nuestra atención a una consecuencia obvia de esta historia: la necesidad de dejar de celebrar la 'Cultura Patriot'.
Fue un mito exagerado cuando se volvió popular hace una década, y ha sido muy venerado en los últimos años. 'La Cultura Patriot' siempre se ha tratado de dos cosas, el genio del entrenador en jefe de los New England Patriots, Bill Belichick, y el brillo del mariscal de campo, Tom Brady. Todo lo demás fue sólo mercadotecnia oportuna.
Eso debe disminuir ahora que sabemos que 'La Cultura Patriot' puso a Hernandez en la plantilla de New England en primer lugar. Independientemente de si es encontrado culpable del cargo de homicidio en primer grado por el asesinato de Odin Lloyd, ya ha sido señalado como alguien con suficientes banderas rojas para evitar que los equipos lo reclutaran en el draft. La disposición de Belichick a apostarle a Hernandez en la cuarta ronda del draft del 2010 dice mucho acerca de cuánto había creído la moda de la cultura de su vestuario. El entrenador aparentemente pensó que podía controlar a un jugador que tenía múltiples reportes en su contra.
Al igual que muchos entrenadores que han tenido mucho éxito, la arrogancia de Belichick lo hizo pensar que el ambiente que había generado tantas temporadas ganadores haría al equipo inmune a los efectos de los problemas fuera del campo.
La verdad es que 'La Cultura Patriot' nunca fue capaz de producir tales resultados. Todo el concepto comenzó cuando New England estaba cargada de veteranos talentosos y versátiles que jugaron a un gran nivel durante un periodo de dominio. Eso ayudó a los Patriots a ganar tres Super Bowls en cuatro temporadas --mientras Brady se convertía en una selección segura al Salón de la Fama-- y los convirtió en la primera dinastía indiscutida del siglo XXI. Ese gran nivel de éxito les dio el derecho de manejar el éxito de la manera que consideraran conveniente, y de alguna manera 'La Cultura Patriot' surgió como el último proyecto para ganar.
Esa filosofía supuestamente explicaba cómo sobrevivieron los Patriots cuando estrellas como Lawyer Milloy, Willie McGinest y Tedy Bruschi se fueron del equipo. Aparentemente fue muy útil cuando jugadores jóvenes como Deion Branch y Asante Samuel se fueron a otros equipos. Desde su memorable temporada del 2001, básicamente no importaba quien llevara puesto el uniforme. En tanto los jugadores hicieran su hogar en New England, eran obligados a ser bendecidos por su exposición a una clase más alta de fútbol americano.
'La Cultura Patriot' ganó más credibilidad cuando Belichick sumó al problemático corredor, Corey Dillon, a su equipo de campeonato en el 2004. Incluso fue más venerada en el 2007, cuando supuestamente ayudó a transformar la carrera del enigmático receptor abierto, Randy Moss. Cuando esos jugadores salieron del equipo quejándose, pocas personas notaron que Belichick no había cambiado sus personalidades. Lo más impresionante fue el aprovechar sus habilidades exactamente en el momento indicado, justo antes de que se convirtieran en distracciones y corrompieran la excelente reputación de su equipo.
Con el tiempo, 'La Cultura Patriot' se convirtió en una manera sencilla para que los aficionados de New England minimizaran controversias tales como el 'Spygate' al inicio de la temporada del 2007. Eso ocultó el hecho de que los Patriots habían dominado una división débil, la AFC Este, por los últimos años (los New York Jets, Buffalo Bills y Miami Dolphins se habían combinado para un 42.4 por ciento de victorias en sus partidos en ese periodo). A menudo también olvidamos que New England no ha ganado un Super Bowl desde la temporada del 2004 y que tanto los Pittsburgh Steelers como los New York Giants han ganado dos campeonatos en ese lapso.
El problema con 'La Cultura Patriot' es que los encargados de tomar decisiones en New England se olvidaron de las limitaciones de su equipo. Aunque encontraron oro con Dillon y Moss por algunos años, no tuvieron mucha suerte con el tackle defensivo, Albert Haynesworth, o el receptor abierto, Chad Johnson, en el 2011. Ambos jugadores llegaron con sus respectivos antecedentes. Haynesworth había sido un fiasco de la agencia libre con los Washington Redskins, y Johnson había desgastado su relación con los Cincinnati Bengals. Ninguno produjo nada digno de recordar. Haynesworth duró cuatro meses con el equipo. Johnson fue cortado después de una temporada.
Esas apuestas no parecieron gran cosa porque los Patriots estaban ganando y ni Haynesworth ni Johnson tuvieron problemas con la policía. Sin embargo ahora New England tiene que lidiar con el predecible escrutinio que acompaña a las revelaciones acerca de Hernandez. Los Patriots también tienen a un esquinero (Alfonzo Dennard) que podría estar enfrentando una violación a su libertad condicional por un arresto reciente por conducir bajo los efectos del alcohol y otro (Aqib Talib) que tiene un historial de problemas legales. Supuestamente ambos jugadores llegaron a Foxborough para aprender cómo se trabaja con verdaderos profesionales.
En lo que se han convertido es una gran prueba de lo desesperado que está Belichick para ganar su cuarto Super Bowl. Cometió el mismo error que la mayoría de los hombres poderosos cometen eventualmente, comenzó a creer su propia historia.
Su error fue reforzar la idea de que sus vestuarios y la química de sus equipos que hace que los jugadores se esfuercen más, se sacrifiquen más y produzcan grandes resultados. No funciona así en la NFL; nunca ha sido así, nunca lo será. Los New England Patriots han ganado muchos partidos en los últimos 12 años porque han sido bendecidos en dos de las áreas más importantes del fútbol americano: su entrenador en jefe y su mariscal de campo. A medida que se alejan de Hernandez, sería conveniente recordar la vergüenza que crearon al ignorar ese simple hecho.