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Sean bienvenidos al 'Moreyball'

Las mejores inversiones son aquellas a largo plazo ya que requieren una visión y la paciencia necesaria para dejar que el proceso siga su curso de maduración.

Eso es precisamente lo que hizo Daryl Morey, el brillante gerente general de los Houston Rockets, quien cosechó a lo grande lo sembrado hace un lustro y de esta forma logró mantener a su organización con vida en los playoffs.

La crónica dirá que el viernes por la noche un tal Troy Daniels encestó el triple más importante de su (corta) carrera, un disparo tan lleno de agallas como de talento y oportunismo. Sin embargo, lo más importante de esta historia es que el escolta, un producto de Virginia Commonwealth University olvidado como muchos otros, debutó en la NBA hace apenas 51 días y disputó solo 75 minutos en la temporada regular.

Daniels disputó exactamente 0 minutos en los primeros dos juegos de la postemporada, pero enfrentado a la chance más grande de su carrera, le devolvió la confianza a Morey de la manera más grande posible.

La apuesta de Morey es más grande que Daniels, aunque este será ahora y quizás por siempre la cara visible del proyecto. El ejecutivo fue de los primeros en asegurarse que los Rockets tuvieran su equipo propio en la NBA Development League, la liga de desarrollo que mezcla jornaleros de mil batallas, estrellas frustradas y jugadores semi-exitosos de las mejores universidades del país.

Allí plantó esa semilla Morey al comprar a los Rio Grande Valley Vipers y convertirlos en su propio laboratorio, moldeándolo a la imagen y a la visión que tiene para los Rockets. Allí Morey ha podido experimentar, rozando a veces lo absurdo, cruzando todo tipo de líneas y burlándose de límites imaginarios sin sufrir realmente las consecuencias. Total, si descubría algo exitoso sería un triunfo doble, y si fracasaba realmente pocos se iban a enterar, ya que el objetivo de los Vipers es alimentar a la franquicia NBA y no precisamente ganar títulos de la D-League.

La magia de Morey es que logró hacer ambas. Los Vipers ganaron el título en su primera temporada (2009-2010) bajo el control de los Rockets y repitieron la campaña pasada. Desde entonces han enviado a la NBA a jugadores como Will Conroy, Garrett Temple y Mike Harris (todos a Houston), a Mustafa Shakur a los Washington Wizards y a Andrew Goudelock de vuelta brevemente a Los Angeles Lakers. También han tenido entre sus filas a Jermaine Taylor, Glen Rice Jr. (lo que le permitió hacerse un nombre y ser escogido en el draft tras abandonar a media temporada la universidad Georgia Tech) y al héroe del momento.

Allí Daniels anotó 21.5 puntos por partido, promediando 5 triples por noche al ritmo de 40.1 por ciento, números de videojuego que van de la mano con la visión de Morey. El ejecutivo decidió experimentar con un ataque basado en el tiro exterior, y fue así que los Vipers promediaron la friolera de 45 triples (de 100 intentos en total) por partido, casi 11 más que el segundo en la dicha estadística. Lo más sorprendente es que el equipo promedio 35.4 por ciento en esos tiros, la tercera mejor marca de la NBADL.

La matemática es simple: es preferible disparar 35 por ciento en un triple (1.05 puntos) que 45 por ciento en dobles (0.9 puntos). El riesgo es mayor pero también es más grande la recompensa, y Morey y su equipo decidieron ver qué tan lejos se puede llevar esa lógica. En una época en la que los análisis estadísticos son cada vez más comunes ya no alcanzaba con enfocarse en triples esquineros, ofensivas exclusivamente de pintura y perímetro o los famosos "2x1" al final de los cuartos.
La moda de ser dueño de un equipo D-League tampoco la inventó Morey (los Lakers adquirieron a los D-Fenders en 2006 y San Antonio Spurs compraron a los Austin Toros en 2007), pero sin dudas es de los que más provecho le ha sacado. Daniels es el ejemplo de turno y seguramente habrá más en el futuro, aunque todos ellos serán la frutilla del postre.

Los Rockets podrán quizás remontar la serie o quedar eliminados, pero lo único seguro es que no estarían en la posición que están hoy sin la visión de Morey.

Además, si Houston perdía el viernes probablemente la serie acabaría en barrida. Ahora, por lo menos, habrá un quinto juego en el Toyota Center, y la recaudación, sumada a los ingresos televisivos y de publicidad seguramente cubrirá gran parte de este emprendimiento tan loco como remunerable.

Bienvenidos al último triunfo de Moreyball.