Miguel Ángel Cotto tocó el cielo con sus manos. Hizo historia y la estadística rubrica ese episodio. Dentro de varias generaciones, cuando los periodistas y fanáticos de entonces recurran a la fría e indiferente memoria escrita, dirán que el primer boricua en ganar cuatro títulos en cuatro divisiones diferentes fue Miguel Ángel Cotto.
También la historia le dedicará uno o tal vez dos renglones a su rival, el argentino Sergio Martinez. Tal vez la historia que escriben los vencedores, solo agregará que era más alto, más pesado y tenía más extensión de brazos que Cotto. Argumentos que, con letras de oro, solo aumentarán la grandeza de la hazaña. Así son las leyendas de las grandes victorias. Son construidas para convencer de que existieron, nunca para responder, ¿por qué y cómo fue que ocurrieron?
Lo que vimos del "hazañoso cuarto título de Cotto" es un ejemplo de otros episodios que el pasado nos ha traído mediante la palabra escrita y que debemos aceptar como verdaderos, aunque sean historias de mentira, adecuadas al ojo del lector y que solo alimentan esa voraz necesidad que tenemos los humanos de reflejarnos en ídolos, en héroes o estereotipos de lo que "que hubiéramos deseado ser", aunque fuera en nuestras fantasías infantiles.
El título de Cotto es eso, una enorme fantasía que el tiempo transformará en verdad. Una nueva perla en el lamentable collar del retroceso sin fin de nuestro boxeo, como si la pendiente quedara más abajo de aquello que la ética permite.
Sergio "Maravilla" Martinez, ese ex campeón que subió sin poder gobernar una de sus rodillas, que tan temprano como en el primer asalto, se fue a la lona tres veces sin ser golpeado, apenas sacudido por la torpeza de sus movimientos. Ese ex campeón que rengueaba mientras abría las piernas para no caer impulsado por su propio peso. Ese ex campeón que no consiguió acertar un solo golpe, nunca, jamás debió subir a perder un cinturón que hace rato ya no era suyo.
¿Y Miguel Ángel Cotto? Sorprendido por un rival que no conseguía mantenerse en pie y al que atacó de verdad, apenas, en ese primer asalto buscando noquear hasta que la campana salvó al argentino. ¿Y después? Buena pregunta ese después. Enseguida que termino la pelea aplaudí lo que consideré una buena estrategia "dejar que Maravilla perdiera por sus propias limitaciones". Hoy me pregunto si fue correcto verlo de esa manera.
A partir del segundo asalto, Cotto golpeó en cuenta gotas, retrocedió, se movió lateralmente. ¿Alguien presumía verlo al boricua peleando de esa manera? No, nadie lo hubiera imaginado. ¿Por qué le sacó el pie del acelerador? ¿Por qué no salió a rematar a su rival como lo indica el manual y la lógica? Podemos especular en la respuesta. Mi primera teoría aun es válida. Quizás fue una estrategia, pero hoy me provoca dudas. ¿Acaso decidió darle vida a Maravilla por el bien del show? Es posible, ¿porque no? Cotto además de pugilista, es un empresario, un hombre inteligente y que peleaba ante un MSG abarrotado de boricuas. Si noqueaba en el segundo asalto, luego del fiasco argentino del primer round, ni él (Cotto) se hubiera salvado del abucheo y las críticas de la prensa deportiva.
Porque la realidad de la batalla fue que duró hasta que los dos quisieron. Cotto lo pudo terminar cuando quiso, bastaba presionar y golpear como lo hizo contra Delvin Rodríguez (lo apabulló y lo acabó tan temprano como en el tercer asalto). Sin embargo, con Maravilla fue diferente, prolongó una fiesta en la que su integridad no corría peligro y la que terminó con el rostro inmaculado.
¡Vaya generosidad! Martínez, con la colaboración del boricua, consiguió llevar la pelea hasta un límite decente. Rengueando, moviéndose en movimientos ondulantes que denunciaban su fragilidad, amenazando su rodilla con doblarse en cualquier momento y dando una imagen lamentable, triste y para nada digna de una definición del cinturón más glorioso del boxeo mundial: el de los medianos.
Dije bien, el más glorioso. El histórico cinturón mediano que defendieron gladiadores con nombres grabados a fuego en la historia del boxeo mundial. Sugar Ray Robinson, Carlos Monzón, Marvin Hagler, Tomas Hearns, Roberto "Mano de Piedra" Durán, Sugar Ray Leonard y hasta Bernard Hopkins, que ostenta el récord de defensas (20), entre otros. Pero la historia no lo dirá, ni tampoco dirá que Cotto apenas consiguió llegar a las 155 libras en el pesaje anterior. Y es verdad que ese peso está en el rango de los medianos, pero él no es ni fue ni jamás será un habitante de las 160 libras ni menos de las 166, 168 o más de 170 que cualquier mediano suele pesar a la hora de la batalla.
La historia también olvidará que Maravilla regresaba de una pelea que no ganó (ante Martin Murray en Buenos Aires), ni tampoco que fue operado de una rodilla y que semanas antes de la pelea admitió que correr le provocaba dolores insoportables. Tampoco dirá que nadie, ningún organismo (CMB, Comisión Atlética, etc), anunció haber analizado si el argentino estaba en condiciones de afrontar la exigencia de una pelea profesional.
Tampoco la historia dirá que, en una medida que difícilmente pueda ser considerada ajustada a derecho, criterio y ética, el CMB aprobó la defensa. Porque, amén de los problemas de salud, Maravilla tenía otros rivales en la lista para enfrentarlo, antes de participar del show del sábado en el MSG.
Tan cerca como en febrero, el día que Martínez cumplía 39 años, reconoció que seguía lesionado y que hacía más de un año que no corría. "Tengo varias lesiones en la rodilla que provocan dolor. Estoy constantemente con una bolsa de hielo, masajes y cremas. De hecho, el dolor aparece con sólo caminar, por lo que hace un año que no corro", reconoció el argentino. Todos leímos esa declaración, menos los organizadores y los encargados de fiscalizar el combate.
Más allá de la alegría boricua con el nuevo título de su ídolo, parece que nada de bueno queda después de esta pelea. Una pelea que, en una de nuestras crónicas de comienzos de marzo, ya nos habíamos preguntado si no estábamos ante la presencia de un nuevo fiasco. Y este, por desdicha, parece ser año de fiascos. Sólo alcanza con sumar al desenlace de este sábado, los combates de Canelo-Angulo, Danny García-Mauricio Herrera o Donaire- etyeka. O bien uno de los dos combatientes faltó a la cita o de lo contrario los jueces resolvieron asumir el protagonismo otorgando victorias inexistentes. Al final de cada una de esas batallas lo que predominó entre los espectadores y los fanáticos televisivos, fue la decepción y el hastío. ¡Otra vez me vendieron gato por liebre!, muchos habrán exclamado.
Ya sabemos que por estos días se reúnen, para limar diferencias y mejorar los espectáculos de boxeo, Bob Arum y Óscar de la Hoya. Ojalá que también lo hagan con representantes de organismos y analicen estas cosas. Porque no alcanza con ofrecer buenas peleas, como todos los fanáticos están reclamando. Es bueno que, por lo menos, hagan pelear a "campeones sanos" y en su verdadero peso. De lo contrario, será llover sobre mojado y la gente, el fanático, el que paga la fiesta se cansa. Y si no lo creen, pregunten porqué a más de un mes de realizada, aún no se sabe cuánto dinero recaudó la pelea de Mayweather vs. Maidana. El fanático se cansa de pagar comida de primera, para luego terminar alimentándose con un almuerzo de quinta categoría. No lo olviden: "el fanático se cansa".