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Otro domingo en París

Rafael Nadal conquistó su décimo cuarto título del Roland Garros y la palabra "sorpresa" no debería siquiera acercarse a la conversación

Uno pensaría que ya habiéndolo visto ganar 22 veces un Grand Slam, tendríamos que estar acostumbrados. Nadie lo ha hecho más veces que él y por ende la palabra "sorpresa" no debería siquiera acercarse a la conversación. Pero no es así. Y de una vez les voy diciendo que si llegara un 23 (nótese como parto desde un lugar de aparente duda), reaccionaremos de la misma manera.

Y cuidado, no estoy siendo despectivo. Todo lo contrario. El aparente escepticismo tiene su origen en que, bajo condiciones típicas, lo hecho por Rafael Nadal no tendría que ser posible. Cada título nuevo que consigue el español es al mismo tiempo una reafirmación de su grandeza, y un golpe mortal a lo que nosotros conocíamos como lógica. No uso la palabra normalidad, porque en mi mente por siempre estará asociada a la época de la pandemia, pero Rafa ha encontrado la forma de hacer normal, lo que antes de que él tomara una raqueta lucía inconcebible.

Obstáculos, le sobran. Sabe que en París todos van tras su cabeza. Las molestias físicas ya no solo lo acompañan, parecen ser ya parte de él, y el tiempo, bueno del tiempo no quiero hacer otro comentario cliché y sobre cómo no perdona a nadie... pero ya a los 37 golpea más fuerte. Ni por tener todo eso en su contra se ha encontrado la fórmula para vencer al atleta más dominante de la historia en un evento en particular. Si hay quienes todavía se niegan a reconocerlo como el tenista más grande de todos los tiempos, allá ellos. A estas alturas si todavía no lo creen, no habrá forma de cambiar su opinión. Lo que sí, estoy seguro es que no podrán en el deporte que me digan, encontrar a alguien que se sienta tan cómodo, tan dominante y tan en casa en un evento en particular como Rafael Nadal cada que pisa la arcilla de París.

A partir de este momento prepárense para dos vertientes que vendrán cada que se menciona el nombre de Nadal. El futuro y lo que le pueda quedar todavía de una carrera donde para muchos los títulos tuvieron que haber dejado de llegar desde hace tiempo, y por otro el de su lugar en la historia. El primero me genera nostalgia porque mucho camino no debe quedarle por recorrer a alguien que cada vez nos hace más evidentes sus problemas físicos. Y el segundo tema para mí parecería muy claro, pero la belleza del deporte nos hará debatir y debatir y debatir de aquí hasta el fin de los tiempos. Por el momento solo nos queda disfrutar, porque desafortunadamente como todo, esto también va a terminar. Porque esto se ha vuelto cotidiano, debo decirles que no es como regularmente funciona el mundo y nos vamos a dar cuenta de lo atípico de todo cuando Rafael dé un paso al costado.

Los números fríos e incompletos nos dicen que 14 veces lo ha hecho en París y 22 en total. Impresionan, pero no alcanzan a dimensionar lo que ha costado cada uno de estos trofeos. No logran transmitir que cada nueva hazaña cuesta más que la anterior y saber eso, tendría que agregarle un valor más alto todavía. Pensar en el 23... no sería lógico, pero otra vez, tampoco es lógico no pensar que Rafa lo pudiera volver a hacer.