CIUDAD DE MÉXICO - Hay varios nombres familiares inscriptos en el Salón de la Fama del Béisbol de México. Leyendas latinas, como Fernando Valenzuela, Bobby Avila y Orestes 'Minnie' Miñoso, son debidamente honrados por sus contribuciones al deporte. Tal vez algo inesperadamente, también aparece un grupo de destacados jugadores de la época de la "Negro League" entre los reclutados: Roy Campanella, Josh Gibson y Monte Irvin están consagrados al sur de la frontera, de la misma manera que en Cooperstown.
Otros notables, como Satchel Paige, no fueron incluidos pero participaron en la liga como parte de una migración masiva de jugadores estadounidenses que jugaron en México en algún momento durante la década de 1940. Entre los historiadores del béisbol mexicano, está bastante difundida la creencia de que el éxodo de talentos negros forzó a la MLB a aceptar la integración, un hecho relevante logrado en 1947 con Jackie Robinson. La ruptura de la barrera de color, además de la amenaza de excluir permanentemente a quienes fueran a jugar a México atraídos por mejores salarios, puso un final abrupto al flujo de jugadores de alto nivel hacia el sur de la frontera.
Hoy en día, la relación entre las ligas profesionales de Estados Unidos y México es mucho menos confrontativa. Los buscadores de talentos de la MLB a menudo solicitan información a los funcionarios de las ligas de verano e invierno de México para conversar sobre jugadores prometedores. Una combinación de factores, como la popularidad del béisbol en ambos países, junto a una sistemática e histórica migración de ciudadanos mexicanos a los Estados Unidos, ha contribuido a producir generaciones de jugadores de béisbol mexicano-estadounidenses que brillan en los más altos niveles del deporte, infundiéndole una combinación especial de talento y pasión.
Tomemos, por ejemplo, el caso único de los hermanos González. Durante toda su niñez, el actual jugador de Dodgers de Los Ángeles, Adrián González, y su hermano Edgar cruzarían a un lado y otro de la frontera entre EE. UU. y México por múltiples razones. Como muchos residentes de Tijuana y San Diego, el clan González enriqueció habitualmente sus vidas dentro de los dos países.
Edgar González, cuatro años mayor que Adrián y actualmente jefe de entrenadores del "Team Mexico", dice que vivir sistemáticamente la experiencia de ambas naciones desde joven significó una ventaja para él y su hermano cuando compitieron. "En México, te están lanzando cuando apenas tienes cuatro años de edad", recuerda. "Nosotros ya estábamos aprendiendo eso, mientras que en los Estados Unidos, hubiéramos estado jugando "T-ball". Los hermanos crecieron en las altamente competitivas ligas juveniles de Tijuana, antes de continuar con su experiencia amateur del otro lado de la frontera, en EE. UU.
En el año 2000, ambos hermanos fueron reclutados por equipos de la MLB, y ambos progresaron, convirtiéndose en profesionales. Al jugar béisbol en el área de San Diego, después de años en México, les dio un panorama más claro del deporte profesional, un plan que se originó durante sus años de formación. "El béisbol de escuela secundaria fue grande para nosotros", dice Edgar. "Después de una cierta edad, el béisbol en Tijuana se detiene. Nosotros pudimos seguir jugando, de manera que los buscadores de talento nos pudieran observar", sigue diciendo.
Sin embargo, esa historia representa solo uno de los caminos que los mexicano-estadounidenses han recorrido para llegar a ocupar un lugar en el deporte. Con el comienzo del World Baseball Classic en marzo, Edgar estará dirigiendo a nueve jugadores nacidos en EE. UU. -- incluyendo a su hermano -- cada uno con su propia anécdota, y cada uno aportando su talento para lograr la gloria para México. Desde el inicio de la competición, los jugadores de doble nacionalidad han sido una característica del equipo, y Adrián González, nacido en San Diego, participó en todas las ediciones hasta ahora. En 2013, el actual gerente de los Medias Blancas, Rick Rentería, se convirtió en el primer jefe de entrenadores de doble nacionalidad del equipo.
En muchas circunstancias, la curiosidad natural y la presencia de sobrenombres españoles han permitido a González y a su equipo de funcionarios identificar a estos jugadores. "En mi caso, yo sé si tienen ancestros mexicanos o latinos, a menudo les pregunto a los jugadores directamente", dice Eduardo Ortega, él mismo un mexicano-estadounidense y la voz española en la radio para los Padres de San Diego desde 1986. "Otras veces, cuando estoy hablando con ellos, lo mencionan directamente", agrega.
Así es como Sergio Romo, ahora con los Dodgers después de un largo período en San Francisco, se unió a las filas. Nativo de Brawley, California, el lanzador se siente profundamente honrado por sus raíces mexicanas, lo que queda evidenciado por su prolongado compromiso con "Team Mexico". Este invierno, como jugador libre, Romo lanzó para el país en los juegos de clasificación para el torneo, a pesar de poner en riesgo su valor en el mercado por una lesión o una serie de malos desempeños.
"En su caso, creo que le podría haber sido más perjudicial que beneficioso", opina González acerca de Romo. "Todos sabían de lo que [Sergio] era capaz en su época con los Gigantes", continúa diciendo. En la conferencia de prensa de presentación con los Dodgers, el relevista se refirió a su orgullo. "Ser mexicano es lo mejor que me podría haber ocurrido", afirmó.
Aunque González confirma el uso de una base de datos que los funcionarios de Team Mexico crearon para buscar y evaluar jugadores de varias ligas, más frecuentemente de lo que se cree, el "descubrimiento" de un jugador mexicano-estadounidense, especialmente uno sin apellido español, es facilitado por los mismos jugadores. "En el caso de Khris Davis, fue él quien nos lo dijo [su madre es mexicana]," dice González, resaltando que el deseo de representar al país a menudo está presente en esas revelaciones.
Aunque Davis, el jardinero de los Atléticos de Oakland que bateó 42 jonrones en 2016, desertó antes del World Baseball Classic para enfocarse en el entrenamiento de primavera, su elección inicial de representar al país fue bien recibida. De manera similar, Brandon Laird, ex seleccionado en el "draft" por los Yankees de Nueva York y ahora rey indiscutido de jonrones en la principal liga de Japón, se puso en contacto con González para que lo tuviera en cuenta, mencionando que su madre, Victoria, era ciudadana mexicana.
Para algunos fanáticos de México, la idea de los jugadores de doble nacionalidad es motivo de sorpresa, especialmente cuando se enfrentan con apellidos ingleses en la espalda de las camisetas, y origina especulaciones de que usan el torneo como medio para lograr un trabajo en la MLB. Los cercanos al equipo están en desacuerdo. "En casos de jugadores como Laird, ellos quieren jugar por el orgullo, porque significa algo para ellos representar a una parte de su legado", dice Ortega. El hermano mayor de Brandon Laird, Gerald, se aventuró en el país para terminar su carrera profesional, jugando como receptor para los Toros de Tijuana en 2016.
En la Liga Mexicana de Béisbol, el principal circuito de verano del país, el debate sobre cómo reglamentar a los jugadores nacidos en el extranjero para reforzar a los talentos locales ha alcanzado un elevado nivel de intensidad. Un equipo histórico, los Tigres de Quintana Roo, renunciaron por un breve lapso a la liga en señal de protesta por lo que consideraron una falla en la protección de los talentos nacionales. Según las reglas actuales, los jugadores nacidos en EE. UU. con ancestros mexicanos, todos ellos elegibles para optar por la ciudadanía según la constitución del país, son todavía considerados extranjeros, aunque no hay límite a la cantidad que puede incorporar un equipo.
En total, "Team Mexico" pondrá en el campo aproximadamente una docena de participantes con doble nacionalidad (contando a los jugadores y entrenadores) cuando llegue el momento del primer lanzamiento el 9 de marzo en Guadalajara. En el campo y en los vestuarios, todos ellos hablarán principalmente español, según González, cualquiera sea su lugar de nacimiento o su acento.
Aunque a veces algunos podrán intercalar algunas frases en inglés, al final harán sus principales declaraciones en el campo de juego.
Como dice Ortega, "el béisbol tiene su propio idioma".