Cuando era joven y crecía como ferviente aficionado de los Kansas City Royals, los campocortos no podían batear ni aunque sus vidas dependieran de ello. Ciertamente los shortstops de los Royals no bateaban, ni siquiera durante la época de apogeo de la franquicia entre 1976 y 1985. Adorábamos a nuestros campocortos, desde Freddie Patek pasando por U.L. Washington hasta Buddy Biancalana. Eran jugadores regulares de algunos de los equipos más grandes en la historia de la franquicia. Sin embargo, colectivamente hablando, no bateaban ni con la puerta de una iglesia.
Esa anemia ofensiva no era demasiado inusual en esa época. De manera general, los campocortos no eran conocidos por su bateo en la década de los 70. Estas son las cifras de wRC+ para los campocortos por década, siendo 100 una cifra indicativa de un bateador dentro del promedio de la liga:
OFENSIVA DE LOS CAMPOCORTOS (en wRC+ por década)
1900: 94
1910: 87
1920: 81
1930: 85
1940: 85
1950: 83
1960: 81
1970: 73
1980: 80
1990: 83
2000: 87
2010: 88
Fuente: Fangraphs.com
Los campocortos de todas las eras han mostrado tendencia de quedar muy por debajo del promedio de liga a la ofensiva, de manera colectiva. El motivo es sumamente obvio: la posición de campocorto siempre ha sido la más importante en el terreno, defensivamente hablando. Es difícil conseguir jugadores que sean buenos bateadores y que puedan defenderse óptimamente en dicho puesto y cuando se obliga a elegir entre bate y guante, cuando se trata de un shortstop, siempre el cuero ha sido más valioso que el madero.
Dicha idea nunca fue más cierta que en la década de los 70, cuando los managers desestimaron la ofensiva de los campocortos de forma sorprendente. Según el buscador de splits ofensivos de baseball-reference.com, hubo un total de 96 campocortos en dicha década con al menos 300 apariciones al plato en esa posición. Solo dos de ellos sumaron OPS de por lo menos .800 (Denis Menke y Rico Petrocelli), mientras que otros cinco ligaron OPS por encima de .700. Un total de 49 campocortos en dicho grupo (más de la mitad) llegaron por debajo de los .600. Mario Mendoza (el mismo conocido por la “línea Mendoza”) tuvo 819 apariciones al plato en esa década a pesar de su OPS de .472.
Ese cálculo ha cambiado. De hecho, tal como lo comentó Ben Clemens en su nota para Fangraphs, los campocortos nunca han bateado mejor. Hasta la jornada del miércoles, el wRC+ de 104 sumado por los campocortos en 2019 sigue siendo la cifra mas alta de todos los tiempos
Sin embargo, durante las primeras semanas de la temporada 2019, contamos con un grupo con actuación ofensiva similar a los shortstops de la década de los 70: los jardineros centrales. Hasta la jornada del miércoles, esa posición contaba con wRC+ de 87, el menor de todos los tiempos por un margen sustancial.
Probablemente esto se deba a una mala racha y no pase de ser producto del azar. Las cifras colectivas de una posición determinada cuentan con muchas variaciones entre temporada y temporada y pueden mostrarnos una imagen falsa si son tomadas demasiado en serio. Si bien los primeros puestos en producción ofensiva entre jardineros centrales este año incluyen súper estrellas de la talla de Mike Trout y George Springer, también podemos ver muchos peloteros con arranques de temporada sumamente pobres. A.J. Pollock sumó wRC+ de 67 antes de pasar a la lista de lesionados. Jackie Bradley Jr. tiene 15 y su OPS es de .415, similar al de Mendoza.
A pesar de todo, esto parece ser toda una tendencia.
OFENSIVA DE LOS JARDINEROS CENTRALES (en wRC+ por década)
1900: 108
1910: 111
1920: 107
1930: 101
1940: 105
1950: 105
1960: 106
1970: 103
1980: 101
1990: 99
2000: 97
2010: 99
Fuente: Fangraphs.com
Durante décadas, la posición de jardinero central era característica de jugadores conocidos por su ofensiva, entre los cuales se encuentran algunos de los peloteros más grandes de todos los tiempos, desde Joe DiMaggio hasta Willie Mays. Sin embargo, para la mayoría de los peloteros de la actual generación, la balanza parece inclinarse a favor del guante. Esa evolución se ha acelerado durante la era del sistema Statcast, con totales de wRC+ desde 2015 de 96, 101, 96 y los 87 registrados este año.
Probablemente existen una infinidad de razones detrás de ello, aunque es sumamente difícil ver el por qué el trabajo defensivo en el jardín central está asumiendo una importancia cada vez mayor durante una época de reducción general de las pelotas en juego, aunque también registra un incremento del promedio entre pelotas conectadas al aire y las bateadas hacia el terreno. Esto tiene sentido de forma intuitiva, pero las cifras registradas son sorprendentes. Olvídense de métricas defensivas sofisticadas tales como UZR o carreras salvadas a la defensiva. Sólo hay que mirar a las antiguas y bien conocidas oportunidades.
Primero, hay que tener presente que, hablando con las cifras históricas en la mano, las oportunidades de fildeo han decaído en todas las posiciones del diamante excepto en una: la de receptor. A medida que se reducen los totales de ponches con respecto a generaciones anteriores, todos esos puestos out por los receptores han distorsionado las cifras generales de fildeo. Sin embargo, cuando se revisa la data luego de eliminar las cifras correspondientes a los catchers, podemos ver cómo han cambiado las cosas.
Consideren primero la relación entre oportunidades en el infield y oportunidades en el outfield.
A continuación, presentamos dichas cifras por década, a partir de los años 50:
RELACIÓN ENTRE OPORTUNIDADES EN EL INFIELD Y OPORTUNIDADES EN EL OUTFIELD POR DÉCADA:
1950: 3.42
1960: 3.67
1970: 3.38
1980: 3.23
1990: 3.19
2000: 3.18
2010: 3.15
Ésta ha sido una tendencia estable a partir de los años 60; sin embargo, también se está acelerando. Ahora mostramos las menores relaciones durante dicho periodo:
MENORES RELACIONES ENTRE OPORTUNIDADES EN EL INFIELD Y OPORTUNIDADES EN EL OUTFIELD DESDE 1950
2019: 3.00
2018: 3.01
1992: 3.09
2007: 3.10
1990: 3.10
No solo las dos últimas temporadas han presentado las menores cifras en este aspecto; son las más bajas por un margen bastante amplio. Lo cual pone firmemente el enfoque en los ejes defensivos de las dos áreas del parque: campocortos en la tierra y jardineros centrales en el césped.
Durante los años 60 y 70, los campocortos manejaron más de cinco oportunidades por partido en todas las temporadas con la excepción de 1963, en la cual se registró un promedio de 4.68. En la década de los 60, fue más del doble de oportunidades por partido en comparación con los jardineros centrales. Si consideran la relación entre oportunidades para los campocortos y en la pradera central en promedios en lapsos de cinco años, esa cifra llegó a un máximo de 2.07 en 1969. Decayó a un aproximado de 1.78 en 1978, para luego permanecer con cierta estabilidad hasta 2006, cuando comenzó a tambalear nuevamente. Las dos cifras menores de relación se han producido en las dos campañas anteriores: 1.58 en 2018 y 1.61 en lo que va de 2019.
Resumiendo lo anterior en español simple: La diferencia entre jugadas hechas por partido por los campocortos y los jardineros centrales nunca había sido menor a lo visto en la actualidad. En lo que va de la actual temporada, los shortstop están manejando 3.98 oportunidades por partido o el 14.8 por ciento de las oportunidades de fildeo para jugadores con posiciones distinta a la de receptor. Con la excepción de la pasada temporada, esas cifras nunca habían sido menores. Por otra parte, los jardineros centrales están manejando 2.47 oportunidades por partido, lo cual incluso con todos esos ponches es un número mayor al registrado en los años 60. El porcentaje de oportunidades manejadas por los center fielders (excluyendo del promedio aquéllas responsabilidad de los catchers) está en el 9.15 por ciento, ligeramente por debajo del 9.18 del año pasado. Estas son las cifras más altas jamás registradas.
Tal y como pueden notar, los campocortos siguen teniendo mayores oportunidades: 3.98 contra 2.47. Sin embargo, hay que considerar el impacto causado por dichas oportunidades. Si un campocorto no logra completar una jugada con la pelota en su área, hay probabilidades de que termine siendo una jugada de una sola base: sencillo, un bateador que entra en circulación por un error defensivo, etcétera. En ocasiones, puede estar involucrado un doble por cuestión de suerte o un error de dos bases, pero las probabilidades son sumamente bajas para una jugada.
Sin embargo, una jugada que un jardinero central no logra completar tiene un impacto mucho más claro: dobles, triples, incluso cuadrangulares, considerando la cantidad de jonrones robados en la barda que hemos visto por estos días. Según el sistema Statcast, el wOBA esperado en una jugada promedio en el terreno es de .229; en el caso de los elevados, dicha cifra es de .403. La diferencia en la repercusión en la producción de carreras es enorme y la diferencia en total de jugadas hechas por los campocortos y las completadas por jardineros centrales se ha encogido al punto que ciertamente parece que ya ha impactado en las características que buscan los equipos en un pelotero a la hora de conferirle una determinada posición.
¿Es esto positivo? ¿Negativo? ¿Causa efectos neutros? Probablemente la última opción sea la correcta. Y nada de esto implica que no nos encontremos viviendo una era dorada del bateo de los campocortos. Claramente lo estamos. Pero una causa de ello radica en que el estilo de béisbol que se juega en 2019 ha permitido que los equipos mantengan una mayor cantidad de bateadores de calidad en dicha posición. Porque, defensivamente hablando, nunca los campocortos habían tenido tan poco por hacer.