NUEVA YORK -- Durante un tramo de 13 años, el Bronx y el mes de octubre compartieron un vinculo especial.
El resplandor de las luces del antiguo Yankee Stadium era perceptible desde muchos puntos de los condados cercanos. En cualquier noche que se celebraban los partidos de la postemporada, era inevitable no fijarse de cómo el cielo era iluminado por las torres de luces detrás de la simbólica fechada del estadio si conducías por el puente George Washington hacia la Gran Manzana o por las autopista Major Deegan que dejaba a los aficionados frente a ''La Casa que Ruth Construyó''.
Creciendo en el 'Condado de la Salsa', T.J. Rivera pasaba el año con la familia asistiendo al recinto de los Bombarderos del Bronx, a quienes fielmente apoyaba en su niñez, y tomando los partidos del equipo favorito de su padre, los Mets de Nueva York, en Shea Stadium.
El miércoles por la noche, Rivera experimentará por primera vez la sensación que es jugar un juego de los playoffs en Citi Field cuando los Mets reciban a los Gigantes de San Francisco en el partido de los comodines de la Liga Nacional.
''Soy un neoyorquino'', indicaba Rivera entre risas a ESPN Digital cuando se detuvo la celebración de los Mets en Filadelfia la tarde del sábado tras amarrar la ventaja de localía para el Wild Card.
''Ahora soy un aficionado de los Mets, pero ha sido una locura simplemente poder estar en este ambiente. Le he estado diciendo a los otros muchachos que esto es bastante genial. Es una experiencia irreal. Esto es algo que siempre he querido hacer toda mi vida, jugando en las Grandes Ligas y jugando en la postemporada lo hace todavía mejor. Ha sido muy genial siendo del área. Ha sido especial''.
Rivera no fue seleccionado en el sorteo de novatos posteriormente a su graduación de Troy University en 2011. Una recomendación de su manager y ex catcher de los Mets, Mackey Sasser, le selló un contrato, lo que inicio una estadía de seis años en el sistema de Ligas Menores de la novena neoyorquina.
La presencia de este chico de ascendencia puertorriqueña en el plantel de los campeones defensores de la Liga Nacional ha sido invaluable para la sexta peor ofensiva de las Mayores desde que fue llamado a la gran carpa el pasado 10 de agosto.
Rivera se aprovechó de la acción que recibió durante los entrenamientos primaverales, bateando para un promedio de .289 con dos jonrones y nueve carreras impulsadas en 18 partidos aunque no fue suficiente para ganarse uno de los últimos puestos en la plantilla.
Sin embargo, Rivera nunca se dio por vencido y estuvo más motivado en Las Vegas, el sucursal de los Mets en la categoría de Triple A. Allí encabezó la Liga de la Costa del Pacifico con un average de .353 mientras que conectó 11 jonrones y tuvo 85 remolcadas en 105 juegos.
Su primera oportunidad se produjo por las varias lesiones que estropearon a los Mets, comenzando con la lesión que sufrió el torpedero venezolano Asdrúbal Cabrera por dos semanas en agosto, y el tremendo golpe que descartó por el resto del torneo al intermedista Neil Walker en septiembre.
Simplemente, lo único que ha hecho es producir en un nivel donde muchos otros ha sido tragados por las luces brillantes de las Mayores.
En 33 partidos, Rivera ha bateado para un promedio de .333 con tres jonrones y 16 carreas impulsadas.
''Mis padres me criaron de una manera que siempre tenía que esforzarme, trabajar y hacer todo lo que pudiera'', dijo Rivera, que creció en el sector de Throgs Neck del Bronx.
''Mi mentalidad ha sido así por un rato, dejándolo todo ahí afuera. No me iba a rendir allá abajo. Sólo me mantuve esforzándome y creyendo en mi mismo y entonces tuve un gran sistema de apoyo en mi familia y mi esposa. Ellos me lo facilitaron''.
Rivera también citó su experiencia durante los últimos tres años con los Indios de Mayagüez en la Liga de Beisbol Profesional de Roberto Clemente como algo que lo preparó para lo que le espera en el partido por el wild card del ''Viejo Circuito''.
La temporada pasada de 2014, el chico de 27 años compilo un promedio de 302, el séptimo mejor en la liga invernal puertorriqueña.
''Creo que fue muy importante. Además aprendes muchas cosas'', señaló Rivera. ''Hacen un diferente tipo de juego, un juego apasionado, que es muy intenso donde cada pitcheo significa algo desde el primer partido de la temporada, que es muy genial. También estuve en los playoffs. Jugué en la serie del campeonato. Fue muy divertido''.
El miércoles las luces brillarán sobre el cielo en los alrededores de Citi Field y Rivera recordará aquellas viejas noches del mes de octubre cuando los rivales de los Mets se hacían dueños del espectáculo.
Ahora un niño que soñó con algún día vestir el famoso uniforme de rayas de los Yankees de Nueva York lo dejará todo en el diamante para impulsar a los Mets hacia una cita con los Cachorros de Chicago en la Serie Divisional de la Liga Nacional.