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Ganar es lo único que definirá estadía de Aaron Boone en NY

Boone está de lleno en la historia de los Yankees, con el jonrón que le conectó al nudillista Tim Wakefield en el último swing de la Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2003 y que le dio el pase a NY a la Serie Mundial. AP Photo/Bill Kostroun

"Si no ganas, serás despedido. Si ganas, solo retrasas el día en que te despedirán": Leo Durocher, ex jugador y manager miembro del Salón de la Fama de Cooperstown.

ORLANDO, Florida --Los Yankees de Nueva York anunciaron oficialmente el lunes que Aaron Boone firmó un contrato de tres años para ser el nuevo manager del club, en sustitución de Joe Girardi, quien tuvo el empleo por 10 años.

Boone, quien no tiene ninguna experiencia previa como coach o manager, fue el elegido del gerente general Brian Cashman entre todos los candidatos que fueron evaluados para el cargo en las últimas cinco semanas.

Los otros considerados fueron Rob Thomson (coach de banca de Girardi), el dominico-curazoleño Hensley Meulens (coach de banca de los Gigantes de San Francisco, tras ocho años como su coach de bateo); Eric Wedge (ex manager de los Indios de Cleveland y los Marineros de Seattle), Chris Woodward (coach de 3B de los Dodgers de Los Angeles) y el puertorriqueño Carlos Beltrán, quien se retiró después de ganar la pasada Serie Mundial con los Astros de Houston para coronar una excepcional carrera de 20 años en las ligas mayores.

Boone, quien pasó los últimos ocho años como comentarista de ESPN -- su único trabajo desde que se retiró como jugador después de la temporada de 2009 -- es el dirigente #33 en la rica historia de los Yankees, pero apenas el tercero desde 1996, cuando Joe Torre fue instalado en la que hasta ese momento había sido una silla muy caliente.

Torre y Girardi fueron los únicos managers que tuvo Nueva York en 22 años, lo que, si se compara con los 20 años anteriores, es simplemente asombroso. Entre 1974 y 1995, 12 hombres se alternaron como managers de los Yankees, incluyendo a Billy Martin en cinco ocasiones diferentes, y solamente Buck Showalter (1992-95) se mantuvo al menos por tres temporadas completas en el cargo.

Desde que se reveló que Boone estaba en el globo para acceder a uno de los trabajos más atractivos, estresante e importantes del mundo, se ha hablado bastante de su linaje (nieto, hijo y hermano de peloteros), de su propia carrera de 12 años en Grandes Ligas y el jonrón que pegó al nudillista Tim Wakefield en el último swing de la Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2003 y de sus grandes habilidades para comunicar y entender el juego, algo que puso de manifiesto en sus intervenciones en las diferentes plataformas de ESPN desde 2009.

Si es importante para el expediente, puedo agregar que como compañero y ser humano, Boone es alguien que trata de que todos los que están a su alrededor se sientan cómodos. Una persona 1-A.

Pero vamos a la parte importante de toda esta perorata.

Al final del día, lo único que importará a los aficionados de los Yankees de Boone (y anteriormente de John McGraw, Miller Huggins, Joe McCarthy, Casey Stengel, Ralph Houk, Torre, Girardi y todos los otros que dirigieron en el Bronx) es la cantidad de trofeos que pueda agregar el nuevo piloto a la atestada vitrina de la casa grande en el #1 de la 161 Street con River Avenue en Nueva York.

No importará si Aaron es nieto de Ray, hijo de Bob y hermano de Brett. Tampoco si puede hacer una edición de dos horas todos los días del "Aaron Boone Show" en la cadena YES y si siempre tiene a mano una respuesta jocosa para los medios de la Gran Manzana.

Lo que determinará si Boone permanecerá como el jefe de entrenadores de los Yankees más allá de su actual contrato (incluso todo el contrato) será la posición del club al final de la postemporada. No el lugar en la División Este o los playoffs de la Liga Americana, sino la distancia del trofeo que entrega el comisonado luego del último partido del año.

Tomen como ejemplo a Girardi. Con un equipo muy talentoso, pero muy joven, Girardi condujo a Nueva York a un séptimo y decisivo encuentro en la final del joven circuito de este año y eso no le facilitó ni aún una oferta para una temporada más. Ni una oferta. Ni porque tuvo porcentaje de .562, llevó el conjunto a seis postemporadas y ganó la Serie Mundial del 2009.

Un anillo de Serie Mundial puede garantizarle a Mike Scioscia permanecer dos décadas al frente de los Los Angeles Angels y una estatua en el norte de Chicago a Joe Maddon, pero en el Bronx las cosas son diferentes. El reto es de ganar prácticamente cada año.

Mientras Torre estuvo ganando, a nadie le importó que no fuera el hombre más comunicativo de las ligas mayores. Cuando Torre dejó de ganar, entonces un cambio era obligatorio y el "hombre ideal" para sustituirlo era Girardi. Sí, ese mismo que ahora fue sacado dizque porque es muy rígido, que no sabe hablar el lenguaje de las nuevas generaciones o hacer chistes en TV.

Es la misma historia, no importa si el hombre se llama Torre, Girardi, Boone o Art Fletcher, quien en 1929 dirigió a los Yankees por 11 partidos, la menor cantidad en la historia del conjunto. Lo que determina el legado de un dirigente de los Yankees es que gane títulos.

Punto y bolita.

Para esos fines, hay que decir que Boone hereda un equipo que está más cerca de ganar una Serie Mundial que lo que estuvo hace ocho meses o un par de años. Con una base que lideran los jóvenes Todos Estrellas Aaron Judge, Gary Sánchez, Dellin Betances y Luis Severino y veteranos sólidos como Masahiro Tanaka y Aroldis Chapman, el presente y el futuro de Nueva York es brillante.

"El béisbol es un juego simple. Si tienes buenos jugadores y los mantienes en el estado de ánimo adecuado, entonces el manager es un éxito", dijo una vez Sparky Anderson, un manager que ganó más de dos mil partidos de series regulares y fue el primero que ganó títulos de Serie Mundial en ambas ligas.

Dar el próximo paso y llevar al Bronx la corona #28 es lo que cimentaría un reinado largo, al menos más largo que el contrato de tres años que acaba de firmar, para Boone. No hacerlo pronto, significaría una estadía corta. No importa el linaje, el batazo del 2003 contra Wakefield o su capacidad para hablar bien delante de las cámaras.

Para los Yankees, ganar títulos es la única vara para medir a sus dirigentes.