La derrota por 2-1 en la final de la CONMEBOL Libertadores precipitó la renuncia de Jorge Almirón como director técnico de Boca Juniors. La decisión del entrenador fue el cierre de un ciclo que dependía del encuentro ante Fluminense para conseguir el respaldo que no había obtenido ni en el juego ni en los resultados, algo que el avance en el sueño de conseguir el trofeo continental había maquillado.
El disparo de John Kennedy para darle el triunfo a Fluminense en el Maracaná fue letal para un proceso en el que el DT del Xeneize apenas había encontrado una formación ideal a la que no le resultaba sencillo convertir goles ni ganar partidos.
Boca no ganó ningún partido en las instancias eliminatorias de la Libertadores y dependió de las definiciones por penales para pasar de ronda frente a Nacional, Racing y Palmeiras. En esos seis empates, los dirigidos por Almirón tuvieron momentos de superioridad sobre sus rivales, pero no al punto de ser claros merecedores de las victorias.
Desde los octavos de final de la Copa en adelante, el Xeneize le restó importancia a la competencia doméstica y la escasez de resultados no fue relevante justamente porque el foco estaba en el plano internacional. Sin embargo, la derrota 2-0 contra River Plate en La Bombonera, en ese incómodo partido disputado entre la ida y la vuelta de los duelos frente a Palmeiras, dejó una marca. El entrenador no tenía de dónde agarrarse si no ganaba la Libertadores.
Boca ya había perdido el anterior Superclásico con Almirón, 1-0 en el Monumental. El Xeneize finalizó séptimo en el Torneo de la Liga, a 17 puntos del campeón River, y se ubica undécimo en el Grupo B de la Copa de la Liga, solo dos puntos por encima de Tigre, que está último.
Ese panorama sombrío en el plano doméstico aceleró el recorrido del director técnico hacia la salida.
Los números ayudan a comprender el cierre de la historia de Almirón en Boca: dirigió 43 partidos, con 17 victorias, 13 empates y 13 derrotas (49,6% de efectividad). El saldo como visitante con 6 victorias, 7 igualdades y 10 derrotas (36,2% de efectividad) deja en claro lo difícil que le resultó al equipo salir de La Bombonera.
Su balance contra los equipos grandes también fue insuficiente: de ocho clásicos apenas ganó dos, empató dos y perdió cuatro. Además de las dos derrotas ante River, cayó frente a San Lorenzo y contra Racing, mientras que igualó las dos veces ante la Academia por la Copa y obtuvo éxitos frente a Independiente y Racing.
La continuidad en la Copa Argentina sobresale como aspecto positivo y como opción principal para clasificarse a la próxima CONMEBOL Libertadores. Además de haber llevado al equipo a instancias decisivas en las copas, lo más rescatable del ciclo de Almirón es que encontró en Sergio Romero un sólido reemplazante de Agustín Rossi, le dio vuelo a Valentín Barco y consolidó a Equi Fernández tras la salida de Alan Varela.
Si el equipo hubiera funcionado mejor a lo largo de estos siete meses, o si hubiera conseguido mejores resultados -lo segundo, además, suele ser consecuencia lógica de lo primero-, el destino del DT de Boca no habría quedado tan atado al desenlace de la final.
Sin la conquista de la séptima Libertadores, estaba claro que Almirón no tenía futuro en Boca. El final fue abrupto, pero no por eso inesperado.