En una final épica, River Plate lo dio vuelta sobre el final, venció 2-1 a Estudiantes de La Plata y se coronó campeón de la Supercopa argentina en el estadio Mario Alberto Kempes. El equipo de Martín Demichelis mostró coraje en el segundo tiempo, a partir del gran ingreso de Santiago Simón.
A los 21 años y más de tres años después de su debut, Simón tuvo su partido consagratorio en River. En una final y contra un rival que siempre representa un desafío particular. El joven surgido de las inferiores fue el mejor jugador de su equipo en Córdoba.
El plan de Martín Demichelis no había dado resultados en el primer tiempo. Perdía 1-0 y no tenía ideas para acercarse al empate. Entonces, el primer cambio fue el ingreso de Simón en lugar de Leadro González Pirez.
En los 45 minutos iniciales, River había perdido el mediocampo, no tenía ideas en la creación y sufría la falta de dinámica y movilidad. La aparición de Simón generó un gran movimiento en todo el equipo. Su aporte por la derecha fue un problema que Estudiantes no pudo solucionar.
Sebastián Boselli, que había jugado como lateral derecho, pasó a jugar de central y le dejó la banda a Simón, que atacó con criterio, decisión y lucidez. Se sumó a línea media y también desbordó.
Eduardo Domínguez primero buscó controlarlo con Fernando Zuqui y luego con Tiago Palacios, pero solo pudo hacerlo por momentos. Simón fue el abanderado de la recuperación de River.
A los 35 minutos, habilitó con gran calidad a Pablo Solari, que marcó el 1-1. Luego, River mantuvo su intensidad y llegó a la victoria con un golazo de Rodrigo Aliendro.
Simón tocó 58 pelotas y dio 29 pases positivos sobre 40, con un 73 por ciento de efectividad. Además, ganó 4 duelos sobre 7 y realizó dos despejes. Los números describen su buen trabajo, pero en realidad su aporte más importante fue desde la actitud para ir al ataque y la valentía para jugar en un momento complicado.