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El talismán sigue sin funcionar

BUENOS AIRES -- La idolatría también sufre deterioros cuando los resultados no acompañan. Aunque proclame lo contrario, la inestabilidad es el rasgo saliente de cualquier hincha.

La introducción obedece a ciertas críticas que, con mayor o menor vigor, se le formulan a Guillermo Barros Schelotto.

El empate en Mendoza caló profundo. Se dice que un equipo con mayor solidez y personalidad lo habría ganado. Hipótesis con el diario del lunes.

Lo cierto, al margen de especulaciones, es que, con tiempo de sobra y el libro de pases a favor, el entrenador de Boca aún no pudo armar “su” equipo.

El público, pero sobre todo los críticos especializados, esperan ver la “mano” del Mellizo. Un sesgo característico, un lenguaje, una singularidad táctica. Algo. Eso sí, un algo exitoso.

Si uno revisa los antecedentes de BS y su inseparable hermano, se topará con una muy buena campaña en Lanús de un equipo que alcanzó una razonable eficacia dentro de los estándares clásicos.

Su diseño preferido es el 4-3-3 canónico. Pero tampoco suscribe dogmas. Está dispuesto a cambiar, si los jugadores disponibles lo exigen.

De jugador, también era un wing clásico, con desborde y centro. Velocidad y picardía para encarar (y provocar a los adversarios).

El espejo que ha buscado en su profesión se llama Carlos Bianchi, un entrenador paternal y astuto, gran motivador y, por sobre todo, amigo del sentido común.

¿De qué se habla cuando se habla de la impronta de Schelotto? En su contratación, hagamos memoria, no primó su discurso teórico ni su capacidad para valorizar planteles promoviendo juveniles y descubriendo figuras ignotas en los arrabales de la primera.

Lo que movió al eximio político Daniel Angelici a llamarlo a los gritos es su arraigo entre los hinchas. Su nombre está asociado como pocos a la etapa más gloriosa de Boca.

No sólo es un hombre de la casa, más allá de su origen en Gimnasia, sino un emblema del éxito. Uno de esos tipos a los que se les suele adosar el adjetivo de ganador, como si fuera una inflexión de su personalidad.

Entonces, más que la bendita “idea” que se menta últimamente, lo que creo que se le exige a BS es una réplica –acaso no tan luminosa, sería imposible– de los años felices.

Se espera que cada jugador ofrezca lo máximo –y jugadores de jerarquía sobran el Boca– como cuando Bianchi, con esa influencia que algunos le atribuían al trato con los dioses, hacía que hasta el Chipi Barijho pareciera un crack cuando le tocaba entrar.

En rigor, lo que está a prueba es su capacidad de liderazgo para aprovechar un plantel rico. Y la inteligencia para encontrarle a cada quien el lugar adecuado y las compañías propicias.

Se trata de una ciencia sencilla. Que se evalúa, como todas las ciencias, por los resultados.