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El legado de Diego Maradona: Como técnico también supo darle épica a la Selección

Maradona, durante el inolvidable festejo de gol en el Monumental tras el gol de Palermo Getty Images

Nací 1528 días después del Mundial 86. El Mundial de la Argentina. El Mundial de Diego Armando Maradona. El Mundial del mejor gol de todos los tiempos y de la mano de Dios. EL MUNDIAL, así, en mayúsculas.

De Maradona como futbolista casi no tengo recuerdos. El único partido suyo que vi en vivo y en directo fue el de su despedida en La Bombonera en 2001, pero yo tenía 11 años y no entendía nada. "¿Qué quiere decir con que la pelota no se mancha, Ma?, le pregunté a mi vieja. No me acuerdo cuál fue su respuesta. O si hubo alguna explicación.

No grité goles del Diego. Si canté La mano de Dios de Rodrigo en todas las fiestas de mi adolescencia. Bailé e hice pogo en el estribillo hasta el cansancio. "A poco que debutó Marado, Marado, la Doce fue quien coreó, Marado, Marado, su sueño tenía una estrella, llena de gol y gambetas"... ¡¡GRANDE DIEGO!!, gritábamos y volvíamos a saltar y a empujarnos y a celebrar la canción y la figura de Maradona como si todos los conociéramos y lo hubiéramos visto jugar.

Me hubiese encantado ser más contemporánea al Diego jugador, pero el Diego entrenador también tuvo su épica maradoniana con la Selección Argentina. Y eso me marcó para siempre. El recordado chapuzón en El Monumental y el gol de un Loco en el Mundial de Sudáfrica 2010. Ambas historias tienen un mismo co-protagonista: Martín Palermo.

Por más que como hincha confesa de Boca Juniors, Palermo siempre fue uno de mis ídolos, debo reconocer que mi idea de él como futbolista xeneize difería mucho de la de él como jugador de selección. A mis diez años, lo único que sabía de Palermo con la albiceleste es que había errado tres penales en un mismo partido en una Copa América porque lo había leído en el libro Guinness de récords mundiales. Lo que sucedió después fue todo gracias a Diego y su fe en Palermo.

Maradona asumió como entrenador de la Selección Argentina en octubre de 2008, tras la renuncia de Alfio Basile. Un año más tarde, en septiembre de 2009, le tiró la primera asistencia a Martín Palermo: lo volvió a convocar tras 10 años de ausencia del delantero en la Selección Argentina. Le dio otra oportunidad. Le entregó no solo la camiseta número 18 celeste y blanca, sino que le dio también un lápiz y un papel para que cambiara su imagen con el conjunto nacional o escribiera un nuevo capítulo en su vida: Palermo hizo ambas cosas.

El 10 de octubre de 2009, Argentina se enfrentó a Perú en la anteúltima fecha de las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica 2010. Necesitaba ganar para no quedarse afuera. Empezó 1-0 arriba con gol de Higuaín, pero Perú lo empató a los 89 minutos. Y después, como dijo Diego Maradona en conferencia de prensa, "y después un milagro más de San Palermo que nos deja una vida más…"

En la última jugada del partido, el Pocho Insúa pateó un córner, la pelota le cayó al Fideo Di María, Di María la metió en el área chica, la redonda volvió a los pies de Insúa, el Pocho pateó al arco, y en el segundo palo, y bajo un diluvio universal, Palermo la empujó al fondo de la red. No sé cómo corrió el Diego cuando se consagró campeón del mundo, pero debe haber sido similar porque de la emoción salió disparado hacia el centro de la cancha y después de dar vueltas en círculos como los perros cuando están muy felices, se tiró de cabeza sobre el pasto mojado y la panza le rebotó en el charco y el corazón seguro también.

Y yo, que estaba en el sillón de la casa de mis viejos, salté de una forma alocada y me abracé con mis hermanos e hice también la del Diego y la de todos los jugadores de la selección: corrí por varios minutos abajo de la lluvia en cualquier dirección para canalizar la emoción de un triunfo maradoniano que nos permitía seguir vivos con la ilusión de participar en un nuevo Mundial. Y de ir con Diego Maradona como DT.

Y LLEGÓ SUDÁFRICA 2010
Argentina finalmente se clasificó y viajó a disputar la Copa del Mundo en Sudáfrica. Maradona llevó a Palermo. Palermo jugó su primer Mundial con 36 años. Un tal Messi, otro tal Agüero, un Pipa Higuaín que en ese entonces jugaba en el Real Madrid, un Carlitos Tevez que estaba en Manchester City, un Diego Milito en el Inter italiano, eran los otros delanteros convocados por Maradona y con quienes Palermo -en ese momento en Boca Juniors-, competía por el puesto.

Tras un comienzo muy bueno de la selección (1-0 a Nigeria y 4-1 a Corea del Sur), al equipo nacional le tocaba jugar la última fecha de la fase de grupos ante Grecia. Con la clasificación ya asegurada y con el marcador 1-0 a favor, Diego mandó a Palermo a la cancha en lugar de Milito. Quedaban diez minutos por jugar. ¿A quién le alcanza con solo diez minutos para romper récords y marcar un capítulo increíble en la historia de los Mundiales? Al Titán, al Loco, al Optimista del Gol, a Martín Palermo.

En el minuto 89, y tras una gran jugada de Messi que disparó de zurda al arco, Palermo agarró el rebote y con la cara interna de su pierna derecha, la de palo, la cruzó directo al gol.

Y supongo que Diego no se tiró de panza al piso como en El Monumental porque ese día no había lluvia y porque estaba de traje, pero yo sí me tiré del sillón al piso y pataleé de la emoción. Y Palermo, que tenía una sonrisa tan grande que excedía los límites de su cara, corrió a abrazarse con Maradona. Fue una hermosa muestra de amor, de respeto, de gratitud.

"Esto es único, esto es impagable, estoy agradecido eternamente a Diego, me mantiene con ganas, peleando y sabiendo que hay tantas figuras por delante mío, pero uno siempre tiene la esperanza de poder estar", dijo Palermo todavía dentro de la cancha ni bien terminó el partido. Y cuando le preguntaron qué tan lejos podía llegar Argentina en el Mundial, respondió que iban a llegar lo más lejos posible. Y lo más lejos posible al final fue poco. Argentina perdió por goleada 4-0 ante Alemania en cuartos de final y se despidió de Sudáfrica.

Por ese gol a Grecia, Palermo rompió varios récords: quebró la racha de 80 años sin que ningún jugador de Boca Juniors convirtiera en un Mundial; fue el argentino más longevo en marcar un gol; y desde 2010 hasta 2018, guardó el récord de ser el futbolista debutante en un Mundial más viejo en marcar un gol con 36 años y 191 días.

Después de Sudáfrica, Diego dejó de ser el entrenador de la Selección Argentina. Su carrera como DT siguió en el Al Wasl y Al Fujairah de Arabia, Dorados de Sinaloa de México, y Gimnasia y Esgrima La Plata de Argentina, club al que aún dirigía cuando falleció a los 60 años, el pasado 25 de noviembre de 2020.

Como hincha fanática de Boca y de la Selección Argentina, me siento privilegiada por haber vivido algunas épicas maradonianas del Diego entrenador. Que haya sucedido con mi ídolo Martín Palermo como la cara visible del gol, le aporta un plus especial. Fue Diego el que eligió al Titán para que eso sucediera. Fue un Diego que como DT tuvo, por momentos, lo que tenía como jugador: la capacidad de ver antes que todos lo que podía pasar. Y de animarse a dar ese paso hacia adelante o esa gambeta a los costados, para que eso que podía llegar a suceder, finalmente sucediera.

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