En su último partido de la Copa en La Bombonera, Boca dejó escapar una chance valiosa para soñar con la séptima y, con el Superclásico en el medio, tendrá que luchar en Brasil si quiere meterse en la final de la CONMEBOL Libertadores.
Boca empató sin goles con Palmeiras en la ida de semifinales y culminó otro partido en deuda con el marcador. El equipo de Almirón jugó un buen primer tiempo, mereció anotar, pero en la segunda etapa se diluyó, se quedó sin minutos y con la salida de Valentín Barco apagó sus chances de sacar ventaja como local.
Como un patrón que se repite, Boca volvió a mostrar una cara que habilita a la ilusión con los pies del Colo como guía y otra, en la que no consigue cerrar los partidos y acaba con malas sensaciones. El joven de la cantera hizo su trabajo, fue el más peligroso otra vez y se transformó en la gran preocupación del equipo de Abel Ferreira mientras estuvo en cancha.
El 19 de Boca jugó suelto, sin demostrar ni el más mínimo respeto por el rival ni por la instancia que se disputaba. Fue una máquina de generar faltas por sus movimientos indescifrables y en sus despliegues estuvo la cuota de creatividad del Xeneize.
En combinación con Edinson Cavani, activo y ambicioso de a ratos, se generaron los riesgos para Weverton pero el gol no llegó. La escasez y la falta de efectividad ya son cosa seria para el equipo de Almirón, al que le cuesta definir los partidos sin importar cuanto lo merezca.
En la segunda etapa, con el reloj apretando, Boca empezó a diluirse. Las triangulaciones fueron cada vez más imprecisas y los ataques, cada vez menos incisivos.
Si Boca quisiera ser optimista podría decir que pudo dominar al rival de mayor jerarquía con el que se ha medido hasta ahora en la Copa Libertadores. Sin embargo, hay que admitir que Palmeiras fue un espectador, a la pesca de los errores y sin arriesgar nada en su visita a Argentina. Poco hizo la potencia brasileña en La Boca y se retiró conforme con un empate que le conviene de cara a la definición en Brasil.
Se vienen días difíciles para estar en los zapatos de Jorge Almirón, que tiene que mantenerse enfocado en conseguir la clasificación en San Pablo con River interfiriendo en el almanaque.
Con un buen resultado en la ida, Boca iba a jugar el Superclásico entregado al deber mayor, con cierta licencia para fallar. Nunca se quiere bajar la guardia ante el enemigo, pero la misión cumplida en la Copa le dejaba un margen para el error. Ahora Boca puede perderlo todo en cinco días y el DT tendrá que jugar sus cartas con inteligencia.