Saprissa fue letal en los momentos clave y silenció a un Cartaginés que tuvo la pelota, pero no la contundencia para pelear la semifinal
Saprissa le demostró a Cartaginés que las semifinales no se juegan, se ganan. En un Fello Meza encendido y con un ambiente que invitaba al brumoso a dar el golpe, el cuadro morado volvió a dejar claro por qué este tipo de instancias le pertenecen a los equipos con jerarquía y oficio.
Durante la previa, la narrativa favorecía a Cartaginés: “juegan más bonito”, “llegan en mejor momento”, “son más dinámicos”. Sin embargo, la tabla recordaba otra cosa: Saprissa fue segundo y los brumosos terceros. Y cuando la pelota rodó, esa diferencia se notó en lo único que realmente pesa: los goles.
Tres llegadas claras tuvo Saprissa en la primera parte… y dos terminaron adentro. Mientras Cartaginés dominaba la posesión y generaba presión, los morados aplicaron la vieja máxima de las semifinales: pegar primero y pegar fuerte.
Al 41’, una transición rápida terminó en el zurdazo de Mariano Torres —sí, el mismo que dudaba para jugar— desviado por Everardo Rubio hacia su propio marco. Y apenas tres minutos después, Kendall Waston apareció completamente solo para rematar de cabeza el tiro de esquina cobrado por el capitán morado. 0-2 en cinco minutos: un golpe al alma brumosa.
Paradójicamente, estos goles llegaron en el mejor tramo de Cartaginés. Había encerrado a Saprissa, había obligado a Esteban Alvarado a intervenir dos veces y había hecho creer al Fello Meza que el gol estaba por caer. Pero en semifinales, quien no anota en su mejor momento, lo paga.
Con dos tantos de ventaja, los morados administraron el juego. Hubo momentos de toque, control y hasta ole desde la gradería visitante. No era espectáculo: era control emocional y territorial.
Cartaginés descontó al 68’ por intermedio de Marco Ureña, pero el gol no cambió el guion. Saprissa siguió firme, sin desesperarse ni renunciar al orden que lo caracterizó toda la noche. Incluso tuvo opciones para el tercero en transiciones rápidas que Marvin Loría no logró definir.
Los blanquiazules intentaron con ímpetu, pero no con claridad. Saprissa cerró espacios, ganó los duelos clave y jugó como lo hacen los equipos que entienden la diferencia entre fase regular y semifinales.
Las 18 fechas ya no importan. El “juego bonito” tampoco. En semifinales, el margen de error es mínimo y Saprissa lo entendió perfectamente: fue más contundente, más maduro y más competitivo.
Cartaginés deberá ir al Ricardo Saprissa a buscar una hazaña. Saprissa, por su parte, hizo lo que suele hacer: convertir jerarquía en ventaja deportiva.
