Cuatro meses después de asaltar el Camp Nou y sentenciar el título de Liga en favor del Real Madrid, el Rayo Vallecano volvió a ser un dolor de cabeza para el nuevo Barcelona de Xavi, donde tan protagonistas hubo en el campo como en el banquillo.
Naufragó Jordi Alba, evitó el desastre Ter Stegen, se disolvieron Raphinha y Dembélé, aprobó Christensen y se desfondó Pedri, a la vez que Gavi mostraba una precipitación extraña. Pero entre todos, estos podrían ser considerados los tres principales del estreno liguero en azulgrana.
ROBERT LEWANDOWSKI Se tiene que esperar más del llamado a ser futbolista diferencial y estrella indiscutible del equipo. Lewandowski lleva más de una década marcando goles y ha superado los 40 en las últimas siete temporadas, razón por la que se entiende seguro que en el Barça mantendrá ese olfato goleador. Pero a un jugador como él se le debe exigir que marque el decisivo y en el momento necesario. Se movió bien entre líneas, remató cuando pudo (sin acierto) y perdió un tanto los nervios al verse sometido a un marcaje sin contemplaciones del que no supo salir airoso.
ANSU FATI En cinco minutos ya había creado más peligro real que Lewandowski. Revoltoso, atrevido, rápido e inteligente, entró como teórico extremo por la izquierda perose convirtió en una pesadilla sin posición fija, rematando con celeridad, intercambiando posiciones y mostrando que la lesión ha quedado atrás. Más aún, mostrando que debe ser mucho más que un recurso y que si se le consideró el jugador del futuro, ya de presente, mantiene esa personalidad que le debe dar una titularidad que, extrañamente, muchos no ven a corto plazo.
GERARD PIQUÉ Por su ausencia. Sentado en el banquillo, ni tan solo salió a calentar y vio como, con Araújo recolocado en el lateral derecho, su pérdida de galones queda evidente al quedar como suplente de Christensen y Èric García. Y aún falta el registro oficial de Koundé para convertir su reto en quien sabe si utópico. Catorce años después de su llegada al Barça desde Manchester y cumplidos los 35 empieza a contemplarse algo impensable: Gerard Piqué convertido en un simple suplente.