BARCELONA -- Leo Messi llegó a Barcelona, desde Ibiza, y se dirigió, solícito, al Camp Nou. Con el brazalete de capitán esperándole por segundo año, con su barba recién recortada, el semblante tranquilo, relajado pero consciente de que su presencia no representa lo mismo que antaño.
Hasta 2017 la capitanía, y el discurso, le correspondió a Iniesta. Ahora todos los ojos, oídos y corazones del barcelonismo están pendientes de él. De sus piernas y de su fútbol, por supuesto… Pero también de su palabra.
“Es difícil decir algo después de lo ocurrido la temporada pasada… Pero no me arrepiento de nada y vuelvo a decir lo mismo que entonces” se arrancó el crack argentino, convencido del discurso que, de pronto, encendió los ánimos de una hinchada que, como él, como el equipo, dejó atrás la depresión para instalarse en la ilusión.
“Confío en los entrenadores, en mis compañeros, en el equipo… en todos y no tengo ninguna duda de que todos juntos vamos a pelear otra vez por todo” expresó Messi, evitando hablar directamente de ‘la copa tan linda’ pero con un vocabulario rotundo y firme en el que se le entendió todo.
“La temporada pasada terminó siendo un poco amarga para todos… pero tenemos que darle valor a la Liga que conseguimos, la octava en once años que es muy importante y quizá hoy no se le da el valor que merece pero con el paso de los años nos daremos cuenta de lo difícil que fue hacer eso” resolvió, cada vez más seguro y directo en sus palabras.
“Pero este club siempre lucha por todo y este año no va a ser diferente. Estamos con ilusiones renovadas y muchas ganas” solventó, Messi, dueño absoluto de la situación, del micro y del club entero, se diría, por la contundencia con que se expresó.
Absolutamente distinto, en fondo y forma, del Messi que aquel 24 de agosto de 2005 vio su nombre en la pizarra. Valdés, Gabri, Puyol, Oleguer, Van Bronckhorst, Márquez, Van Bommel, Iniesta, Ronaldinho, Larsson… Y Messi. Ya sumaba 7 partidos oficiales de la anterior temporada, y hasta un gol que provocó que la hinchada empezase a sospechar el nacimiento de un ídolo.
En aquel Gamper ganó la Juventus por penalties y rompió de esta manera una racha de diez años de victorias consecutivas del Barcelona… Pero el trofeo Joan Gamper de 2005 puede adivinarse como el más trascendental de la historia porque aquel 24 de agosto Leo Messi se graduó en un Camp Nou cuya afición pasó de corear el nombre de Ronaldinho a estrenar, por todo lo alto, el de su nuevo héroe. Hace 14 años nació el mito.
“En un momento que se detuvo el juego me acerqué a Rijkaard y le pedí que me lo prestase para la Juventus. Totalmente en serio, sí… Cuando le vi en el campo entendí al instante que era un jugador especial, que ya hacía cosas que no podían los demás.
Fue un descubrimiento espectacular”. El autor de estas palabras fue Fabio Capello, años después de aquella cita, cuando dirigía a la Vecchia Signora y descubrió, como todo el mundo, que en el Barça había nacido una nueva estrella.
Al cabo de los años Messi no es un novato. Ni tampoco un crack al uso ni una estrella consagrada. Es el dueño del corazón del Barça. Con el balón. Y con la palabra.