Durante el pasado fin de semana, Real Madrid y Barcelona estuvieron unidos por sus prodigios adolescentes.
El club blanco, gracias a su brillante joven figura, el brasileño Vínicius Junior de 19 años, quien desbordó a tres rivales hechizados del Atlético de Madrid que se dirigieron hacia él, con un pase mágico con el cual Ferland Mendy pudo otorgar la oportunidad a Karim Benzema de anotar el gol de la victoria. En el caso del Barça, campeón defensor (a punto de ser depuesto), sus seguidores oraron en señal de agradecimiento por la presencia de Ansu Fati, de 17 años, cuya enorme precocidad sigue imponiendo nuevos récords para el Camp Nou, LaLiga española y la Champions League. Su doblete aseguró tres preciosos puntos contra un Levante que debió haber empatado y pudo bien haber obtenido la victoria en el Camp Nou por primera vez en su historia.
Sin embargo, los clubes dominantes de España se encuentran sumamente divididos con respecto a este tema. Se encuentran en dos caras de un argumento con respecto a cómo se debe fomentar al talento joven, si bien colocar en venta a recursos tan preciosos, cómo llevar a los prodigios prometedores a alcanzar la madurez y si la desenfrenada búsqueda de trofeos y la constante rotación de figuras en las nóminas permite tiempo suficiente para desarrollar a un joven jugador a cabalidad.
Pongámoslo de esta forma: durante una semana en la cual el Barcelona, que hasta hace poco eran los reyes absolutos del desarrollo de canteras, decidió prescindir de cinco jugadores incipientes sin mostrar mayor intención de recuperarlos, el Real Madrid mantuvo su ventaja de tres puntos en el primer lugar de la liga ibérica utilizando a un grupo de jugadores exitosamente desarrollados por ellos, de una forma que parece no existir a criterio de los directivos del Barcelona.
Entre los titulares del Madrid en su enfrentamiento contra sus rivales colchoneros se encontraban Casemiro, Dani Carvajal y Federico Valverde, quienes cumplieron con sendos periodos de pasantía lejos del majestuoso Santiago Bernabéu o el extenso complejo de Valdebebas que se puede ver a la derecha al salir del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Casemiro fue despachado al Porto (donde, a sus 21 años, disputó 40 compromisos y clasificó a cuartos de final de Champions League bajo las ordenes de Julen Lopetegui), Carvajal llegó al Bayer Leverkusen (con 36 cotejos y una clasificación a Champions), mientras que Valverde pasó la temporada 2017-18 en el Deportivo de La Coruña (al final de su estadía tuvo como técnico al cuatro veces ganador de la Champions League Clarence Seedorf donde él y el club gallego descendieron a segunda división).
Sumemos el hecho que Lucas Vázquez y Marco Asensio pasaron los torneos 2014-15 y 2015-16, respectivamente, con el Espanyol (sumando aproximadamente 80 apariciones entre ambos) con la clasificación del primero a semifinales de la Copa del Rey y la política madridista queda en plena evidencia.
Entre Vázquez, Carvajal y Asensio sumamos 13 medallas de campeón de la Champions League, par de goles en finales de Champions, una asistencia en la final y un penal convertido en la tanda que definió la final de 2006. Independientemente si trazamos o no una línea directa que vincula las experiencias ganadas por este grupo de jugadores en Westfalia, Cataluña, Oporto o Galicia con esta catarata de éxitos que ha disfrutado el Madrid en su torneo más cotizado; Casemiro, Carvajal, Lucas, Asensio y Valverde representan recursos que fueron descubiertos siendo muy jóvenes, para ser fomentados para llegar a rendir dividendos sumamente altos. Valverde, quien apenas tiene 21 años, comienza a establecerse dentro del primer equipo de la Casa Blanca, pero probablemente sería el cuarto o quinto nombre elegido por Zidane a la hora de conformar su convocatoria para un encuentro importante. Además, se ha convertido en el absoluto favorito de la hinchada en el Santiago Bernabéu.
Obviamente, a menos que hayan pasado un buen tiempo en Júpiter o Marte, estarán plenamente conscientes de que esto representa un dramático viraje con respecto a la situación vivida no hace muchas temporadas, cuando el Barcelona (que se enfrentará este jueves al Athletic de Bilbao en cuartos de final de la Copa del Rey, 2:55 p.m., con streaming en vivo por ESPN+ en Estados Unidos) no solo presumían de contar con un grupo de talentos formados en su sistema, llegando a colocar un equipo con 11 canteranos contra el Levante en 2012. De esa alineación, tras el reemplazo de Dani Alves por parte de Martin Montoya, ocho se convirtieron en ganadores del Mundial de Fútbol, campeones de la Eurocopa (o ambos) o medallistas de oro en Juegos Olímpicos. Mencionar toda la suma de sus trofeos obtenidos con clubes y selecciones nos tomaría el espacio restante de la presente columna; por ello, conformémonos con aceptar que estos prodigios virtuosos (Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Lionel Messi, Carles Puyol, entre otros) conformaron una de las camadas más grandes producidas por cualquier club en la historia del balompié.
Y esa es la razón por la cual esa túrgida, chapucera y eventualmente reñida victoria sobre el Levante, producida poco más de siete años después, causa que este tema salga a la palestra.
Durante esos años en transición, el Madrid (que recibirá la visita de la Real Sociedad en cuartos de final de la Copa del Rey este jueves a las 12:55 p.m. hora del Este, con streaming en vivo por ESPN+ en Estados Unidos), tal como detallamos anteriormente, han encontrado formas de contratar, madurar e integrar jugadores provenientes de su cantera. No obstante, en los días previos al domingo récord de Ansu (actualmente no sólo es el goleador más joven en la historia de la Champions League, es el más joven en la historia de La Liga española en anotar dos tantos en un mismo partido), fuimos testigos de esa expulsión masiva de talento joven desde el Camp Nou hacia todos los destinos posibles del balompié europeo. Carles Pérez (Roma), Carles Aleñá (Real Betis), Moussa Wague (Niza), Jean-Clair Todibo (Schalke) y Abel Ruiz (Braga) fueron todos enviados en préstamo. Una diferencia clave con lo vivido por Casemiro, Valverde, Vázquez, Asensio y Carvajal radica en que el Barcelona entregó a sus talentos en ascenso con opciones de compra por parte de sus nuevos clubes, sin intenciones reales de traerles de vuelta a la capital catalana. Esto contrasta radicalmente con la filosofía madridista, de utilizar sus préstamos para que estos jugadores que no estaban del todo listos para hacer vida con el primer equipo merengue, aunque con futuros evidentemente prometedores, maduren y ganen invalorables experiencias.
Se ha hablado mucho del hecho que el Barcelona, un club para el cual, a criterio de Johan Cruyff, padre fundador de su filosofía moderna, solía decir que la edad era irrelevante y que “solo importaba el talento”, contaba apenas con 14 jugadores en plenitud de condiciones para conformar su primer plantel el pasado fin de semana. Es cierto que un Riqui Puig acompañado de mucha expectativa y evidente promesa aportó un puñado de momentos dignos del primer club el pasado domingo y que Alex Collado (quien tentativamente es mejor prospecto que Puig) terminó como suplente; pero si se tiene la opinión que el Barcelona aún cuenta con una estrategia con respecto a qué hacer con talentos que han llegado a edades comprendidas entre 18 y 21 años pero que no son titulares indiscutibles para el primer equipo, o si creen que Todibo, Pérez y Aleñá no pueden conformar el once titular de Quique Setién en una docena de oportunidades entre hoy y el mes de mayo, pues forman parte de una minúscula minoría.
Adicionalmente, ¿han prestado atención? Hasta en una revisión muy somera del grupo de jugadores que el Madrid ha prestado a otros equipos, entre los cuales cosecharán frutos durante los dos veranos siguientes, la cantera de la Casa Blanca se muestra firmemente superior a la fábrica de talentos del club Blaugrana, la mítica Masía.
En estos momentos, los evaluadores de talento que entregan sus informes a Zinedine Zidane (y a su empleador, el presidente madridista Florentino Pérez, con quien las relaciones están ligeramente afectadas debido a sus desacuerdos con respecto a la forma en la cual se debe reaprovisionar el mediocampo) han enviado partes llenos de optimismo desde Alemania, Mallorca y el País Vasco. El proyecto de reclutar lo mejor de lo mejor entre los futbolistas de 16 y 17 años de todo el mundo, una pasión de Florentino, parece rendir grandes éxitos (con Vinicius, Rodrygo y tentativamente Reinier como ejemplos), aunque ya cuentan con algunos benjamines que golpean a la puerta del Bernabéu, gritando: “¡Déjenme volver a casa!”
Martín Odegaard, con apenas 21 años, ha sido una de las estrellas de la temporada liguera con la Real Sociedad. Takefusa Kubo (caso similar al de Vinicius) decidió jugar con el Madrid en vez del Barcelona y se muestra como un sorprendente talento con el Mallorca. Achraf Hakimi ha sumado aproximadamente 60 apariciones con el Borussia Dortmund, ha cambiado posiciones, consiguió una notable habilidad goleadora y se apresta a ganar el título de la presente campaña de la Bundesliga y solo cuenta con 21 años. Existen tantos otros (demasiados para hacer una lista); pero si bien el Madrid podría decidir negociar a algunos, cada uno de los futbolistas antes mencionados ya parecen contar con una atracción magnética que podría motivar al Real Madrid a traerlos de vuelta a su patio en las venideras temporadas. Cuentan con mucha calidad y ahora ya tienen experiencia y madurez en su haber.
¿Qué hay del Barcelona? En estos momentos, es difícil decir cuáles son sus ideas. ¿Quién es el responsable de tomar estas decisiones? ¿El DT que apenas desempaca sus maletas? ¿El presidente a quien le queda año y medio de mandato antes de ser obligado a entregar el mando? ¿Eric Abidal, el director deportivo que necesitó de una reunión aclaratoria con el presidente Josep Bartomeu durante el fin de semana con el fin de definir si él o Ramón Planes está verdaderamente a cargo de la planificación de los recursos deportivos?
Mientras tanto, existen jugadores que hacen pensar “¿Por qué demonios no sigue jugando en el Camp Nou?”, tales como Marc Cucurella y Adama Traoré, que siguen mostrando sus condiciones con éxito dentro de clubes que saben bien como pulir diamantes en bruto. Cada uno de estos jovencitos es egresado de La Masía, que fuera famosa por la calidad de su producción; pero los culés no pudieron conseguir un puesto durante el pasado verano (o el anterior) para Cucurella, cuyas hazañas primero con el Éibar y ahora con el Getafe hacen parecer las decisiones de los ejecutivos blaugranas todo un chiste.
No desarrollar talentos es una cosa. Desarrollar talentos para después ser incapaces de reconocer la calidad que tienen en frente constituye otra clase de miopía. Una clase horrenda.
Traoré sigue arrasando con todos (quizás de forma literal) con el Wolverhampton y partió del Barcelona, a pesar de haber contado con una supuesta seguridad sobre su permanencia, debido a lo que él denomina como “malentendido”. Estoy seguro de que los Wolves están aullando de felicidad por esa metida de pata del Barça.
La conclusión es la siguiente: el Madrid parece destinado a arrebatarle al Barcelona el título de Liga esta temporada, por segunda ocasión en un lapso de 12 años. Con respecto a la hipotética corona de “Reyes del Fomento y Desarrollo del Talento Joven”, pues bien, la Casa Blanca le quitó ese trono al club blaugrana hace muchísimo tiempo.