BARCELONA -- Al Real Madrid campeón en las primeras cinco ediciones de la Copa de Europa, la hoy conocida como Champions League, le eliminó el Barcelona en los octavos de final de la temporada 1960-61 una inolvidable noche de noviembre de 1960 que le derrotó por 2-1 en el Camp Nou.
Aquel fin del reinado del Madrid de Di Stéfano en el continente convirtió al Barça en el gran favorito para sucederle en el trono… Pero el sueño desembocó, el 31 de mayo de 1961, en pesadilla.
Aquella final de Berna es recordada en el imaginario azulgrana como la primera gran derrota de su historia, el día que pudiendo tutear al Madrid acabó provocando la puerta de entrada a la peor etapa deportiva del club, que se prolongaría por 14 años, los que pasaron entre su último título de Liga, en 1960, al logrado en 1974.
Es la final recordada como la de ‘los postes’, en la que el Barça llegó a estrellar tres remates en los postes de la portería del Benfica. Cuatro balones al palo en tres disparos. Delirante. Fue la última actuación como barcelonista del genial Luis Suárez, vendido una semana antes al Inter de Milán por la entonces alucinante cantidad de 450 mil dólares en un traspaso tan nefasto deportivamente como indiscutible para salvar las cuentas de un club hundido en la miseria tras la construcción del Camp Nou. Fue el último partido de Ramallets (el hasta entonces mejor portero de la historia de la entidad) y de Kubala (su mejor futbolista histórico). Fue el final dramático de un equipo maravilloso.
Clasificado para la final tras un desempate frente al Hamburgo alemán, el Barça dominó ampliamente al Benfica en Berna. Aún no había llegado Eusebio al equipo portugués y la superioridad azulgrana era un hecho que se trasladó al campo, donde su superioridad fue manifiesta. Y la desgracia también.
A los 20 minutos Sandor Kocsis marcó el 1-0 para el Barça, cómodo en su dominio y desconocedor de lo que se le venía encima. Ocurrió que a la media hora, en una de sus pocas internadas, el Benfica empató tras una mala salida de Ramallets que dejó solo a Aguas para rematar. Y ocurrió que apenas tres minutos después un balón colgado al área azulgrana lo rozó Gensana hacia atrás de cabeza y el portero barcelonista, cegado por el sol, no acertó a rechazarlo, tocándolo apenas desviándolo hacia su portería. La pelota tocó en el palo y botó en la línea… Pero el árbitro concedió el gol ante las protestas desesperadas de Ramallets.
EL DESASTRE
De pronto el Barça estaba por detrás en el marcador. Y así volvió tras el descanso, enfurecido con Kubala, con Suárez, Czibor, Evaristo y Kocsis. Una delantera de ensueño que puso cerco sin descanso a la portería de Costa Pereira. Pero a los nueve minutos de ese segundo tiempo un soberbio obús de Coluna vuelve sorprender al portero del Barça y pone el 3-1 en contra, provocando ya una ansiedad indiscutible.
A partir de ahí la desgracia se vistió de azulgrana. El Benfica sobrevivió encerrado en su área con rechaces imposibles, rebotes impensables… Y en lo más inverosímil, la ayuda de los postes, esos malditos postes cuadrados que ya habían condenado a la Hungria de Kocsis y Czibor en la final del Mundial de 1954 disputada ante Alemania en el mismo escenario.
A los 68 minutos un balón perdido en el área tras un mal rebote quedó manso para el remate a placer, de cabeza, de Kocsis… Quien incomprensiblemente lo estrelló en la madera. Tres después Kubala lanzó una volea rasa espectacular desde el borde del área. El balón dio en el poste derecho, recorrió toda la línea de gol hasta rebotar en el izquierdo y salió lentamente para ser agarrado sin más por el alucinado meta portugués. Dos palos en un mismo remate.
Czibor marcó el 3-2 en el minuto 75 y desde ahí el asedio ya fue tan desordenado como absoluto. Se entendía que a pesar del papel milagroso de Costa Pereira el empate estaba cantado… Hasta que pasado el 80, y tras una magnífica jugada colectiva, el propio Czibor se encontró con el balón en el punto de penalti, rematando raso y ajustado… al poste.
La desgracia mayúscula. El Barça acabó perdiendo un partido que pasó a la historia como la Final de los postes, que tiempo después dejaron de ser cuadrados por decisión de la FIFA. Para entonces Luis Suárez ya jugaba en el Inter de Helenio Herrera, Kubala había sido despedido como entrenador del Barça en su primera etapa, antes de volver a jugar con el Espanyol, y Ramallets se había retirado.
FINAL Y PRINCIPIO
El Benfica se convirtió en el primer campeón de Europa distinto al Real Madrid y en el primer equipo campeón con un once completo de jugadores nacionales. Un año después revalidaría el título en Amsterdam (ya con Eusebio) imponiéndose en la final por 5-3 al propio Real Madrid y perdería la de 1963 (2-1) ante el Milan en Wembley, agobiado por la maldición de Bela Guttman, su entrenador triunfador y que dejó el club portugués tras el éxito de 1962 al no ser renovado por sus ambiciones económicas.
“El Benfica, sin mí, nunca volverá a ganar la Copa de Europa” proclamó el técnico. Y el Benfica, desde entonces, perdió las cinco finales que disputó (1963, 1965, 1968, 1988 y 1990).
Para el Barça, sin embargo, aquella sentencia del técnico húngaro no supuso ningún consuelo porque ya estaba inmerso en el túnel que significó la década de los 60. El equipo azulgrana vivía en 1961 el final de un ciclo especialmente brillante, el de la década de los 50 que acabó abruptamente con el despido un año antes de Helenio Herrera, precisamente tras ser eliminado su equipo por el Madrid en la semifinal de la misma Copa de Europa.
La temporada fue un desastre, solo salvado por el torneo continental, que alimentaba esa sensación de final de etapa. La Liga había acabado un mes antes, con el Barça clasificado en cuarto puesto a nada menos que 20 puntos del Madrid, en una lucha de la que ya se había despedido en la primera vuelta.
En febrero le había eliminado el Hibernians escocés en los cuartos de final de la Copa de Ferias (era el campeón en vigor) y la última semana de mayo cayó en los octavos de final de la Copa del Rey (entonces llamada del Generalísimo) a manos del Espanyol, ganador por primera vez en el Camp Nou después de caer en sus primeras cuatro visitas al nuevo estadio barcelonista.
Como ocurriera al cabo de 25 años, en 1986, nada parecía importar teniendo enfrente la posibilidad de ganar la Copa de Europa. Pero si la cruz de los penalties derrumbó en Sevilla al equipo de Schuster, los postes cuadrados, malditos postes cuadrados, acabaron con su sueño en aquel 1961 del que se cumplen este 31 de mayo 59 años.