El gol se le volvió a resistir a Leo Messi por segundo partido consecutivo.
El astro argentino del Barcelona celebrará este miércoles su cumpleaños 33 con una duda, la misma del barcelonismo en pleno: ¿qué le pasa a este Barça, que no sabe si va o viene, que juega al ralentí y en el que sus compañeros, la práctica totalidad de ellos, se muestran en el terreno de juego como fantasmas, tristes figuras muy alejadas de lo que se debería esperar de ellos?
Este Barça da la sensación de acercarse al final de una generación.
Seis de los 11 jugadores que dispuso Setién en el cuadro titular contra el Athletic sobrepasan los 30 años y sólo uno, Arthur, tiene menos de 24. Curiosamente, el brasileño es el jugador señalado a menudo como posible traspaso.
Este es un Barça que no ofrece continuidad y que se aferra demasiado a menudo a la genialidad de Messi para sobrevivir. El capitán, quien suma 26 goles y 19 asistencias, ha intervenido directamente en la mitad de los 89 goles que tiene el equipo azulgrana este curso y ante el Athletic, otra vez, fue quien sirvió el pase providencial para que Rakitic rompiera la igualada.
Al entenderse lógica la trascendencia de Leo en el Barça, lo sería en cualquier equipo, no se comprende el papel tan triste que se multpilica a su alrededor. Suárez, Griezmann, Vidal, Arthur, quienes debieran darle apoyo en el juego ofensivo, repitieron una actuación insulsa y sólo el nervio de Rakitic (32 años) provocó un cambio de guión en el resultado.
Un cambio que se comprendió por la agitación que motivó la entrada de Riqui Puig, futbolista especial y diferente, descarado y a quien no asusta tomar la responsabilidad., jugador que, al ver el presente del Barça, se entiende mucho más fundamental de lo que ha sido.
Habrá que ver si el entrenador tomó nota de lo sucedido este martes.
El domingo, en Vigo, Busquets no podrá jugar ante el Celta por sanción y será interesante descubrir la decisión que pueda tomar Setién, quien, ante el Athletic, pudo ver que durante casi una hora, el Barça, cada vez más veterano, necesita sangre nueva, quizá tanto como conquistar títulos.
La buena, Quique Setién se involucra
Cierto es que si a Quique Setién se le pudo reprochar su poco intervencionismo en Sevilla, esta vez sí metió mano en el equipo cuando, comenzada la segunda parte, se hundía en la mediocridad y parecía incapaz de poner en peligro la portería de un Athletic que empezaba a abrazar la posibilidad de enlazar su quinto enfrentamiento sin perder ante el equipo azulgrana.
Setién resolvió dar entrada a Riqui Puig por Arthur, quien no traslada al terreno de juego su discurso de compromiso con el club, y el canterano le devolvió el brío al juego.
No mucho después, el entrenador volvió a mover piezas con la entrada de Ansu Fati e Ivan Rakitic y esta vez, los cambios provocaron que se pasase de la desesperanza a una pizca, no demasiada, de ilusión.
Riqui movió el balón con tino, Messi tuvo un acompañante certero y Ansu multiplicó la velocidad, a la vez que Rakitic, incansable, acabó por encontrar el premio con el gol.
De los males, el menor, aunque para nada un triunfo para mostrar algún tipo de euforia.