BARCELONA, España - Permítanme recordarles una estadística relativa al Clásico español, que es absolutamente desconcertante y que parece ser mencionada por pocos.
El Real Madrid es, libra por libra, el club más exitoso y prestigioso de la historia del fútbol mundial. No hay duda de ello. No se trata de que han ganado la mayor cantidad de títulos de liga española por amplio margen (34, contra los 26 del Barcelona); sino que han ejercido un contundente dominio sobre el continente futbolístico más poderoso, desde la invención de la Copa de Europa en la década de 1950.
Bien sea el férreo régimen impuesto por los merengues con cinco Copas de Europa consecutivas alzadas entre 1956 y 1960; la épica edad media ocurrida entre la redención vivida en 1998 y el que quizás sea el gol más grande jamás convertido en una final de Champions League (la volea de Zinedine Zidane en 2002), o el primer hat trick de victorias (2016-18) desde que el Bayern Munich lo lograse entre 1974 y 1976, el Real Madrid ha escrito grandes historias en el fútbol y estampa su rúbrica por todo el continente, cosechando frutos por doquier.
Por ende, debemos tomar en cuenta lo siguiente: el Real Madrid, esta superpotencia futbolística, solo ha retenido el título de liga española en una ocasión... es cierto, por favor revisen su vista... UNA VEZ en los últimos 30 años.
Ésta es, precisamente, la competición que muchos futbolistas y directores técnicos enfatizan, una y otra vez, como el premio más significativo. Ese esfuerzo de 38 semanas; una prueba de fuego, no sólo a los presupuestos o destrezas, sino una muestra de empuje, determinación, carácter, suerte y mentalidad endemoniada. La misma competición que Zidane expresó haberle dado "mayores satisfacciones" al haberla alcanzado.
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Desde 1990, el equipo merengue ha obtenido el título de liga en 1995, 1997, 2001, 2003, 2007, 2008, 2012, 2017 y 2020. Sin embargo, con la excepción de los triunfos consecutivos alcanzados por Fabio Capello y Bernd Schuster entre 2006 y 2008, las conquistas ligueras del Real Madrid han sido sucedidas por Deportivo de La Coruña, Valencia, Atlético o Barcelona, quienes les han arrebatado el honor en distintas ocasiones. ¿Qué dice el refrán? ¿Que es más fácil alcanzar la cima que permanecer allí? A priori, éste era su año. La oportunidad de acabar este funesto historial era simplemente atractiva: Barcelona y Valencia se encuentran en distintos estados de crisis; el Atlético de Madrid lucha por quedarse con los servicios de Jan Oblak y Jose Gimenez sin contar con un presupuesto para reforzar su plantilla, junto con la partida de Thomas Partey rumbo a Londres; un Sevilla amenazante, aunque sin experiencia alguna en ganar el título de Primera División española desde 1946.
No se trata de una Liga presta para ser reclamada por el Madrid. Ciertamente, es una oportunidad dorada para remover una mancha que afea su brillante historial y retener la corona.
Adelantamos la película y llegamos al presente. Estamos a pocos días de presenciar el primer Clásico español de la temporada; ciertamente, el Madrid se encuentra a un punto del liderato, habiendo jugado menos partidos que el actual líder, ubicándose por encima de sus tradicionales rivales Atleti y Barça, cada uno con un partido en su haber.
A pesar de ello, el plantel de Zidane ha deteriorado sustancialmente su nivel, pasando de jugar forma bastante discreta en las primeras semanas del torneo, a desplegar un fútbol absolutamente atroz contra un Cadiz recién ascendido, perdiendo 1-0 en condición de local el pasado fin de semana. Tal como lo admitió el orgulloso francés, todo un imán para el éxito como futbolista y director técnico, sumamente abatido en la rueda de prensa pospartido: "Si [el Cádiz] nos mete dos o tres goles en la primera parte, no pasa nada. No hay excusa". Y estamos hablando de un modesto club andaluz, que nunca había vencido al Real Madrid como visitante en su historia y que había probado por primera vez las mieles de jugar fútbol de primera división en 1977.
Después de ese resultado, el Madrid tuvo una actuación muy cercana a la humillación, cayendo 2-3 a manos del Shakhtar Donetsk en su primer partido de fase de grupos de Champions League, disputado en la tarde del miércoles. La tendencia sostenida, a pesar de lo que puede leerse en la tabla de posiciones de La Liga, es que los jugadores del Madrid, en líneas generales, se muestran hastiados, sin suficiente compromiso para asumir el duro trabajo que les hizo un equipo formidable en su ámbito nacional durante la pasada campaña.
De ser un equipo poderoso, a generar lástima, todo en cuestión de pocas semanas. Existen excepciones, y el diagnóstico no es del todo sombrío; pero el Clásico de este sábado, a disputarse en el Camp Nou, llega en un mal momento. Parte de la aparentemente alérgica reacción del Madrid a ganar el título de liga española se debería, en primer lugar, a que tienen un terrible hábito de jugar el primer Clásico de sus temporadas de defensa del título con un nivel sumamente mediocre.
De hecho, la Casa Blanca no ha ganado su primer Clásico como campeona reinante desde diciembre de 2007. Fue un triunfo contundente, en el Camp Nou, con un encantador zapatazo de Julio Baptista que dejó sin opciones a Victor Valdés como emblema. Eventualmente, el Madrid aseguró su segundo título de Liga consecutivo pocos meses después. Sin embargo, aquel triunfo sirvió para desencadenar un torbellino de nuevas ideas futbolísticas, personalidades y filosofía de juego en el Camp Nou: Joan Laporta comenzó a tentar a Pep Guardiola para asumir la dirección técnica poco tiempo después que el remate de Baptista rompiera la malla... pero esa es otra historia totalmente diferente.
Un Clásico que se juega en la Fecha 7 del campeonato, a mediados de octubre, no puede ser denominado "crucial para ganar el título", o un momento definitorio para la campaña del Barcelona o el Madrid. Independientemente de ello, un triunfo en condición de visitante para la atribulada plantilla de Zidane representaría un importantísimo primer paso para alejarse de esa tendencia de debilitarse en sus torneos de defensa del título, que ya lleva tres décadas vigente.
Si se sufre la derrota, ciertamente habrá tiempo para reagruparse, recobrar espacios y terminar con el trofeo; no obstante, un triunfo tendría un significado sicológico ineludible: sería positivo para los campeones reinantes y perjudicial para los pasos de bebé que comienzan a dar Ronald Koeman y su banda de jóvenes talentosos en el Barcelona.
A menos de que sea un apasionado hincha culé, podría argumentar que si el Madrid juega a toda velocidad, si la mayoría de sus veteranos jugadores se acercan a su mejor nivel, la reformulación de la plantilla blaugrana por parte de Koeman y su audaz decisión de confiar en la capacidad y méritos, independientemente de la juventud, podría toparse con un inmenso obstáculo. Al menos, temporalmente.
Indudablemente, el Barça está trabajando más duro, se muestra menos displicente, hasta menos desinteresado, en comparación con la era de Quique Setién. Durante diversos tramos del partido contra un débil Villarreal, durante la victoria sobre el Celta en Vigo con 10 hombres en la cancha, en varios momentos del primer tiempo de la derrota 1-0 contra Getafe y la mayor parte de la paliza 5-1 propinada al Ferencvaros en Champions, el Barcelona ha sido un equipo verdaderamente entretenido.
Los culés se encuentran montados sobre una gran oleada de frescura, ímpetu, trabajo fuerte, inventiva y audacia; con la presencia de Sergiño Dest, Pedri, Francisco Trincao, Ansu Fati y Ronald Araujo, incluso con un ausente y misteriosamente adormecido Ousmane Dembélé. Poco a poco, Frenkie de Jong desempolva su arsenal de destrezas, Lionel Messi ya no anda con el ceño fruncido, dentro de poco veremos a Miralem Pjanic luchando por despojar a Sergio Busquets de su puesto; mientras que Philippe Coutinho se ha convertido en un futbolista mucho más confiado e impulsivo desde que su reinicio en los campos de entrenamientos redundó en sus aportes a la campaña del Triplete del Bayern Múnich, durante su cesión en préstamo al potente campeón de Europa.
Sin embargo, existe un escenario en el cual cuatro chicos con edades de hasta 20 años (Trincao, Pedri, Ansu Fati y Dest) desempeñarán roles importantes en el compromiso contra el Madrid. Mismo caso de dos jugadores constantemente lesionados y ajenos al primer equipo: Junior Firpo y Dembélé.
Todo lo anterior constituye, en el calor de una batalla "sin cuartel", un riesgo de tamaño ineludible. Y Koeman ahora cuenta con un gran dilema, sopesando si Antoine Griezmann, quien no puede darse un respiro y probablemente no se sentirá confiado de atrapar una pelota de playa si se le arroja desde corta distancia, puede asumir la titularidad. El francés es un buen jugador, un buen muchacho, pero permanece a buena distancia de parecer convincente.
Por ello, si Zidane llega a colocar en la cancha un XI conformado por Thibaut Courtois, Dani Carvajal, Sergio Ramos, Raphaël Varane, Ferland Mendy, Luka Modric, Federico Valverde, Casemiro, Toni Kroos, Karim Benzema y Eden Hazard y todos muestran buena forma física, decente nivel futbolístico y su disposición a llenar el campo de agresiva competitividad, uno podría apostar que los merengues irán al Camp Nou para alcanzar la victoria. Pero el francés no podrá hacerlo. La situación dista mucho de ello.
El hecho que Casemiro y Courtois son, por amplio margen, dos de los tres futbolistas más importantes del plantel madridista (siendo Ramos el tercero) dice mucho. Este equipo de fútbol lleno de estrellas, que destila jerarquía por los cuatro costados, no cuenta aún con un jugador capaz de cortarnos la respiración. No es el caso de Benzema, ni el de Vinicius Jr. (aún) ni el de Hazard (¿cuándo será?) y ciertamente, tampoco es el caso del pobre delantero Luka Jovic, el del fichaje de los €60 millones, y quien hace ver al actual nivel de Griezmann como digno del Balón de Oro. No existe un mago creativo; menos, un incansable artillero con sed de goles.
Benzema es un diamante, pero se asemeja más a un gusto adquirido y actualmente, confronta problemas para alcanzar su mejor nivel; gradualmente, Vinicius comienza a incorporar inteligencia a su brío y juvenil fanfarronería; mientras que Hazard "explotará" pronto, según expresa Courtois, su compañero de equipo y paisano belga. Muy bien, quizás lo haga a mediados de noviembre, de acuerdo con las señales de humo que salen del campo de entrenamientos de la Ciudad Real Madrid en Valdebebas.
Definitivamente, ¿Ramos llegará al Clásico en forma? En lo personal, yo habría dicho que el capitán blanco jugará sin importar lo demás, pero ¿por qué siempre debe ser él, a sus 34 años, en su cualidad como el hombre con la perenne y más insaciable sed de triunfos en el Real Madrid, quien se ve obligado a efectuar la actuación del Séptimo de Caballería cuando los partidos amenazan con escurrirse entre los dedos?
Casemiro y Valverde siguen sacudiéndose el trastorno horario producto de sus viajes de ida y vuelta de 30 horas de duración desde Brasil y Uruguay, respectivamente; junto con la presión que conlleva jugar con las selecciones de sus países en el proceso de eliminatorias mundialistas de Suramérica. Pero es Toni Kroos quien me perturba. Durante toda la temporada, luego de haber dado una clase maestra sobre cómo ganar un título, el gran manipulador del mediocampo de origen alemán ha quedado rezagado frente a los balones perdidos, se muestra lento en la presión y desinteresado en correr para cubrir baches. Este Madrid no puede darse el lujo de tenerlo en ese nivel.
Además, este equipo no marca una cantidad suficiente de goles. Nada de goles asesinos cuando tienen ventaja, ni goles afortunados cuando están a poco de acariciar los triunfos; ni goles capaces de firmar un empate para salir del campo con lo justo; mucho menos, goles producto de balones que golpean el trasero de Benzema.
En los últimos 14 partidos de Liga jugados por el Madrid, tenemos ocho triunfos por la mínima diferencia, un empate 0-0 y una derrota por un tanto. Este es un equipo que camina perpetuamente por la cuerda floja. Esas victorias por un gol parecen ser obras de belleza deslumbrante, cuando se les mira únicamente como estadísticas: de todos modos, sirven para sumar tres puntos, al igual que una paliza 5-0 y le hicieron ganar el título de Liga al equipo de Zidane; no obstante, el margen de error, si las cosas se mantienen tal como se han desarrollado durante esta temporada, será demasiado pequeño. Que se hayan obtenido apenas tres ventajas por dos tantos en 14 partidos es un síntoma poco saludable para un club de la estatura del Madrid.
A pesar de ello, el Madrid sigue siendo un club lleno de talento y carácter y probablemente, sacarán a relucir algunas de esas atractivas facetas con sus gastados cerebros y piernas cuando vean rayas blaugranas frente a ellos este fin de semana. Cierto, el Barcelona tiene pies brillantes, se ve hábil y capaz; pero apenas la semana pasada, el Getafe mostró al Madrid cómo superarles a punta de músculo.
Si Koeman logra elegir bien su plantilla y juegan con un ritmo veloz y confiado, el Barça podrá llevarse el triunfo. Pero si Zidane quiere convertirse en el primer técnico madridista en 30 largos años en revalidar su título, el Madrid deberá salir a la cancha consciente de que "deben" quedarse con el triunfo.