DORTMUND (Enviado especial) – Mito derribado: presenciar una semifinal de Eurocopa, mezclado entre los hinchas de ambos equipos, ni siquiera es placentero para un neutral. La tensión se contagia y es constante la sensación de que algo (malo) está por suceder.
Ese vértigo, sin siquiera ser uno protagonista, genera incomodidad. De repente, lo que eran abrazos, fotos y camaradería en las calles, se transforma en burlas, provocaciones y peleas. ESPN.com presenció el partidazo que Inglaterra le ganó por 2-1 sobre la hora a Países Bajos desde una de las plateas del estadio de Borussia Dortmund, donde la intensidad de la cancha se trasladó a los espectadores.
Al límite: un festejo cara a cara que pudo terminar mal
Cuando Xavi Simons le robó la pelota a Declan Rice en tres cuartos de cancha y sacó un potente derechazo desde afuera, inatajable para Jordan Pickford, dos jóvenes de remera naranja se pusieron de pie, se abrazaron y festejaron con los puños apretados, mientras esquivaban algo que le tiraban desde más abajo. Al ver la repetición del 1-0 en la pantalla gigante, seguían incrédulos por el golazo que acababa de hacer el número 7, a los 7 minutos.
El encuentro no daba respiro. Harry Kane exigió a Bart Verbruggen con un tiro desde lejos y a los 14, cayó en el área. Al instante, los simpatizantes ingleses ubicados en el mismo sector empezaron a celebrar. Uno revoleó su camiseta y otro, como toda la noche, miraba con una risa socarrona a los rivales. El VAR determinó que hubo falta de Denzel Dumfries y Kane cambió el penal por gol. En ese momento se produjo la hecatombe, la debacle total.
Un señor de unos 60 y pico de años bajó intempestivamente cinco filas para gritarle el gol en la cara a uno de los muchachos neerlandeses, que lo miraba sorprendido. Se cruzaron insultos y también unos manotazos hasta que intervino una persona de seguridad. El hombre, de mucha experiencia pero poco código futbolero, volvió finalmente a su asiento.
Dumfries salvaba una pelota en la línea y después cabeceaba al travesaño. El zurdazo de larga distancia de Phil Foden pegaba en el poste. El primer tiempo terminó empatado y en paz porque el simpatizante inglés volvió a bajar las escaleras, pero esta vez para disculparse y estrecharse en un abrazo con el joven neerlandés. Todo era risas y felicidad.
Interrupciones permanentes, gente parada y vasos voladores
Los aficionados de Inglaterra y Países Bajos lo vivían con pasión y un nervio especial. Paradójicamente, para el neutral, despojado de esas emociones, era muy difícil concentrarse. Las interrupciones son permanentes.
Uno no puede enojarse con los padres que piden permiso para llevar a sus hijos al baño. Tampoco con los guardias de seguridad, que tienen una labor más que complicada en un evento semejante, ni con los vendedores ambulantes, que necesitan aprovechar la ocasión para hacer la diferencia. También se entiende perfectamente a los que se levantan para cantar una canción o los que se ilusionan en que prospere un ataque de su equipo.
El tema es con aquellos que parecen más preocupados en comer y en beber que en el fútbol. Porque no van a comprar apenas pita el árbitro o unos minutos antes. Ocurre en todo momento. A muchos se los ve hacer malabares con los vasos de cerveza en la mano. El promedio es uno en cada mano, aunque algunos llevan los seis que entran en el cartón con agarradera. Y hacen un enchastre a su paso.
Otro caso de estudio: los que se creen invisibles. Muchos retornan después de su paseo por los locales gastronómicos en pleno partido y se quedan parados frente a la baranda, mientras el resto de los plateístas no saben en qué idioma pedirles que se sienten.
En el complemento, decayó el ritmo del encuentro pero la temperatura seguía elevada. Hubo cruces luego del gol anulado a Bukayo Saka por offside. Cuando parecía que el rival de España en la definición se definía en suplementario o penales, el ingresado Ollie Watkins giró ante Stefan De Vrij y sacó un latigazo cruzado para la victoria agónica.
Inglaterra se ganó su pasaje por la gloria y la reacción más repetida fue revolear vasos desde la platea alta. Los guardias no sabían para dónde mirar. Los periodistas ubicados en los pupitres estaban furiosos (y empapados). La gran mayoría buscaba un techo cercano para no correr la misma suerte y otros se desesperaban por atrapar el producto de plástico por el que se recibe 3 euros al devolverse.
Más allá de ese mal momento, la desconcentración fue en paz. Las discusiones detalladas no empañan el espectáculo que protagonizaron ambas hinchadas. Cuando este domingo 14 de julio se ponga el título de la Euro en juego, ojalá la fiesta sea completa en Berlín.