Neymar fue un mero espectador en la noche del miércoles en el Parque de los Principes, mientras veía cómo sus compañeros del París Saint-Germain dejaban ir una ventaja 2-0 sobre el Manchester United para quedar nuevamente fuera de los cuartos de final de la Champions League.
Mientras seguía el partido, quizás se sintió un poco cansado, tanto por el desgaste físico del vuelo trasatlántico y como consecuencia de sus juergas en Brasil durante las festividades de Carnaval. Sin embargo, arriba en su asiento o abajo en el banquillo, la adrenalina debió correr por sus venas, especialmente en ese momento cuando Marcus Rashford se aprestó a cobrar ese penal dramático en el alargue que selló la clasificación del United. Así lo sugería su publicación en Instagram, en la cual mostró enfado.
Incluso, a pesar de que Neymar no estaba jugando, tenía mucho en juego con el resultado de ese partido. Un triunfo del PSG le habría dado algo de tiempo para ponerse en forma y jugar un rol dentro de la Champions de esta temporada. Le habría ayudado a desestimar una interrogante que le ha rodeado por cierto tiempo y que fuera reiterada en la contraportada de la edición del martes del diario deportivo brasileño Lance: “Neymar, ¿estrella del fútbol o celebridad?”.
Se le agregó más leña al fuego de este largo debate durante el transcurso del Carnaval. El pasado sábado, se vio a Neymar bailando en las celebraciones de la siempre animada ciudad de Salvador, despertando críticas de que ésta era una forma muy inadecuada de recuperarse de la lesión en uno de sus pies que le ha mantenido fuera de acción. Y el lunes se encontraba disfrutando de las festividades en el Sambódromo de Río de Janeiro, donde el circo mediático trabajó a tiempo extra divulgando rumores de un fugaz amorío de Carnaval con la sumamente popular cantante Anitta. Esto fue sumamente duro y no sólo porque la propia Anitta declaró rápidamente que ella y el deportista no eran más que amigos. Toda la implicación radicaba en que Neymar estaba poniendo en peligro su carrera al divertirse un poco en los Carnavales. Sin embargo, Neymar trabajaba en recuperar su condición física cada día bajo la supervisión del personal del PSG. No hay razón que haga creer que estaba rompiendo alguna restricción.
Tampoco hay motivos que hagan creer que el fútbol no es su principal prioridad. Su caso parece ser distinto al de Ronaldinho, por ejemplo, quien contaba con su propio camarote ejecutivo en el Sambódromo de Río con el fin de disfrutar las festividades en pleno. En el caso de esta exestrella del Barcelona y el PSG, estaba claro que se cansó rápidamente de las exigencias del fútbol de alto nivel. Varios excompañeros de Ronaldinho hablaban de cómo su compromiso con los entrenamientos se desvaneció. Era obvio que disfrutaba más de la vida nocturna y su carrera futbolística entró en declive a los 26 años.
Neymar ya tiene 27. Informes provenientes de Brasil y el PSG sugieren que, hasta ahora, no ha habido pérdida de concentración, que éste sigue exigiéndose al máximo en los entrenamientos y que sigue siendo una influencia positiva sobre sus compañeros. Obviamente que, fuera del horario de oficina, es claro que Neymar disfruta de la buena vida. El artículo publicado en el diario Lance, firmado por Luiz Gomes, les recuerda a los lectores que “desde su época con el Santos, Neymar ha surtido a sus canales mediáticos con discusiones, ostentación y una exhibición exagerada de su vida privada”.
Aquí existe una especie de conflicto generacional. Neymar es el príncipe e imagen de la generación que vive a través de las redes sociales. Su búsqueda de fama en el fútbol siempre fue motivada en parte por un deseo de estar debajo de los reflectores. No ve contradicción alguna entre ser un gran jugador y disfrutar de un estilo de vida lujoso. Todo esto significa que Neymar suele comunicarse muy bien con “su” público (los que han crecido bajo la influencia de las redes sociales) y no tan bien con el resto.
Y siendo justos con él, no ha habido signos de que sus actuaciones se hayan visto afectadas por lo que éste hace fuera del terreno. Las lesiones en el metatarso que sufrió este año y el anterior no tienen nada que ver con otra cosa que no sea el balompié. No existe la menor señal de que haya perdido su asombrosa aceleración, que su equilibrio haya sido afectado o que su capacidad para improvisar en pleno ritmo se haya visto perjudicada en forma alguna.
Entonces Neymar tiene pleno derecho a responder en su propio estilo a la pregunta de si el brasileño se trata de una estrella del fútbol o una celebridad. La respuesta: ¿por qué no puedo ser ambos?
Sin embargo, ¿puede hacerlo con el PSG? Esa es la pregunta que seguramente debe estar dando vueltas en su cabeza, una y otra vez. La naturaleza de la bestia implica que fue fichado para brillar en las fases decisorias de la Champions League. En lo que respecta a su club, nada más importa. Y en dos años, las lesiones lo han restringido a disputar un solo partido en dichas instancias, en el cual no le fue particularmente bien. Casi se puede decir que su tiempo serio vistiendo la camiseta del PSG aún no ha comenzado.
¿Vale la pena, entonces? Una limpieza en el Real Madrid podría abrir espacio y liberar recursos financieros para llevar a Neymar de vuelta a España, donde podría convertirse en pieza clave del proceso de reconstrucción de un club gigante en una liga mucho más competitiva.
Por supuesto también existe otra diferencia clave entre Neymar y Ronaldinho. Este último, efectivamente, tiró la toalla a los 26 años; su fracaso en el Mundial 2006 se mantiene como el punto clave de su carrera. Sin embargo, a esa edad ya había conquistado el planeta. Había ganado un Mundial (aunque fuera miembro secundario dentro del ataque) y luego brilló tan fuerte que sus proezas vistiendo la camiseta del Barcelona entre 2004 y 2006 han dejado un legado duradero de buena voluntad donde quiera que vaya.
A sus 27 años, Neymar aún tiene muchas montañas por ascender. La pregunta fundamental no es si él es una estrella del fútbol o una celebridad. Se trata de entender su verdadera magnitud como astro del balompié. Seguramente será divertido ver su respuesta en los próximos años, sin importar el color de la casaca que vista.