Raúl Jiménez se llevó la peor parte del choque que tuvo con David Luiz y ese momento dejó en evidencia que hay situaciones que deben mejorar sobre el terreno de juego
El incidente que protagonizaron este fin de semana Raúl Jiménez y David Luiz, con peores consecuencias para el mexicano que para el brasileño, ha vuelto a dejar en evidencia al deporte más popular en el mundo.
Aferrado a la absurda idea del romanticismo del juego, y a que el error humano es inherente al propio deporte, el futbol ha pretendido justificar el evidente retraso que tiene con respecto a otras disciplinas.
El aspecto tecnológico ha sido el más evidente. El VAR ha solucionado hasta ahora muchas menos jugadas de las que se esperaba y, en cambio, ha levantado un sinfín de reclamos basados en su disparidad de criterios, sus errores reglamentarios y, en los peores casos, hasta en el desconocimiento del uso de la herramienta como tal.
Sin ser la única tecnología que usa el juego, el videoarbitraje le ha dado hasta cierto punto la razón a quienes se han dicho en contra de apoyar al deporte con más y mejores herramientas que permitan perfeccionarlo y ayudarlo con miras a una práctica más justa.
Al tema tecnológico se sumó este fin de semana, y sólo a consecuencia de la brutalidad de la imagen de un jugador tirado en el césped, inconsciente y bañado en sangre, el debate urgente de cómo debe de tratar el futbol las conmociones cerebrales.
La final del Mundial de Brasil 2014 parecía un buen momento para dejar un punto de partida. La conmoción que sufrió durante el juego contra Argentina el alemán Christoph Kramer debió advertir de la necesidad de disponer de mejores protocolos para atender casos similares. Pero el Mundial pasó, se siguieron jugando un montón de partidos y entonces aquel golpe quedó casi en nada para la mayoría.
Tuvo que venir la cirugía a Raúl Jiménez por la fractura de cráneo y la imagen de David Luiz que siguió en el campo 40 minutos después del brutal golpe para que, al menos en Inglaterra, se esté debatiendo al respecto.
Un caso similar le costó ya la carrera a Ryan Mason hace apenas 3 años. Petr Cech es más recordado por algunos por su imagen con un casco hacia el final de su carrera debido a una jugada parecida en 2006, que por todo lo que pudo haber hecho como portero. Ejemplos hay muchos y en todos, el futbol hizo poco para corregirlos.
En palabras del profesor Michael Grey, un experto en neurociencia que atendió a la agencia EFE tras lo ocurrido este último fin de semana, las condiciones en las que trabajan los actuales cuerpos médicos de los equipos de futbol no permiten tomar la mejor decisión en accidentes que implican conmociones cerebrales. La prueba está en que Luiz acabó en la cancha el primer tiempo. Jurgen Klopp, técnico del Liverpool, habló de la posibilidad para que los equipos cuenten con un cambio adicional a los que ya hay para sustituir a un futbolista con amenaza de estar conmocionado. El ex delantero inglés Alan Shearer aseguró que “el futbol necesita despertar y saber atender los casos por conmociones en el campo”.
Más dramático fue Mason, cuya carrera es imposible saber si habría podido seguir con mejores formas de atender estos golpes: “Si los jugadores siguen jugando sin un análisis más completo, corren el riesgo de aumentar la lesión. No me sorprendió lo que vi el fin de semana porque ya lo había dicho antes, hasta que no cambiemos la percepción de estos golpes y los protocolos para revisarlos, va a seguir pasando…” contó en la misma nota de EFE el ex jugador conmocionado en aquel Chelsea-Hull City de 2017.
Deportes como la NFL han puesto un interés primordial en mejorar las formas en las que se tratan los golpes en la cabeza. El futbol, desde su papel del deporte más popular en el mundo, no se puede seguir rezagando. Está obligado a dar un paso al frente. La imagen del fin de semana tiene que sentar un precedente y evitar así, futuros quebraderos de cabeza.