LOS ÁNGELES — Ódienlo. Y ódienlo sin recato y sin clemencia. Ódienlo y #ÓdienloMás. Ódienlo hasta que lo vean inerme, inerte y yerto. Ódienlo, pero asegúrense de exterminarlo, como lo hizo Pachuca, porque de otra manera, emergerá, como el “Ame Fénix”, de entre las brasas de sus propias cenizas.
Cierto, Esteban Andrada y el ex Rey Midas entregan el partido, pero sin ese convulsivo y revulsivo ADN, sin esa genética del “Ame Fénix”, hoy el obituario ondearía en El Nido de Coapa y no en El Barrial de Santiago, Nuevo León.
Sí, Andrada yerra y Víctor Manuel Vucetich hace honor a aquello de Rey Miedos a partir del 0-1, pero el “Amé Fénix” fue capaz también de desembalsamarse de la desventaja y alterar la historia.
Un partido de colección. Digno del Álbum Panini del americanismo. Penaltis errados y penaltis no marcados, yerros arbitrales, tarjetas amarillas impúdicas, tarjetas rojas perdonadas, actos de contrición y arrepentimiento, hasta desquiciamiento táctico en el colapso hormonal de Vucetich.
Rayados era mejor. El 0-1, magistral obra de Maximiliano Meza, parecía ser apenas una amenaza de calvario para las Águilas. Rayados parecía montar un Gólgota en el Azteca. Pero, otra vez, el chip Vucetich del miedo se activa en automático. Y Monterrey empezó a retroceder. Al minuto 20 ya tramitaba el amparo bajo ese precario 0-1.
Y si Rayados activó ese ADN del pánico, cediendo espacio y balón, América propulsó su ADN, ése, el del #ÓdiameMás. Monterrey había elegido el miedo por encima de la gloria. Y las Águilas se envilecen con el tufo sanguinolento del espanto ajeno.
Por eso, al América ódienlo como lo reclama con el promiscuo desafío del #ÓdiameMás. Ódienlo, #ÓdienloMás, pero ódienlo hasta el exterminio, hasta la extinción, porque de otra manera, queda ahí, esa “Ame Fénix”, capaz de desmomificarse.
Y Andrada se equivoca, y un irreconocible Diego Valdés aprovecha e iguala 1-1, para que después Federico Viñas, a servicio del mismo Valdés, eternice el 2-1 en las estadísticas.
Vucetich terminaría preso de histeria, obnubilado por sus propias equivocaciones, y hace uso al final de 10 jugadores no nacidos en México, entre ellos Joao Rojas, quien tuvo desde el manchón, al minuto 90, la indulgencia del empate a dos, pero Malagón fue el Ángel salvador con el chiripazo de un pie estirado, y un cobro defectuoso.
Explosivo, seductor, fascinante, el juego terminó por ratificar que el América potencia sus reactores con el desprecio ajeno. El odio ajeno le incita al canibalismo propio en una Liga Mx en la que el hábitat del encono lo fortalece.
Lo acababa de demostrar ante el León, en un partido que no gana, por la traición del Judas Araujo. Y tal vez el único equipo que debería odiarlo más, termina admirándolo más, porque América llegó a tener 4-0 a Chivas, y le regaló todavía un autogol, y un descuido, para dignificarlo en un 4-2.
¿Tano Ortiz? No hizo falta en la banca. Ojo, no significa que no sea necesario. Por el contrario, implica su eficiencia en la semana para organizar al equipo y dedicarle tiempo a calibrar que las transfusiones del ADN del #ÓdiameMás estén a tope para cuando las contingencias del partido, lo reclamen.
Y la Zona VIP de la Tabla, no se mueve ni se conmueve. Rayados, Toluca, América y León se estabilizan ahí, con nueve puntos por disputarse, y distanciándose de los menesterosos del Repechaje.
Así, a los otros 17 equipos, háganse un favor y hágannos un favor: al América, #ÓdienloMás, pero certifiquen, con acta de defunción en la mano, que lo han exterminado, que está extinto, yerto, embalsamado, porque si el otro técnico es un timorato como el del sábado por la noche, resurgirá, resucitará como el “Ame Fénix” que es. Hasta hoy, sólo Pachuca lo ha entendido.
