El Club Universidad no parece importarle ni a los directivos que lo encabezan que han permitido años y años de fracasos que se han normalizado, hasta llegar a un presente lastimoso.
Pumas pasó del orgullo a la deshonra. De aquel equipo cuya cantera solía ser un semillero inagotable de futbolistas mexicanos de primer nivel no quedan ni las cenizas.
Ni qué decir del ojo clínico que existía para contratar a extranjeros de bajo costo y alta calidad. El Club Universidad cayó en la vulgaridad, en el olvido, y hoy no parece importarle ni a los directivos que se encargan de tomar las decisiones que marcan el rumbo del equipo.
Hace ya varios ayeres que la excelencia se guardó con doble llave en un cajón arrumbado que ya nadie recuerda, y se dio paso al conformismo. El protagonismo se transformó en medianía, en la ausencia de un proyecto, de trabajo y del mínimo respeto por la filosofía universitaria.
Los casi 14 años sin ganar un título de Liga son la radiografía perfecta de un cúmulo de pésimas decisiones, una más grave que la otra, sin que se haga un alto en el camino para por lo menos intentar modificar el rumbo.
Miguel Mejía Barón, personaje respetado en el balompié nacional, debe querer mucho a la institución, de eso ni duda cabe. Sin embargo, resulta evidente que desde su cargo de vicepresidente deportivo ha carecido de energía, de visión y de mano dura para sacar del pozo al equipo.
También le ha faltado honestidad para dar un paso al costado ante la ausencia de resultados. Presentó su renuncia luego de dejarse encantar por la labia de Rafael Puente del Río para designarlo como entrenador del equipo, lo que derivó en un auténtico desastre. No le aceptaron la dimisión y continuó como si nada, ejerciendo de protagonista en medio de la hecatombe.
Del Dr. Luis Raúl González, actual presidente del patronato, hay poco y nada que decir. En cada entrevista que concede queda en evidencia su nulo conocimiento e interés por el futbol. Debe ser brillante en su profesión, pero como directivo no aprueba un examen de conocimientos básicos.
La actual crisis de los Pumas provoca múltiples interrogantes: ¿por qué eligieron a Gustavo Lema, un personaje gris que nunca había sido primer entrenador, para que se quedara al frente del equipo luego de que Antonio Mohamed abandonó el barco de forma repentina?
¿Por qué le renovaron el contrato por 18 meses más sólo porque el torneo pasado se clasificó a la Liguilla en cuarto lugar para quedar fuera a las primeras de cambio, goleado y exhibido por el Monterrey?
¿Acaso no se dieron cuenta que el equipo no jugaba a nada, que no se le veía trabajo en la cancha y mucho menos filosofía alguna o asomo de algún estilo?
¿Quién engaña a los directivos o bajo qué argumentos contratan a veteranos en plena decadencia como Rogelio Funes Mori y Jesús Molina, por citar sólo dos casos recientes?
¿Quién observa y elige a refuerzos extranjeros de tan pobre nivel como Ignacio Pussetto o Robert Ergas? Este último, incapaz de meter un centro con mediana idea y ya ni hablar de sus carencias defensivas. El otro con aires injustificados de figura, pésima actitud y una pobreza que asombra.
¿Por qué les importan tan poco los Pumas, si se trata de un equipo que representa los valores y el orgullo de la Universidad Nacional Autónoma de México?
EL DINERO
Una de las justificaciones más recurrentes para no juzgar como corresponde el pobre desempeño del club y no exigirle conforme a la grandeza que predica, radica en que se cuenta la leyenda que afirma que no hay dinero para grandes fichajes.
Mentira, hay dinero pero se invierte mal, y el resto es todo un misterio a dónde va a parar, pues no hay que olvidar que de años recientes a la fecha han entrado cantidades considerables tras la venta de futbolistas.
En todo caso, si se contará con un presupuesto limitado, la tarea de la directiva radicaría en hacer mucho con poco. Es demasiado pedir, sí.
NADA CAMBIARÁ
Gustavo Lema tenía que irse —y se demoraron siglos en tomar la decisión—, eso no está a discusión, pero creer que con su salida algo cambiará a corto plazo es pecar de ingenuidad. El equipo está mal diseñado, hay escasa materia prima de calidad, no tiene rumbo… Vaya, carece de raza y espíritu, para acabar pronto.
Es evidente que luego de los desastres recientes en la elección de los entrenadores se tomará una decisión que será bien vista por la afición universitaria: Jaime Lozano o Efraín Juárez, no hay más. Sin embargo, el que llegue enfrentará un desastre de grandes dimensiones, así que más vale no generarse muchas expectativas.
CONCLUSIÓN
Pumas es un equipo querido por mucha gente, uno de los llamados ‘cuatro grandes’ por su popularidad, por ende resulta triste su presente en el que no es capaz de competir y arrastra el poco prestigio que le queda.
El término es bastante trillado y en el futbol mexicano se suele utilizar para “vender humo”, pero es necesaria una “reestructuración” en todas las áreas.
Las fuerzas básicas están llenas de entrenadores que fueron jugadores del club, a los que no les interesa en lo absoluto desarrollar el talento porque están acomodados, con su ‘hueso’ y con la esperanza de algún día ser elegidos para dar el salto a dirigir en Primera División... algo que nunca sucederá.
Por ello es indispensable buscar a verdaderos formadores sin importar si tienen o no pasado en la institución.
La directiva, como se mencionó líneas arriba, ha sido incapaz de detectar y frenar la crisis, y se ha encargado de hacerla más grande, por ello sus integrantes tendrían que seguir los pasos de Gustavo Lema, algo poco probable que suceda porque dichos cargos son “institucionales”, entiéndase intocables.
Pumas necesita que los hombres de pantalón largo que toman las decisiones tengan visión, conocimiento, capacidad, energía y mano dura para evitar que casos como los de Rafael Puente del Río o Gustavo Lema vuelvan a repetirse.
En tanto todo eso ocurre, si es que algún día ocurre, hoy el Club Universidad se debate entre el olvido y la deshonra.