Son menos las veces que nos ocupamos por el desarrollo íntegro del jugador y parecería que queremos robots en lugar de artistas
MÉXICO -- El futbolista profesional, siendo un atleta de alto rendimiento en deporte de equipo, es un deportista que en todo su desarrollo ha sido entrenado en grupo y se ha vuelto un experto en seguir instrucciones. Generalmente, los futbolistas que mejor y más rápido comprenden e interiorizan las indicaciones de los superiores, los entrenadores, tienen mayores probabilidades de éxito, ya que el líder asume que cuantos más miembros del plantel hagan lo que él indica, el éxito estará más cerca.
Especialmente, el futbolista latinoamericano tiene una tendencia para encontrar su nivel más alto dentro del terreno de juego y plasmar sus cualidades con mayor eficiencia cuando sigue instrucciones, cuando el entorno no permite que éste (el jugador) tenga la menor distracción (o la menor oportunidad de elegir por sí sólo) al momento de actuar, jugar.
Muchas veces, como lo mencioné en el párrafo anterior, es el entrenador quien marca las pautas de conducta de los futbolistas, en otras ocasiones es el directivo el encargado de “cerrar filas” y marcar el rumbo a seguir. Es común, de igual forma, que sean los fanáticos (los barras bravas como se les conoce en Argentina) los que exijan, los que no permitan que el jugador se relaje y le muevan a accionarse para conseguir los objetivos deseados. Cualquiera que sea el responsable o tome la iniciativa de “apretar” a los jugadores, los futbolistas son unos expertos en seguir instrucciones.
Pero, ¿qué sucede cuando el futbolista se retira, o “lo retiran”, del deporte profesional? ¿Qué probabilidad de éxito en la reinserción al mundo real tendrá al momento de valerse por sí mismo? O en momentos como el que estamos viviendo, cuando no hay entrenamientos y los jugadores deben de entrenar por su cuenta para mantener el estado óptimo, o lo más cercano a éste, de competencia, esforzándose sin el compañero que les marque el ritmo o el grito de aliento por parte del entrenador, ni mucho menos la motivación del partido del fin de semana. ¿Están capacitados para tener conductas maduras, de acuerdo a las exigencias de su profesión, en tiempos donde la capacidad de autogestión será la base del éxito?
Pareciera que subestimo, incluso desconfío de la habilidad para valerse por sí mismo por parte del jugador, pero la realidad es que es una simple suposición, un ejercicio mental, al cual por más vueltas que le doy, si hay un culpable de esto, somos los entrenadores. Nosotros, que en el afán de resolver todo de la forma más pronta posible, siempre con el tiempo encima, le damos al jugador todas las respuestas, desde cómo debe moverse dentro de la cancha, de qué forma ejecutar una acción técnica, qué y a qué hora debe de comer, hasta cómo documentar en un aeropuerto.
Sólo nos importa dar solución, pero pocas veces nos detenemos a dar educación. Al parecer, son menos las veces que nos ocupamos por el desarrollo íntegro del jugador, parecería que queremos robots en lugar de artistas y ser humanos que creen, ¿saben por qué? Porque sencillamente es más fácil manejar a un robot, a alguien que siga instrucciones, que a alguien que cuestione, alguien dispuesto a encontrar respuestas más acertadas que las que nosotros les demos.
No hay aprendizaje más profundo y con mayor impacto y retención que al que el ser humano llega por sí solo. Niños, jóvenes y adultos, cuando pagan las consecuencias de las equivocaciones y por sí solos llegan a las soluciones, éstas son enseñanzas para toda la vida. Es el maestro, en este caso el entrenador, el encargado de crear el marco óptimo, cuidando que las consecuencias negativas del jugador no sean irreversibles, y que el costo se pueda pagar, para que el futbolista pueda tener aprendizajes profundos.
Imagino, intuyo solamente, en estos días a los jugadores en su casa esperando pegados al teléfono instrucciones para saber qué deben hacer, a qué hora y de qué forma ejercitarse para mantener la forma física, qué información táctica o documentos pueden leer para cuando menos tener entrenamientos tácticos mentales, simplemente una guía de cómo utilizar el tiempo.
La mayor parte de los futbolistas deben ser guiados, acompañados, son dependientes del superior, y esto es 100 por ciento culpa nuestra.
Para cerrar, imagino empresas como Google, Yahoo, donde los empleados trabajan por objetivos, por proyectos. Se les marca lo que deben de lograr, el tiempo y los recursos que disponen y la calidad esperada del trabajo. Después de esto se les da total libertad para autogestionar su tiempo y herramientas.
Cuando el futbolista tiene educación y cultura del deporte se le da amplia libertad de conducirse, situación que relaja y hace mas eficiente la relación entrenador-jugador, enfocándose únicamente en lo apremiante y dejando obviedades en la conciencia y conocimientos (previamente desarrollados a lo largo de su carrera por formadores) de ellos mismos.