LOS ÁNGELES -- No seduce. No divierte. No cautiva. No apasiona. Pero el América está ahí. En esa zona de combate que le reclama su alcurnia.
Sería líder. Tendría a Cruz Azul en su retrovisor. Pero un suicidio burocrático lo relegó. De todo tipo de desgracias hay en las Viñas del Señor, algunas de esas Viñas, tienen nombre: Federico.
Mostró, de su repertorio, lo mejor, ante el peor: un Pachuca desahuciado. Los Tuzos, por ADN, son expertos en cavar sus propios hoyos, sus propias tumbas. La más reciente es un estuche para su entrenador Paulo Pezzolano, con la destreza en las medidas del trazo, de una costurera de Vuittón.
América borró a Pachuca. Guillermo Ochoa se despachó con los bostezos más caros del mundo. El Nido sigue de fiesta en el marcador, aunque su afición está sumida en la modorra por su funcionamiento alineado a un estricto pragmatismo.
Los títulos sobreviven a los trámites. El fin justifica los medios y los miedos. Los campeonatos no se vuelven rancios ni se percuden. Las críticas no herrumbran trofeos. Porque de ser así, imagínese la colección del Tuca Ferretti.
Santiago Solari llegó cuestionado a Coapa. Como debía ser. Presentaba una hoja de vida como técnico que no necesitaba de una engrapadora o un clip. Sólo había dos líneas: Real Castilla y Real Madrid. Y lo de La Casa Blanca fue una elucubración aventurera de Florentino Pérez, tras despedir a Julen Lopetegui. Cierto, fue campeón de la Copa Mundial de Clubes, pero en el vestidor aún quedaba el aroma de Zinedine Zidane.
Hoy, El Indiecito tiene al América como sublíder. Hay un mérito: heredó las ruinas del equipo en ruinas que manejaba Miguel Herrera. Polvos de otros lodos. Y sin embargo se encarama en sitios de pelea. Cierto: a la misión asignada, aún le quedan batallas peligrosas. Y la guerra se desarrolla en un coliseo desconocido para el argentino: la Liguilla.
En la cancha sólo tiene una derrota, ante Rayados, con la maldición arbitral. La otra, ya se dijo, ocurrió en la mesa gansteril del futbol mexicano. Las formas no convencen, pero el americanismo se conforma con verlo ahí, pujando en las faldas de su propio Everest.
Solari dispone de una ventaja. Antes de irse vapuleado física y competitivamente por el LAFC, Miguel Herrera había amarrado dos jugadores para este torneo: Pedro Aquino y Mauro Láinez. Los dos ya acomodaron sus virtudes en el equipo titular.
Pero, Santiago Solari ha tomado decisiones drásticas. Ya no espera nada de los desesperanzados Giovani dos Santos y Nico Benedetti, y observa de reojo a Roger Martínez, y recluta su propio regimiento. Y para solaz del americanismo, insiste en apoyar a Santiago Naveda, un proyecto sólido de 19 años.
Su ajedrez no tiene ficción. Apretar, recuperar, circular, retener, esperar y asaltar, aunque a veces, los balones en la red son artesanías desesperadas de jugadores con talento. Ante Pachuca, Richard Sánchez saca un gol de sus fantasías infantiles, desde media cancha, y Aquino pepena de cabeza un balón en el área, entre el bosque dormido de pachuqueños. Pero, igual cotizan en la bolsa de valores de la Tabla General.
En su morral o en su itacate, El Indiecito sólo cargó un pedido: Álvaro Fidalgo. Sus más recientes vivencias, fueron en la banca del Real Castellón de la Segunda División de España. Solari lo ha respaldado. Ante Pachuca, hubo quien lo ponderó. Su efectividad de pases fue del ciento por ciento: 43 de 43 entregadas correctamente. Los números también cuentan mentiras. Acaso un par de balones intencionados, el resto, entregas laterales, cómodas, seguras, de desahogo.
Comparemos esas cifras con las de Richard Sánchez: de 61 balones en posesión, entregó 56 correctamente. Un 91.8 por ciento. Entre esos balones el pase para el gol de Aquino. ¿Fue mejor Fidalgo que Sánchez o el mismo Aquino?
¿El secreto de Solari? El impacto sobre el jugador y en el vestidor. Un tipo con personalidad, con la estela aún intrigante de haber plantado cara en un vestidor bestial, rudo, implacable como el del Real Madrid, es una tarjeta poderosa de presentación. Y quien a lobos ha enfrentado, se siente cómodo ante una jauría desdentada, lastimada y desesperada como la que encontró en Coapa, tras un desastroso 2020, y encima con el despido abrupto de Miguel Herrera.
Un tipo culto, con poder en la palabra, con firmeza en conceptos, más allá de que generen más bostezos que alaridos entre su fanaticada, le ha permitido apoderarse de la escena y ser, además, una generosa válvula de escape para jugadores ansiosos de su redención y otros agradecidos de una oportunidad como los casos de Aquino y Láinez.
Desde el interior de El Nido hay una versión. La mayoría de los jugadores estaba a muerte con Miguel Herrera. Y les agradaba el mensaje, la pasión, la intensidad, pero, había llegado el momento en el que la motivación llegó a codearse con una incómoda presión al salir a la cancha. No dejaban de respetar a El Piojo, pero ya su discurso empezaba a poner peso extra en sus espaldas. Solari llegó a aligerar esa carga.
El futbolista hoy sale a la cancha con menos angustia, pero con más conciencia de sus responsabilidades. Y hay jugadores que han recibido el mensaje con toda claridad, en especial Giovani, quien ya no aparece ni en las alternativas desesperadas de su nuevo entrenador.
Al final, con ocho jornadas consumadas, Santiago Solari lleva calificaciones aprobatorias. La posición en la tabla es un argumento irrefutable. El estilo de juego que llegó a su punto más álgido, ante el peor punto de referencia, como fue Pachuca, abre, sin embargo, interrogantes conforme lleguen puntos de mayor exigencia.
Por delante, América deberá ceder jugadores a selecciones nacionales y contemplar partidos de la Concachampions (Olimpia), y el calendario le citó ante los más odiosos y odiados sinodales, algunos en horas bajas, para cerrar la gestión de la temporada regular: Tijuana, León, Chivas, Tigres, Cruz Azul, Toluca y Pumas, con Necaxa y Mazatlán, como aparentes oasis, aunque, ya se sabe, al patriarca del #ÓdiameMás le juegan con vehemencia distinta.
Hoy, con poco tiempo de trabajo, Solari ha eclipsado los malos augurios que azuzaron su llegada. Pero, siendo el América, el desenlace y el veredicto final, lo recibirá en el trono o en el patíbulo. En El Nido no hay espacio para purgatorios.