Antes de los sorteos de las Copas del Mundo de Brasil 2014 y Rusia 2018, los entrenadores y sus asistentes estaban casi tan preocupados por lo posibles rivales que por la distancia que deberían recorrer en esos extensos y diversos países. Esta vez solo deberán pensar en los adversarios, porque nadie viajará más de una hora para jugar cada encuentro.
Es una de las tantas particularidades del Mundial de Qatar 2022. En las últimas tres ediciones los planteles y también los hinchas debieron viajar durante horas entre partidos. Sudáfrica, Brasil y Rusia decidieron, con absoluta coherencia y razón, llevar el máximo evento deportivo a la mayor cantidad de pueblos posible, a lo largo y a lo ancho de su geografía. Al final, se vivieron gratas fiestas populares y nacionales, más allá de que los simpatizantes tuvieron que decidir con atención qué partidos ver y dónde, porque fue muy difícil cubrir los centenares y a veces millares de kilómetros que había entre cada sub-sede. Este obstáculo no existirá en 2022, porque en Qatar ocurrirá lo opuesto.
La Copa que se sorteará el viernes y se llevará a cabo en menos de ocho meses se jugará en un radio de poco más de 50 kilómetros. Será, por lejos, la más compacta desde Uruguay 1930, que se llevó a cabo en una pequeña zona de Montevideo. Para comprender esto basta con una comparación brutal: en Rusia, Ekaterimburgo y Kaliningrado están ubicadas a más de 3000 kilómetros de distancia, es decir 60 veces más que Al Wakrah y Jor, dos de las sub-sedes de Qatar. Entonces, si quiere, el aficionado podrá vivir hasta tres o cuatro partidos por día en el estadio sin necesidad de tomarse un avión y sin siquiera cambiar de alojamiento.
Qatar, ubicado en el este de la península arábiga, ocupa el puesto 158 en el ránking de extensión territorial de países del mundo. Solo tiene frontera terrestre compartida con Arabia Saudita, su superficie es menor a la de las Islas Malvinas y sería el tercer estado más pequeño de Estados Unidos, o la segunda provincia más chica de Argentina. Como si fuera poco, el campeonato se disputará solo en la zona central y en la costa del golfo pérsico. Es decir que no habrá acción en los extremos sur, norte ni oeste.
Tras diversas ocupaciones, declaró la independiencia en 1971. El estado está organizado en ocho municipios, llamados baladiyah. El Mundial se disputará en cinco de estos municipios: Ad Dawhah, cuya capital es Doha, también capital nacional; Al Wakrah; Jor; Rayán y Al Daayen, donde se encuentra Lusail, la ciudad-isla que se encuentra en construcción y albergará la final de la Copa.
El estadio que estará más al norte es Al Bayt, en el municipio de Jor. La ciudad capital, del mismo nombre (significa arroyo o riachuelo en árabe), tiene una población de 31.547, la mitad de la capacidad del estadio. La mayor parte de los habitantes son trabajadores de la industria del petróleo. Está a 56 kilómetros por la costa de Al Wakrah, la ciudad más sureña. Allí se encuentra el estadio Al Janoub, con capacidad para 40.000 personas. La ciudad tiene 90.000 habitantes y es la segunda más poblada del país.
Entre ambas se encuentran Doha, Lusail y Rayyan, las tres sub-sedes restantes entre las cuales hay menos de 15 kilómetros y pocos minutos de viaje. La primera es la capital y centro neurálgico de la nación y de la Copa del Mundo. Allí están los estadios de Khalifa, hogar histórico del fútbol qatarí, Ras Abu Aboud y Al Thumama. En Lusail, ciudad-isla que se construirá especialmente para el evento, se encuentra el escenario del partido inaugural y la final. Y en Rayyan el Ahmed bin Ali y el estadio Qatar Foundation.
En definitiva, más allá de la obviedad e la lejanía de Qatar para los hinchas latinoamericanos, esta Copa del Mundo será un campeonato ideal para llenarse de fútbol y ver la mayor cantidad de partidos posible. En 2026, en México, Canadá y Estados Unidos, se volverá a la normalidad de los Mundiales amplios y de grandes distancias.