Eden Hazard disputará su tercera Copa del Mundo consecutiva en Qatar 2022 con incógnitas sobre su nivel atado a un físico agobiado por lesiones y de pocos minutos en Real Madrid. Sin embargo, su credibilidad como el capitán de la Selección de Bélgica sigue blindada.
Lo miman, lo respetan. Bienvenido en casa, rodeando de afecto sincero la energía cambia en cada convocatoria nacional. Se siente más libre, comprendido y sin ajuste de cuentas por su presente irregular en la liga española.
A los 31 años, el atacante mantiene su perfil bajo en el vestuario que lo reconoce como caudillo futbolístico. Se lo ganó en la cancha, con 120 partidos desde su debut en 2008 a los 17 en un amistoso contra Luxemburgo.
Su mejor versión con Bélgica la tuvo en la era Chelsea. Desequilibrante por los costados, más rendidor por la izquierda, con media distancia letal y generoso aporte goleador. En su primer Mundial 2014 tuvo fútbol más fresco, casi de potrero hasta la eliminación en cuartos de final. Para el siguiente de 2018 se consagró como uno de los mejores futbolistas. Además de cerrar en el tercer puesto de la Copa, hizo tres goles, dos asistencias, en los seis partidos disputados.
Cautivó a Real Madrid, su convicción desde que era niño. Aterrizó por 100 millones de euros en 2019. Completó tres temporadas acorralado por las lesiones. Lo atormentaron días de sobrepeso, su tobillo derecho y ambos muslos, que limitaron su actividad a 73 encuentros y un puñado de tantos menores a Granada, Huesca, Alavés...
En su selección está a salvo de reproches. El técnico Roberto Martínez le permite algunas licencias tácticas para moverse en ataque sin tanta responsabilidad en marca.
"Solo tengo que volver a jugar para ser el antiguo, el verdadero Eden Hazard. Para mí, la nueva temporada empezó hace tres semanas. Sabía que sería difícil jugar esta temporada, pero lo más importante para mí es prepararme bien y estar listo para la próxima temporada", se juró a finales de mayo antes de la UEFA Nations League.
Que así sea. El Mundial lo celebra.