En 1991, el fútbol de Ghana era casi desconocido fuera de los límites de África. Marruecos, Túnez, Argelia, Camerún y Nigeria tenían una visibilidad mucho mayor en la escena internacional a comienzos de la década del noventa por su participación en Copas del Mundo durante los sesenta y ochenta. El país que en su continente sí tenía gran prestigio ya que había ganado cuatro Copas África, estaba lejos del alcance de la mirada extranjera. Pero todo cambió el 30 de agosto de 1991, cuando Alex Opoku levantó el trofeo del Mundial Sub 17 en Italia, ni más ni menos. Ghana, desde la potencia de sus selecciones juveniles, ingresó con paso de campeón al mapa mundial.
Aquella victoria sobre España modificó la percepción ajena, sino también la propia acerca de las posibilidades futuras del fútbol nacional. Porque para dar pelea en el primer plano mundial, son necesarias varias virtudes y una de ellas es el autoconvencimiento. A su llegada a Accra, los campeones fueron agasajados como héroes y, según relatan las crónicas aquel éxito inesperado abrió los ojos de los jóvenes, que comenzaron a ver el fútbol como una herramienta para salir de la extrema pobreza que aún hoy sufre el país. La necesidad de un porvenir más venturoso fue clave en el desarrollo del fútbol nacional.
Tras el título se dio el primer éxodo de futbolistas ghaneses a Europa. El capitán Opoku partió hacia Alemania. Isaac Asare y Yaw Preko se unieron a Nii Odartey Lamptey (uno de los goleadores del torneo), quien ya jugaba en Bélgica. Además, Mohammed Gargo, Sammy Kuffour y Emmanuel Duah se fueron a Italia. Entonces, desde ese momento el talento innato que ya existía en el país tomó contacto con la experiencia europea y eso provocó un salto en la evolución que terminó con el seleccionado mayor a un paso de las semifinales de la Copa del Mundo de 2010.
Lamptey fue un símbolo de la época. Pionero por su paso al fútbol belga en 1990, se convirtió en ejemplo de ascenso social gracias a la pelota. Su auto convertible era una atracción sin igual en las modestas calles de Accra y los niños que lo saludaban con devoción comenzaron a ver el juego como una oportunidad. Luego, su carrera no fue lo vaticinado por, entre otros, Pelé, quien lo señaló con enorme temeridad como su "sucesor", pero el trabajo estaba hecho. Lamptey vivió del fútbol, fundó una academia y demostró que había un futuro más venturoso.
En Qatar 2022, Ghana disputará su cuarto Mundial. De los últimos cinco (contando el que se jugará en noviembre), estuvo en cuatro y en dos superó la primera fase. Su campaña más recordada es la de Sudáfrica 2010, cuando igualó la mejor actuación africana de la historia al llegar a cuartos de final. En esa instancia solo perdió por penales contra Uruguay, en el partido de la legendaria mano de Luis Suárez. Fue la única oportunidad en la que una de las grandes potencias de juveniles logró cumplir las expectativas en el máximo torneo.
Ghana fue la principal animadora del Mundial Sub 17 en la década del noventa: campeón en 1991 y 1995, subcampeón en 1993 y 1997 y tercero en 1999. La generación nacida entre 1974 y 1984 fue la que consiguió la primera clasificación mundialista. Stephen Appiah (campeón en 1995 con 14 años), Michael Essien (jugó en 1999) y el mencionado Kuffour eran figuras de ese plantel y tenían experiencia en la categoría más joven de la FIFA, pero casi todos habían pasado por diversos combinados juveniles.
La bonanza en el Sub 17 finalizó en el comienzo del siglo XX, pero la tarea de los más jóvenes ya estaba hecha. En el Mundial Sub 20 de 2001, Ghana llegó a la final en Argentina (también lo había hecho en 1993, con la generación campeona en Italia). En aquel campeonato se destacaron las mismas figuras que le dieron al seleccionado mayor sus mejores actuaciones en Copas de mayores de 2006 y 2010: Sulley Muntari, Michael Essien, Derek Boateng, John Mensah y John Paintsil. Eran los niños que habían celebrado en las calles el título de 1991.
En esa retroalimentación de generaciones, que tuvo en los éxitos juveniles los puntos de contacto más destacados, creció el fútbol de Ghana. El punto cúlmine llegó en 2009, cuando se convirtió en el primer seleccionado africano en ganar un Mundial Sub 20. Con André Ayew como capitán y Dominic Adiyiah como goleador y figura, las Estrellas negras dieron el golpe contra Brasil y consiguieron su máximo logro. Pero hasta ahí llegaron. La evolución no continuó.
Ayew y Adiyiah potenciaron el equipo que jugó en Sudáfrica, aunque no pudieron sostener su influencia y en Brasil 2014 el seleccionado se despidió en primera fase. Fue el último grupo de futbolistas que habían crecido con espejos en seleccionados juveniles, ya que ni siquiera el tercer puesto logrado en el Mundial Sub 20 2013, en el que Ebenezer Assifuah fue goleador, tuvo su ascenso al combinado mayor.
¿Y ahora? El plantel que jugará en Qatar después de ni siquiera clasificar a Rusia 2018 tiene muy poco que contar acerca de su pasado en torneos juveniles. El fútbol africano todo perdió protagonismo en las últimas décadas. La emigración temprana a Europa, los cazatalentos voraces de los países de ese continente y la tecnología para evitar errores en la edad de los convocados atentó contra las posibilidades de países que en otros tiempos eran potencia absoluta. Entonces, es necesario ajustar la creatividad para volver a competir contra los mejores y no perder aún más terreno frente a rivales de la África septentrional.
Para la próxima Copa del Mundo, la Asociación decidió copiar los mecanismos utilizados por aquellos que le han quitado talentos en los últimos tiempos. Es decir, nacionalizar futbolistas de padres ghaneses nacidos en Europa. Nombres como Eddie Nketiah (Arsenal), Callum Hudson-Odoi (Chelsea), los hermanos Iñaki y Nico Williams (Athletic Bilbao), Tariq Lamptey (Brighton), Brian Brobbey (Ajax) y Myron Boadu (Mónaco) podrían vestir la camiseta amarilla en Qatar. De hecho, el delantero vasco fue presentado como un verdadero refuerzo de lujo.
Aunque dé la impresión de que el momento de Ghana en el fútbol mundial ya pasó, después de las generaciones campeonas juveniles y de la histórica campaña en Sudáfrica 2010, quizás aún haya una oportunidad más. El espíritu de aquellos futbolistas exitosos y pioneros, más la experiencia europea y el perfil bajo de hoy pueden ser la receta para otra campaña inolvidable.