DOHA -- Tiempo. Eso tenía Qatar aquel 2 de diciembre de 2010. Mucho tiempo. Más que el que tuvo ninguna otra sede para preparar la organización de la Copa del Mundo en casi cien años de historia. Y lo necesitaba. Porque cuando Joseph Blatter anunció que esta pequeña península del Golfo pérsico sería el primer país de Medio Oriente en albergar el máximo evento deportivo y cultural del planeta, no había ningún estadio en condiciones y la infraestructura estaba lejos de ser la ideal.
El tiempo es lo único imparable, así que transcurrió como siempre lo hace y por fin llegó la semana marcada en el calendario de cada qatarí. Este pueblo vivió doce años con esta fecha como objetivo nacional. No fue un camino de rosas. Las polémicas por su elección como anfitrión, las denuncias de un amplio sector de la comunidad internacional por delitos contra los derechos humanos, la controversia por el cambio de fecha, las dudas sobre su capacidad de organizar un torneo de tal magnitud, la pandemia y la guerra sucedieron pero finalmente habrá Mundial en Qatar. O mejor dicho, en Doha. Porque esta será la Copa de una ciudad.
La reducida extensión territorial en la que se desarrollará el campeonato es, sin dudas, su singularidad más grande. A horas del encuentro inaugural entre el seleccionado local y Ecuador, Doha está disfrazada. Los carteles con motivos mundialistas visten cada rincón de la capital. Qatar es el país más pequeño que ha recibido jamás el certamen y en esa particularidad está su mayor atractivo.
"La mejor manera de disfrutar un Mundial es con un vino y en mi casa", dijo hace pocos días Josep Guardiola. El entrenador más prestigioso de su generación expuso una idea que puede ser refutada con facilidad esta vez. Los y las afortunadas que lleguen a Qatar podrán vivir con intensidad máxima la fiesta. Las 32 hinchadas compartirán protagonismo en pocos kilómetros y una convivencia que en ocasiones pasadas era una excepción, esta vez será la regla.
Sin embargo, a solo cuatro días del comienzo, aún continúan los preparativos en una ciudad diseñada para recibir a mucha más población de la que hoy tiene. Esta es la principal razón por la que aparenta ser un sitio artificial, que cobrará vida cuando empiecen a llegar los casi dos millones de visitantes esperados. Porque a cuatro días del comienzo, Doha está vacía. Caminar por el Corniche (la costanera) y el Souq Waqif (el mercado) en horas de la mañana y el mediodía es sentir una desolación inesperada. Cuando a las 5 PM cae la noche sí se ve más movimiento humano, pero tampoco las muchedumbres imaginadas.
Doha está a la expectativa. Los lugareños han trabajado buena parte de su vida con el Mundial como meta absoluta. Por eso, la sensación que hay en el aire es de ansiedad. Los qataríes y los inmigrantes que aquí trabajan ya viven la Copa, más allá de que todavía continúan los preparativos. El Fan Fest oficial recién abrirá sus puertas en las próximas horas y se trabaja a toda velocidad para terminar a tiempo. Además, hay stands en preparación en diversos puntos de la capital y continúan las obras.
Doha está en construcción. Los 66 kilómetros que separan al estadio Al Bayt, el que está ubicado más al norte, del Al Janoub, en el extremo sur, tienen varios puntos en los que se trabaja a contrarreloj. Aunque Qatar llegó a terminar los estadios y el sistema de transporte a término, hay varias obras de infraestructura aún en proceso.
Las distancias pueden ser engañosas. Lo que en el mapa parece cercano, en la realidad puede no serlo tanto. El abrasador sol del "invierno" árabe hace aún más dura la caminata, pero es posible unir varios puntos a pie, sobre todo los ubicados en los márgenes del Golfo pérsico. En ese trayecto, que uno puede hacer en absoluta soledad por la mañana, se pueden ver los últimos preparativos.
Se espera que una buena parte de los espectadores visiten la ciudad solo por pocos días. Es decir, que viajen para ver el partido y regresen a algún punto cercano pero más accesible desde lo económico. De todos modos, está claro que la apariencia urbana será muy diferente después del próximo domingo. Será más parecida a la que presentó la playa de Katara el martes por la noche, cuando se llevó a cabo un banderazo argentino. Es decir, mucho menos solitaria que la actual.
Los argentinos coparon Qatar y se hicieron sentir con un gran banderazo.
Doha espera, impaciente, que llegue su hora señalada. El tiempo hizo su trabajo y se llevó consigo los problemas, las incertidumbres y la controversia. Aún está allí, solitaria y con la vista hacia el mar, mientras el mundo se acerca.