DOHA -- El día D. para México. Para Polonia. Para el Grupo C. El Tri intentando levantarse de sus propias cenizas, con sus propias armas y sobre sus propios antecedentes.
Gerardo Martino parece haber encontrado su plan de ataque. Y los once para desarrollarlo. Guillermo Ochoa, Jorge Sánchez, César Montes, Héctor Moreno y Jesús Gallardo. La defensa que a él le tranquiliza saltará a la cancha del Estadio 974, que --posiblemente-- quedará chiquito con sus 40 mil asientos, para el aluvión de mexicanos.
Una media cancha donde priva el músculo con Edson Álvarez, la eventual experiencia de un tipo como Héctor Herrera que llega de una inactividad funcional, y Luis Chávez, el personaje con más futbol e intención de este grupo.
Al frente, dos tipos que se inmolan con la camiseta como si fuera una bandera: Hirving Lozano y Alexis Vega. Y Henry Martín debe simplemente prolongar su momento con América, con agregado más largo en labores de recuperación.
México tiene un vicio: asumir el protagonismo. Al menos en intención. Conseguirlo, depende del rival y de su propia consistencia. Sin duda, la versión de Gales ante Estados Unidos, podrá arrimarle enseñanzas y advertencias. Con ciertas similitudes, pero más talento en Polonia, los Dragones Rojos advirtieron que un atrabancado plan de juego de México podría parecer una carta de suicidio.
El Tri llega con la estela penosa de un futbol endeudado. 2021 y 2022 tuvieron pocas estampas de felicidad en la cancha, pero gozosas consecuencias en el Octagonal Final de la Concacaf. Martino lo explicaba el lunes en Conferencia de prensa, en el paradigma de sumar puntos sin jugar bien, o jugar bien sin sumar puntos.
La afición mexicana, ese personaje que se debate entre la ilusión desbordada hacia el éxito, pero con la predisposición al fracaso, para que siempre le quede la satisfacción de la euforia, o de sentirse profeta de sus propios desalientos, tratará de pesar en la tribuna.
Porque ese mismo ente, la facción mexicana, brinda por el pesimismo, y disfruta rumiando la propensión a la desgracia, pero al ingresar al estadio, se transforma, y levanta la ajada bandera del “sí se puede”. La agraciada desgracia de pervivir en la fe, aunque a veces levante ese estandarte con un pie en el sepulcro.
Gerardo Martino ha dicho que la palabra, esa que es omnipotente en el futbol, intensidad, ya no es parte de sus lamentos. De ser así, ya todo es cuestión de futbol. De ser así, esta legión debería escapar, entonces, a la necrofílica sentencia de Octavio Paz, esa que asegura que el mexicano teme más a la victoria que a la derrota.
Este mismo Mundial ha marcado pautas. Qatar, amo y señor de la plaza, perdió ante su gente, el poderío desperdigado en su larga pretemporada. Ganó respeto en su preparación, y se desmoronó ante un Ecuador. Por eso, en el futbol a veces hay algo más poderoso que el buen juego, y el juego mismo: la fortaleza.
¿Polonia? Para el técnico Czesław Michniewicz no hay secretos por parte de México. “El que se sorprenda, es que no habrá hecho su tarea”, dijo en conferencia de prensa el lunes, asumiendo que no hay misterios mutuos entre él y su adversario.
Los polacos fueron generosos con el Tri. Colgaron guirnaldas sobre el técnico y los jugadores mexicanos. Elogiaron a Guillermo Ochoa, cuyo defecto es el juego aéreo, el principal potencial de estos europeos, según conclusiones de Marcelo Bielsa tras revisar sus más recientes 50 partidos. Y ponderaron la experiencia de Héctor Herrera, quien hace meses que apenas suma minutos para un par de partidos completos.
Claro, se guardaron la parte en que podrían haber presumido los galardones de Robert Lewandowski, Piotr Zielinski y Arkadiusz Milik, y el modesto bastión veterano de Grzegorz Krychowiak. Pero, en un refrán común en Polonia, se explica todo: “Con un ‘Dios le bendiga’ no se compra nada”.
Al final, el último trazo o el último garabato en la cancha, está en el atrevimiento y el desprecio a la claudicación por parte de los jugadores. Una vieja frase de futbol: “ganará el que más lo quiera”. Por eso, al futbol y al respeto a la felicidad del juego mismo, hay que agregarle la genuina fe en las palabras. Sin exageraciones. “Venimos por lo máximo, a ser campeones del mundo”, dijo Héctor Herrera. Claro, la mesura también condimenta.
El arbitraje será de lujo. Un australiano, Chris Beah, y sus paisanos Anton Schetinin y Ashley Beecham, complementados por Shaun Evans en el VAR, tiene la ley, aunque no necesariamente la justicia en sus manos.