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Argentina-Croacia, un partido mental y emocional

Nicolás Otamendi y Rodrigo De Paul y sus emociones a flor de piel en el himno argentino Getty Images

DOHA (Enviado especial) -- ¿Repetir la línea de tres que tan funcionó bien contra Países Bajos o mejor jugar con cuatro en el medio para disputar la zona contra los mejores de Croacia?. ¿Regresar al 4-3-3 que más conoce la Selección Argentina o reservar a Ángel Di María para el segundo tiempo ante un rival más desgastado?. Estas incógnitas y debates visten las horas previas a la semifinal de la Copa del Mundo y, aunque por supuesto son válidos, quizás no sean los aspectos más trascendentes de cara a un duelo histórico.

Porque este ha sido el Mundial de las emociones. De lo intangible, de lo que excede al análisis futbolístico puro y duro. De aquello que no aparece en los resúmenes estadísticos más profundos que la informática permita. Ha sido un torneo en el que para ganar se necesita algo más que buenos jugadores, buen funcionamiento colectivo y suerte. Para triunfar en Qatar hay que tener fortaleza mental, carácter y responsabilidad patriótica.

Argentina, Croacia, Marruecos y Francia han demostrado argumentos de todo tipo para llegar a esta instancia de definición. Superaron sus respectivas llaves de octavos de final y cuartos con justicia y lograron imponer sus condiciones, cada uno con su estilo particular. Los cuatro tienen formas y métodos muy distintos, pero cuentan con un atributo en común. Todos han manifestado una personalidad, una entrega y un temperamento muy superior al de sus adversarios. Allí, en el terreno de lo espiritual, han sacado ventaja. Pero ahora quedaron en igualdad de condiciones.

Ya se ha hablado en estas páginas sobre el carácter del seleccionado argentino. Eso es lo que les permitió dejar atrás la increíble derrota del debut frente a Arabia Saudita, el final angustiante del choque ante Australia y el empate agónico que le propinó Países Bajos. Ningún otro de los semifinalistas atravesó tantas situaciones límite como el conjunto de Lionel Scaloni. Y en este contexto de campeonato, eso es un argumento poderoso.

Con Lionel Messi como líder absoluto y Nicolás Otamendi, Emiliano Martínez y Rodrigo De Paul como fieles escuderos, la Albiceleste sabe jugar pero ante todo sabe luchar, en el sentido más amplio del término. Luchar contra las virtudes del rival y contra las limitaciones propias. Contra el juego y contra el destino. Messi gambetea y también discute como el capitán más comprometido; Otamendi saca todo de arriba y de abajo y toca hacia adelante; De Paul se multiplica pese a sus molestias y al mismo tiempo tiene la lucidez para meter un pase de 50 metros; Dibu Martínez ataja el penal más caliente de su vida y empuja a sus compañeros.

Fútbol y coraje. Lo que se puede medir y lo que no. En esa mixtura está el secreto del éxito en esta Copa. Lo sabe también Croacia, que está lejos de los primeros puestos en todos los rubros estadísticos pero aún así no perdió y viene de eliminar al gran favorito de todos, Brasil. El combinado de Zlatko Dalic sabe jugar estas instancias como nadie. Sabe incluso disputar los tiempos suplementarios, ya que lo hizo en tres fases en Rusia 2018 y en las dos de este certamen. Cuando el cansancio nubla los sentidos, aparecen los atributos intrínsecos que lo convirtieron en un adversario temible.

Desde luego que Argentina debe cuidarse de Luka Modric y su extraordinaria capacidad para manejar los hilos y asociarse con todos. Claro que también debe pensar en cómo superar a la defensa rocosa que lidera un impresionante Josko Gvardiol. Y por supuesto que necesita planear cómo desactivar el juego de las bandas. Pero no alcanzará con todo eso, porque su rival de semis tiene también su misma fortaleza mental. Y en esa disputa se definirá el encuentro en Lusail.

La otra semi también enfrentará a dos seleccionados que han demostrado mucho temperamento. Está claro que Francia tiene calidad futbolística en todas sus líneas y que la jerarquía es su principal virtud. Sin embargo, antes de la Copa no tenía la fibra competitiva que sí tiene ahora. Se activa en esta competencia, en la que consigue algo muy difícil: que la motivación psicológica potencie su talento innato. En tanto, Marruecos es un equipo con una cabeza indestructible. "Somos Rocky Balboa", dijo el entrenador Walid Regragui, y no pudo usar una mejor metáfora. Su corazón es capaz de todo.

"Esta ha sido la Copa del Mundo de las emociones" es un concepto de doble significado. Por un lado, los partidos en Qatar han tenido una gran cantidad de momentos muy intensos y conmovedores. Definiciones agónicas, resultados que se dieron vuelta de forma increíble y batacazos celebrados por medio mundo. Y por el otro lado, la capacidad de jugar por algo más que la simple obligación profesional fue lo que marcó la diferencia. El compromiso extra por el objetivo mayor. El plus sentimental.

Argentina, Croacia y Marruecos salen a la cancha con una responsabilidad patriótica en sus espaldas y sus jugadores lo saben muy bien. Por eso se entregan de ese modo. Puede parecer exagerado y temerario hablar en estos términos de un campeonato de fútbol, pero quien crea que este juego solo es un deporte no comprenderá su magnitud verdadera. Claro que los futbolistas no podrán cambiar la vida de sus pueblos de manera estructural, pero sí tienen la extraordinaria posibilidad de regalarles un tiempo de goce genuino y absoluto. Una alegría eterna. Y contar con esa lucidez es tan valioso como hacerlo con virtud deportiva.

Por eso, el martes en Lusail habrá un enfrentamiento entre dos calidades futbolísticas, pero también entre dos corazones que laten con una pasión tan intensa como poderosa. Argentina deberá pensar el partido ante Croacia, planear su idea e intentar ejecutarla. Pero también deberá vivirlo y ya. Y en ese sentido, está confiada porque ya ha exhibido su carácter y sabe que no fallará. Que dará la talla en el primero de los dos días más importantes de su vida.