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El comienzo de una era: la llegada de Bilardo a la Selección Argentina

El 24 de febrero de 1983, Carlos Salvador Bilardo asumía como entrenador de la Selección. Fue sin dudas uno de los grandes entrenadores de la historia del fútbol argentino. Y también, un referente a nivel mundial.

El doctor, como también se lo llamaba por su profesión (era ginecólogo), fue un apasionado del fútbol. Trabajador full time para algunos, obsesivo para otros, el Narigón marcó una época.

Los primeros pasos como DT los dio en Estudiantes de La Plata, con buenas campañas, a comienzos de los setenta; más tarde pasó al fútbol colombiano, donde dirigió a Deportivo Cali (fue finalista de la Libertadores de 1978) y a la Selección de Colombia.

Discípulo de Luis Zubeldía, otro gran ídolo de Estudiantes, a comienzos de la década del ochenta, con su querido Pincha, armó un equipo muy recordado por su solidez y eficacia: se consagró campeón en el Metropolitano de 1982, tras vencer a Talleres de Córdoba.

Ese equipo que se consagró contaba con jugadores de muy buen pie como Sabella, Ponce y Trobbiani; Miguel Angel Russo como el hombre de marca, el Tata Brown en la defensa y Hugo Gottardi en el ataque.

Atrás quedó Independiente, uno de los grandes rivales de esa época. Justamente el Independiente del que era hincha Julio Grondona, el presidente que estaba dando los primeros pasos como titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).

Había mucha rivalidad en ese época entre el Pincha y el Rojo, un duelo de estilos: el de Independiente, paladar negro y fútbol ofensivo, y el de los platenses, etiquetado como más defensivo.

Con esa grieta de por medio parecía difícil que Bilardo llegara a la Selección, estando Grondona en el puesto de máximo dirigente de la AFA. Pero los candidatos que competían con el Narigón, como Carlos Timoteo Griguol o el Zurdo López, quedaron por distintas razones en el camino y Bilardo se fue abriendo paso como principal candidato.

Dicen que entre las razones que convencieron a Grondona, figuraban su capacidad de dialogo con la dirigencia (algo que con Menotti no se había dado del todo bien), su capacidad de trabajo, inagotable y full time, como requería ser DT de la Selección, y el gran conocimiento que mostró no sólo de los jugadores en el ámbito local, sino también en el internacional.

Sabía cómo jugaban Brasil, Alemania, Italia, y también Camerún, Marruecos, Corea del Sur...

El camino fue duro al principio, sobre todo en las siempre complicadas Eliminatorias. La Argentina venía de clasificarse a los dos últimos Mundiales sin jugarlas: en 1978 por ser el país anfitrión, y en 1982 por ser campeón. Había que retomar ese camino complejo para la albiceleste, sufrido... No fue para menos, aunque el comienzo había resultado auspicioso con cuatro victorias en las cuatro primeras presentaciones: a Venezuela (3 a 2 de visitante y 3 a 0 de local) y 3 a 1 a Colombia de visitante y 1 a 0 de local.

Faltaba Perú, que peleaba por su lugar. La derrota en Lima por 1 a 0 sembró dudas. Ese partido es recordado por la infalible marca personal de Luis Reyna a Maradona, quien no dejó respirar al astro argentino y lo siguió todo el partido como una estampilla. Poco pudo hacer Pelusa para despegarse de su marcador.

La revancha era en el Monumental de Buenos Aires y para no perder la costumbre hubo que sufrir. A la albiceleste le alcanzaba el empate. Y había comenzado ganando 1 a 0 con gol de Pasculli a los 12 minutos. Pero a los 23 marcó el empate Velásquez y a los 39 Barbadillo para dejar en silencio el estadio.

Sobre el final del partido, Passarella agarró la lanza, fue al ataque y luego de que su remate pegara en el palo y recorriera la línea de gol, el Flaco Gareca puso el 2 a 2 final para el alivio de todos.

Lo cierto es que pese a la clasificación las críticas a la Selección, a Maradona, y a Bilardo, eran constantes. Y hasta se hablaba que desde el mismo Gobierno nacional se presionaba para que Bilardo dejara de ser el entrenador de la Selección.

Pero el Narigón resistió y el Mundial fue otra historia. Otro equipo. Sólido. Compacto. Con una idea clara de juego. Y con un Maradona extraordinario, es cierto, pero muy bien acompañado por el resto del equipo. Así llegó la segunda Copa del Mundo, tras derrotar a Alemania 3 a 2 en una final increíble.

Dicen que Bilardo, obsesivo como era, se fue amargado del Azteca de México tras la conquista del título porque los germanos convirtieron dos goles de pelota parada. Y para él, que con sus videos y sus charlas repasó una y mil veces ese escenario, una cosa así no podía perdonarse.

El Mundial de 1990 dejó un subcampeonato. Recordado por las lesiones, por un equipo diezmado desde lo físico, por un Maradona con un tobillo a la miseria, pero por la entrega de sus jugadores. Pese a todo, se dejó en el camino a Brasil y a Italia, el local y favorito. Y se perdió la final con Alemania.

Más tarde fue director de Selecciones Nacionales, llevando a Maradona como DT de la Selección en Sudáfrica 2010 y a Alejandro Sabella, del riñón de su querido Estudiantes, en Brasil 2014.

Lo cierto es que más allá del gusto que los fanáticos puedan expresar por su fútbol y su estilo, algo es indiscutible: su amor por la celeste y blanca siempre estuvo por encima de todo.