¿Es ambición insana esta ansiedad de permanencia por parte de Guillermo Ochoa? ¿O es desesperación? ¿O es locura? ¿O es pasión por su oficio?
LOS ÁNGELES -- En caso de ocurrir, Guillermo Ochoa cumpliría 41 años de edad viviendo su sexta Copa del Mundo en 2026. De ocurrir que sea convocado por Javier Aguirre a la Selección Mexicana.
Ya no depende sólo de él. Depende de Luis Malagón (América), de Julio González (Pumas), del Tala Rangel (Chivas), y hasta de Álex Padilla (Athletic de Bilbao) y Fernando Tapia (Tigres). Su destino está en manos ajenas.
¿Quo Vadis (“a dónde vas”, en latín) Guillermo Ochoa?
¿Qué lleva a un tipo de 39 años, con el futuro financiero resuelto, con un recorrido respetable en México, y humilde, pero respetable en Europa, y con gestas históricas en Copas del Mundo, a tratar de permanecer activo ahora en un club imberbe como el AVS de Portugal?
¿Qué lleva a un tipo de 39 años a empecinarse, a emperrarse en querer jugar una sexta Copa del Mundo, tras colocar su nombre en la pasarela exclusiva de quienes han jugado cinco mundiales: La Tota Carbajal, Rafa Márquez, Andrés Guardado, Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Lothar Matthaeus y Gianluigi Buffon?
Y hay una pregunta aún más lacerante y dolorosa para él mismo.
¿Qué maldita necedad lleva a un tipo de 39 años a querer defender una camiseta, una Selección, un estandarte, de una nación futbolera como la Mexicana, que en su mayoría lo desprecia, lo castiga, lo detesta, y se burla de él por ser el portero más goleado en la historia aciaga de su selección nacional? ¿Qué tiene que demostrarle a esa prole ingrata del fanatismo?
Porque, además, lo más pernicioso, es que la ejecución sumaria de la mofa y el bullying no sólo ocurre en la crueldad manifiesta de sus enemigos naturales, las turbas de Chivas, Cruz Azul y Pumas UNAM, sino además se perpetra en la punzante, purgante y envenenada chusma del americanismo.
¿Qué les debe Guillermo Ochoa a sus detractores gratuitos, fanatizados y domesticados en la docilidad y debilidad neuronal de las redes sociales?
Tras su poco afortunado paso por el Salernitana italiano, Guillermo Ochoa quedó en el desamparo brutal del limbo futbolero. Su promotor tocó más puertas que frustrado vendedor de biblias.
En el último momento, la brújula apuntó hacia el norte de Portugal. Llegó al AVS Futebol Sad, que juega en un estadio multiusos con capacidad para 8 mil 560 aficionados, en un pueblo (Vila das Aves, municipio de Santo Tirso) con una población flotante de alrededor de 10 mil habitantes.
¿Por qué? ¿Por quién? ¿Para qué? ¿Quo Vadis, Guillermo Ochoa?
Negándose a quemar sus naves y a cobijarse en el invierno del retiro de las canchas, Guillermo Ochoa deberá separarse de la familia, que en un ejercicio nómada le ha seguido por Francia, España, Bélgica, Italia y ahora Portugal, sin olvidar a México.
Sus facultades han menguado. Sus reflejos –su más poderoso recurso–, se han ralentizado una milésima de segundo, que en el futbol suele ser la distancia fatídica entre la gloria y el fracaso, entre ser héroe o ser villano. Entre la idolatría y el vituperio.
El arquero mexicano firmó con el equipo portugués para continuar con su sueño europeo y poder aspirar a la próxima justa mundialista.
Tiene la sabiduría de los años y del adoctrinamiento doloroso de las centenas de goles recibidos con diez camisetas de clubes y la de la Selección Mexicana, pero esa experiencia y ese lirismo no alcanzaron para someter sus dos grandes defectos: las salidas por arriba y el juego con los pies. Para ello, es, hoy, demasiado tarde. El fuselaje, su organismo, empieza a sufrir la implacable decrepitud de la edad.
Sin duda es encomiable el esfuerzo. ¿Qué se le puede recriminar a Guillermo Ochoa? Es su vida. Es su aventura. Es su sueño. Es su odisea. Es su calvario. Es su apuesta. Es su efeméride.
Es, incluso, una revancha inexplicable para él mismo y contra el universo fanatizado, que, entre el odio, la defenestración y la burla, lo contempla esperando que fracase.
En el ocaso de su carrera, Guillermo Ochoa se niega a clausurar la empresa privada de su organismo, sus ilusiones y sus promesas. Sabe que llegará, pero aún, según él, no llega, el momento de declararse en bancarrota competitiva.
Mauricio Ymay con el análisis y todo el detalle del acuerdo del portero mexicano con su nuevo equipo en Portugal.
Porque hay futbolistas así. Ochoa es un tipo preso de sus quimeras, pero libre de ataduras. Un utópico en medio de la distopia. Un tipo que se niega a ingresar a la inmensa y eterna jaula que esclaviza a los que claudican. Juega al Prometeo una y otra vez.
Su peregrinar es una devoción a la resiliencia y la persistencia desde aquel 8 de junio de 2011. ¿Recuerda ese momento que marcó dramáticamente la carrera de Guillermo Ochoa?
En esa época, el Paris Saint-Germain había cerrado el trato con el América, pero por un traslape o un dislate de Yon de Luisa, éste no envió el pase internacional al equipo francés por estar metido en el ya extinto draft de jugadores.
De Luisa debió enviar el documento en la última semana de mayo. El 8 de junio de 2011 se hizo oficial un positivo de dopaje por clembuterol del mismo Ochoa y de otros seleccionados nacionales: Hobbit Bermúdez, Maza Rodríguez, Jesús Dueñas y el naturalizado Sinha.
Acto seguido, el PSG se retiró de inmediato y le dio carpetazo al asunto. Después quedaría demostrado, sin hacerse oficial ni público, que ese positivo por clembuterol se originó debido a la carne que consumieron en el Centro de Alto Rendimiento. ¿Quién surtía esa carne? Guillermo Lara, compadre y amigo de Justino Compeán, entonces presidente de la FMF.
Portugal será la quinta Liga en Europa para el portero mexicano.
Y entonces, de soñar con el PSG, el club más poderoso de Francia, al lado del Olympique de Marsella, Guillermo Ochoa terminó en el Ajaccio, con el que descendió y recibió 186 goles, pero fue el portero con más atajadas en la liga francesa.
No son gratis, aunque sean despiadadas, las burlas sobre el arquero mexicano, pues en el Salernitana de Italia, este año 2024 llegó a la cifra de mil goles recibidos, con anotación de Gianluca Lapadula, del Cagliari. Y a ello se agrega una de las más ominosas y bochornosas golizas del Tri, en aquel 7-0 ante Chile, en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California, dentro de la Copa América Centenario. Él no fue el único culpable, pero el martirizado es, ha sido, y será, siempre el guardameta.
Nacido en Guadalajara, Jalisco, Guillermo Ochoa fue a probarse primero con el Atlas y después con Chivas. Ambos equipos lo rechazaron. Los Rojinegros, porque tenían cartas de sobra en su baraja, y en el Rebaño porque no iba recomendado por algún miembro de la Asociación Civil o de los veteranos del Campeonísimo. Su debut profesional fue con los Tigrillos UANL y después pasó al América.
Sí, la perseverancia marca la vida de Guillermo Ochoa, incluyendo el pasaje en el Mundial de Sudáfrica, cuando parecía inminente su titularidad, y al final fue desplazado por el veteranísimo Óscar 'Conejo' Pérez, y siendo director técnico Javier Aguirre.
El traspaso está por hacerse oficial, el portero mexicano jugaría en Portugal.
¿Es ambición insana esta ansiedad de permanencia por parte de Guillermo Ochoa? ¿O es desesperación? ¿O es locura? ¿O es pasión por su oficio? ¿O es simplemente una poderosa devoción por el futbol? ¿o es el Síndrome de Sísifo?
Sólo él tiene la respuesta. Sólo él sabe qué le nutre cada mañana, como la de este miércoles 4 de septiembre de acudir a su primer entrenamiento a un sitio donde el GPS del futbol de alta competencia no encuentra la ruta. ¿Para qué salir ahí, a exigencias física de alta intensidad, entre costalazos y raspones?
Por eso, insisto, es encomiable y respetable. No darse por vencido, hasta que en abril o mayo de 2026, Javier Aguirre anuncie sus tres arqueros para la Copa del Mundo, es loable, porque, recuérdese, el camposanto del futbol mexicano está lleno de lápidas de futbolistas que ni siquiera se atrevieron a enfrentar la adversidad, algunas vences incidental y a veces provocada por ellos mismos.
La pregunta cabe.
¿Quo Vadis, Guillermo Ochoa?