"¿Usted sabe lo que es un Mundial? Usted debe ser como esos angelitos que se creen que un Mundial es una fiesta deportiva. ¡Son mentiras! ¡Es una guerra deportiva! Hay que hacer lo que venga. Si usted puede jugar con un cuchillo en la cintura, agarre viaje...". La frase de Obdulio Varela en Estrellas Deportivas fue elocuente.
El capitán de la Selección de Uruguay agregó: "Todos quieren ganar. Es bravo. Muy bravo. Por eso ganamos nosotros. Porque en la final no nos achicamos".
¿A qué hacía referencia Obdulio? Al día que Uruguay escribió el capítulo más increíble de la historia del fútbol mundial. Un 16 de julio de 1950 se inició la leyenda Celeste. El equipo uruguayo ganó el máximo evento jugando ante 200 mil personas en Maracaná, y lo hizo dando vuelta el resultado ante un Brasil al que le alcanzaba con el empate para quedarse con el título.
Uruguay pasó la primera ronda del Mundial de Brasil sin despeinarse. Debido a que dos selecciones clasificadas se retiraron antes del torneo, el Grupo 4 contó solo con Uruguay y Bolivia que disputaron un único partido el 2 de julio en Belo Horizonte y que ganaron los Celestes 8 a 0.
De ese modo, el equipo que dirigía Juan López clasificó a la ronda final donde debía enfrentar a España, Suecia y el local Brasil.
En la fase final los brasileños llegaron al último partido a ritmo de samba. Golearon 7-1 a Suecia y 6-1 a España; al tiempo que los uruguayos lo hicieron sufriendo. En la primera fecha igualaron 2 a 2 con España y en la segunda vencieron a Suecia 3-2, dando vuelta el partido en el tramo final con dos goles de Oscar Míguez a los 77 y 85 minutos respectivamente.
"Cumplidos si somos campeones", dijo Obdulio Varela, capitán de Uruguay
De ese modo Uruguay y Brasil llegaron a la última fecha de la ronda final del Mundial con ventaja para los locales. Un empate les alcanzaba para coronarse campeones.
El partido se jugó el 16 de julio de 1950 en el imponente Maracaná, un escenario montado para albergar 200 mil personas.
Dice la leyenda que los días previos al juego los dirigentes que estaban al frente de la delegación de Uruguay hablaban y clamaban por una derrota que no fuera por goleada y que dejara bien parado al país internacionalmente.
Cuentan que un delegado de un club le dijo a Oscar Míguez: "Lo principal es que los brasileños no nos hagan seis goles. Con cuatro estamos cumplidos". Ante ello, el capitán Obdulio Varela se enfureció y gritó: "¡Atorrantes!". Reunió a sus compañeros y les dijo: "Este partido lo ganamos o nos sacan muertos de la cancha. ¿Qué es eso de que con cuatro estamos cumplidos? Cumplidos estaremos si salimos campeones".
Brasil vs. Uruguay, a la cancha en el Maracaná
El 16 de julio de 1950 el país organizador estaba de fiesta. Todo estaba preparado para que Brasil se coronara por primera vez como campeón del mundo.
Las puertas de Maracaná se abrieron a las 9 de la mañana. Los jugadores de Uruguay solicitaron llegar al estadio tres horas antes del partido para estar tranquilos. Como había tiempo, pidieron unas colchonetas para tirarse un rato en el vestuario aguardando la hora de salir al campo de juego.
Los brasileños formaron con Moacir Barbosa, Augusto Da Costa, Juvenil Amarijo, José Bauer, Danilo Alvim, Joao Ferreira, Alvino Friaca, Zisinho, Adhemir de Menezes, Jair Rosa Pinto, y Chico.
Uruguay lo hizo con Roque Máspoli, Matías González, Eusebio Tejera, Schubert Gambetta, Obdulio Varela, Víctor Rodríguez Andrade, Alcides Ghiggia, Julio Pérez, Oscar Míguez, Juan Alberto Schiaffino y Ruben Morán.
El primer tiempo terminó 0 a 0, pero en la parte complementaria el local fue otro. Todo hace indicar que el técnico Flavio Costa llamó la atención de sus dirigidos que salieron con otra actitud y a los dos minutos Friaca puso en ventaja a los brasileños.
Ahí nace otra de las leyendas que se transmitió de boca en boca, esa que dice que mientras los brasileños celebraban el gol, Obdulio fue al arco, tomó la pelota bajo el brazo, y empezó a protestar ante el árbitro Mr. Reader para enfriar el ambiente de fiesta de Maracaná.
Cuando se reanudó el juego, el fuego se había consumido, y Uruguay logró el milagro más grande de la historia del fútbol mundial. A los 65 minutos Juan Alberto Schiaffino igualó el juego. Pero no alcanzaba. Con el empate, Brasil era campeón.
Unos minutos más tarde, el presidente de la FIFA, Mr. Jules Rimet, decidió bajar a la cancha para la premiación.
"Cuando faltaba poco para terminar el encuentro dejé mi puesto y mientras preparaba el discurso que debía pronunciar ante el micrófono me dirigí al túnel que conducía al terreno de juego. En aquel momento los dos equipos permanecían empatados a un gol. Terminando igualados era suficiente para que Brasil fuese declarado campeón", expresó Rimet en el libro La Maravillosa historia de la Copa del Mundo.
Pero en el trayecto, ocurrió lo inesperado…
"Silencio de muerte" en el Maracaná por el gol de Ghiggia
A los 79 minutos el puntero uruguayo Alcides Ghiggia enmudeció al Maracaná marcando el segundo gol de la Celeste.
A partir de ese momento, todo el protocolo se fue al diablo. Mr. Jules Rimet se refirió a ello revelando lo que le tocó vivir: "Justamente cuando llegaba a la salida del túnel, un silencio de muerte había reemplazado a todo aquel tumulto. Aquella multitud se hallaba muda de estupor, como petrificada. Uruguay había marcado un segundo gol y ganado la Copa del Mundo".
El entonces presidente de la FIFA dijo sobre la histórica conquista de Uruguay: "Automáticamente ya no hubo ni guardia de honor, ni himno nacional, ni entrega solemne del trofeo. Me hallé solo en medio de una multitud, empujado por todos los costados y con el trofeo en mis manos sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo (Obdulio Varela) y le entregué, casi a escondidas, la Copa, estrechándole la mano, sin poder decir una sola palabra...".
