BARCELONA --“Es imposible odiar a quien antes no has querido con todas tus fuerzas”. Fue esa una sentencia que se hizo muy popular en Barcelona, alrededor del Camp Nou, para explicar el rechazo que provocó, y sigue provocando, Luis Figo en el Barça. El portugués cumple este sábado 45 años y, más allá de consideraciones personales, se mantiene como uno de los iconos futbolísticos de las dos últimas décadas. Un futbolista sobresaliente.
Figo fue el primer ‘7’ personalizado en el Barcelona, en la temporada 1995-96, en un Camp Nou al que llegó apadrinado por Johan Cruyff en persona, que convenció (fue quizá uno de sus últimos éxitos en materia de fichajes) al entonces presidente Núñez para incorporarle.
Estaba envuelto en un lío entre Parma y Juventus. Una duplicidad de contratos firmados por su representante José Veiga (personaje capital para explicar su marcha después al Real Madrid) provocó que la federación italiana sentenciara prohibir su incorporación al Calcio y el Barça se lo llevó por 3 millones de dólares.
Su impacto en Barcelona fue inmediato. Cercano y amable fuera del campo, atrevido y brillante en el césped, Figo se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un jugador especialmente estimado por la hinchada azulgrana y en un protagonista clave del vestuario, donde su juventud le llevó a relacionarse de manera muy especial con los canteranos y, entre todos ellos, con Pep Guardiola en particular, con quien aún hoy mantiene una estrecha relación.
Figo fue considerado “uno de los nuestros” por la afición del Barça, que celebró su adaptación a Barcelona y su innegable y clara contraposición al Real Madrid, del que se acordó en alguna ocasión para celebrar títulos en azulgrana, llegándose a convertir en capitán del equipo y dando por hecho que su futuro, a nivel familiar, pasaría por echar raíces en Cataluña…
LA ROTURA
Jugador indiscutible a las órdenes de Louis van Gaal, durante la temporada 1999-2000 empezó a discutirse su enésima renovación de contrato que finalizaba un año después. Lo que hoy, renovaciones fuera de tiempo, es tan habitual en las estrellas no lo era entonces y, de hecho, a finales de 1996, cuando disfrutaba en el campo con Ronaldo, Figo estuvo cerca de firmar por el Milan.
A Núñez, presidente del Barça y que en la primavera de 1997 no tembló para dejar marchar al crack brasileño al Inter por las dificultades en una renovación y mejora de contrato que no se produjo, las discusiones con Veiga y sus colaboradores le cansaron de tal manera que decidió en la primavera de 2000 no atender a las exigencias del agente de Figo.
Argumentando que él dejaba el mando del club y que el ganador de las elecciones debía ser quien atendiera o no las demandas del representante, Núñez se apartó del plano… Y a él acudió Florentino Pérez, empresario de éxito y aspirante a derrocar a Lorenzo Sanz en las elecciones a la presidencia del Real Madrid.
Con el club merengue celebrando la conquista de la Champions en mayo de 2000 se entendía imposible que Lorenzo Sanz perdiera en las urnas, pero Florentino jugó sus bazas, compró los favores necesarios (3,5 millones de dólares a Paulo Futre y otros tantos a Veiga) y se aseguró el fichaje de Figo ‘si ganaba las elecciones’.
“Mi futuro lo decido yo y no voy a marcharme del Barcelona” proclamó el crack portugués el 14 de julio de 2000, cuando su nombre ya era relacionado a todos los niveles con el Madrid. Estaba convencido todo el mundo de la victoria de Sanz y de que, por lo tanto, la jugada le saldría redonda a su manager… Pero el farol le salió mal.
‘SOY PORTUGUÉS’
Mal… O bien, depende del prisma con que se pueda observar con el paso de los años. Al día siguiente de la victoria de Florentino en Madrid, Gaspart ganó las elecciones en el Barça y Figo le suplicó que deshiciera el entuerto. No fue posible, claro.
Florentino lo había atado todo perfectamente y en caso de no cumplir Veiga el trato debería pagarle 30 millones de dólares, una cantidad que Figo estuvo dispuesto a hacer frente con la ayuda del nuevo presidente del Barça que, obviamente, no entró en el juego. “Yo no puedo pagar el fichaje de un jugador que ya es nuestro y, encima, favorecer al Real Madrid” solventó Gaspart.
Y Figo, por 69,9 millones de dólares, tomó el ‘Puente aereo’ fichando por el Real Madrid, presentado como el mayor traidor de la historia en el Barcelona y enterrando, de un plumazo, su carrera en el Camp Nou.
Si la rivalidad entre los dos gigantes del fútbol español siempre fue un asunto de poca broma no es descabellado afirmar que la marcha de Figo abrió un nuevo escenario, más polémico si cabe, que comenzó con su presentación en el Bernabéu.
“Luis, ¿ya te sientes madridista?” le preguntó un periodista buscando el evidente gancho contra el Barça. Serio, impetérrito e incluso dando una imagen de hastío Figo contestó con una frase que quedó para la posteridad: “Yo soy portugués”.
NUEVA VIDA
Quienes le trataron de cerca, fuera del ámbito público, aseguraron, y recuerdan, que a Figo no le resultó fácil adaptarse a su nueva vida en el Real Madrid y en la capital de España. Su mujer, incluso, había abierto un restaurante en Barcelona y el arraigo de ambos a orillas del Mediterráneo provocó que los primeros meses en Madrid fueran especialmente complicados para el jugador.
Pero si le quedaba un ápice de pesar, un mínimo de duda, de lo que había hecho, eso comenzó a desaparecer el 21 de octubre de aquel año 2000, en su retorno a un estadio que le había idolatrado y que le recibió con el mayor desprecio que se recuerda. Aquella noche venció el Barça por 2-0 y un tal Carles Puyol le llevó por el camino de la amargura.
Dos años después, el 23 de noviembre de 2002 en la que fue su segunda experiencia, el caso fue aún peor. Volaron las botellas contra el campo y hasta una cabeza de cerdo en su honor. Para entonces a Figo ya se le había apagado cualquier cariño por el Barça.
Cinco temporadas como merengue le dio la oportunidad de conquistar la Champions que no había logrado con el Barça y de sentirse, lo dijo sin disimulo, un madridista más, aunque su salida no fuera precisamente para cariñosa por parte de Florentino Pérez, quien le compró por dinero y forzó su marcha sin respeto ninguno cuando así lo consideró.
ITALIA, POR FIN
Figo se despidió del Real Madrid habiendo jugado 245 partidos, curiosamente cuatro menos de los 249 que había defendido antes la camiseta azulgrana para que, en el fondo, quienes tanto le amaron en el Camp Nou pudieran, y puedan, mantener en la retina cierto orgullo de que el mejor fue el del Barça.
Camino de los 33 años Moratti le abrió sorprendentemente la puerta del Milán, apadrinado su fichaje por un Roberto Mancini, entonces entrenador nerazzurro, convencido de sacar aún mucho rendimiento del portugués.
No se equivocó el técnico italiano porque Figo, llegando a Italia diez años después de la primera vez que estuvo a punto de hacerlo, respondió en San Siro con un excelente rendimiento durante las cuatro temporadas que permaneció en el club.
Hoy, casi nueve años después de su retirada, la figura de Luis Figo sigue provocando reacciones encontradas alrededor del Barça mientras él, en primera persona, ni duda en considerarse madridista a la vez que es embajador del Inter o consejero del Presidente de la UEFA, Aleksander Čeferin.
23 títulos entre Sporting, Barcelona, Real Madrid e Inter adornan un palmarés que no pudo incluir ningún campeonato con la selección portuguesa en la que jugó 127 encuentros.
Y fue Balón de Oro en el año 2000. El año que comenzó de azulgrana y acabó de merengue. Imposible, desde entonces y hasta siempre, separar lo que fue su carrera. Héroe o villano… Pero un futbolista sobresaliente.