<
>

Larga vida al VAR

Que la tecnología sirva para asistir a los árbitros, no para reducir su calidad, deteriorar su jerarquía o sustituirlos por un comité arbitral

Cuentan que fue en 1868. Otros documentos históricos registran el uso del silbato en el fútbol en Nottingham en los 1870. En esa época la compañía Acme, de Birmingham, incrementó la producción de silbatos para la policía metropolitana. La tecnología es el conjunto de conocimientos aplicados al diseño de soluciones para resolver problemas concretos. Entendido esto, la tecnología llegó al fútbol muy poco después que el juego conociera sus primeras reglas. El silbato sustituyó al pañuelo que los árbitros utilizaban hasta entonces para alertar a los jugadores de la necesidad de parar el juego por alguna infracción cometida. La más reciente adopción de la tecnología en el fútbol no ha funcionado tan bien.

El Video Assistance Referee (VAR) fue introducido al fútbol para que la ciencias aplicadas, con la televisión como vehículo, permitan al arbitraje corregir decisiones erróneas o alerte ante omisiones claras y manifiestas de infracciones que, por la velocidad con la que se juega al fútbol, pudieran pasar inadvertidas. Puede ser utilizado en acciones que ya conocemos: goles, penaltis, expulsiones y confusión de identidad. La evolución, o involución en su aplicación, ha llevado a que las decisiones sobre las que se aplica sean más caprichosas que claras y que su uso parezca más discrecional que razonable.

Hay una realidad: el partido libre de errores arbitrales jamás existirá. Hay otra realidad y es que los árbitros toman decisiones incluso cuando la decisión pasa por no tomar una decisión ¿se entiende? Un partido de fútbol lleva a un árbitro a tomar unas 250 decisiones, una cada 22 segundos. Cada una de ellas examinada por las televisiones. El error del árbitro es público. En una profesión que convive con el error. El VAR pretendía limitar los errores y hacer mejor el arbitraje. Lo ha empeorado. Se apoyan en el VAR para errores que no son ni claros, ni manifiestos. Se pitan contactos mínimos en un deporte que es de roce por naturaleza. Contactos tan débiles que apenas pueden ser percibidos y que al ser examinados abren la zona gris de la múltiple interpretación.

El fútbol tiene que convivir con el error arbitral, que el VAR sólo debe de entrar en lo obvio, en lo claro y en lo evidente. Debe el fútbol redefinir los parámetros dentro de los que los árbitros deben actuar. El árbitro tomará decisiones, muchas y frecuentes, y algunas serán erróneas. Pero cuando el error es de tal dimensión que la acción no genera duda alguna entre los encargados de aplicar la tecnología de VAR, que sea hasta entonces que se utilice. De otra forma, un deporte basado con un alto grado de equivocación, se exige la perfección sólo del arbitraje. El fútbol se ha complicado con modificaciones reglamentarias que obligan a la adopción de nuevas interpretaciones. Las decisiones por mano en el área, por ejemplo. En un sentido del juego, en ataque, no admiten interpretación y todos los contactos del brazo con el balón son sancionables. En defensa, la definición de una mano que merezca decidir penal queda abierta al diccionario del árbitro de turno, a la distancia de remate con el brazo, la posición del brazo. Se abre la zona más gris del juego.

Señores de la FIFA, International Board, árbitros, hagan más simple el fútbol. Si quieren más goles, eviten que sean de penal. O como sugirió Santiago Solari cuando trabajamos juntos en el Mundial de Brasil 2014, hagan más grandes los arcos. Ante la constante discusión sobre la necesidad de hacer del fútbol un deporte más atractivo, con más festejos de gol, Solari decía que lo mejor era hacer más grandes las porterías, ampliar el área por el cual puede entrar la pelota. Sin grandes modificaciones, 20 centímetros al ancho o 10 centímetros a la altura o reducir el diámetro de los palos. Ante la expansión de penales señalados, el fútbol está cumpliendo con el objetivo primario de los cambios al reglamento: más goles. Pero les pido recuerden lo que alguna vez dijo Pelé, “un penal es una forma cobarde de marcar un gol”.

El fuera de juego solía limitar espacio a la interpretación. Era blanco o negro. Pero aparecieron las líneas roja y azul de la tecnología, y ahora debemos precisar si el vector que se traza desde la parte del cuerpo más adelantada del jugador atacante está bien trazado. Si acierta la parte del cuerpo desde donde debe trazarse la línea, o incluso al jugador correcto. Y llegamos a jugadas como la que anuló el gol del triunfo del Liverpool ante el Everton en la fecha más reciente de la Premier League. Dos líneas, una al lado de la otra, sin claridad suficiente para creer que una estaba por delante de la otra, con mucho espacio a dudas. Esto debe cambiar. El fútbol definido por antojadizos milímetros. Si van a seguir con las líneas, sugiero una tercera línea. Del mismo grosor de las anteriores y que pueda insertarse en el espacio que dejan la línea marcada para el último defensor y la línea para el atacante. De no haber suficiente espacio para que entre esta tercera línea, no habrá offside. En el Siglo XIX el silbato sustituyo al pañuelo y las decisiones arbitrales pudieron ser escuchadas por los jugadores. Que la tecnología sirva para asistir a los árbitros, no para reducir su calidad, deteriorar su jerarquía o sustituirlos por un comité arbitral. Que el VAR tenga larga vida, pero una vida buena. Puestos a sugerir, de nada.