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Uruguay en 1970, la última selección charrúa con base de Nacional y Peñarol

Las figuritas de los jugadores que defendieron a Uruguay en el Mundial de México 70'. ESPN.com

El Mundial de México 1970 fue el último donde todos los futbolistas del plantel de Uruguay militaban en clubes locales y fue la última vez donde el equipo titular celeste estuvo conformado íntegramente por jugadores de Nacional y Peñarol.

Como primer ejercicio se podría pensar cómo formaría hoy en 2020 una selección compuesta sólo por futbolistas del club tricolor y del aurinegro. El siguiente paso es preguntarse cómo le iría en una Copa del Mundo. Otra actividad podría ser imaginar cómo estarían integrados los grandes del Uruguay si no hubiera tanta venta de jugadores.

Esta última propuesta es la que más puede ayudar para entender lo que sucedía en 1970 y cómo del primer once titular de Uruguay en el Mundial de México (debut ante Israel) estaba conformado por cuatro jugadores de Peñarol y siete de Nacional.

Es que el mejor arquero del mundo, Ladislao Mazurkiewicz, jugaba en el Carbonero, al igual que Roberto Matosas, uno de los grandes zagueros del fútbol sudamericano. También Pedro Virgilio Rocha, de los mejores volantes en la historia. El cuarto futbolista de Peñarol en aquel primer partido era el delantero Julio Losada.

Nacional estaba representado por tres defensas en la línea de cuatro (Luis Ubiña, Atilio Ancheta y Juan Martín Mugica), los grandiosos volantes Julio Montero Castillo e Ildo Maneiro, el sensacional puntero Luis Alberto Cubilla y el improvisado atacante Víctor Espárrago. Todos ellos se consagrarían campeones de la Libertadores y de la Intercontinental en 1971 con el Tricolor.

Que todos los futbolistas fuesen de Peñarol y Nacional no causaba ninguna sorpresa. Es más, de los 22 jugadores sólo cinco no eran de los grandes del fútbol uruguayo (Héctor Santos y Francisco Cámera fueron citados de Bella Vista, Dagoberto Fontes jugaba en Defensor, Alberto Gomez en Liverpool y Oscar Zubía en River Plate).

El fútbol uruguayo se impulsaba principalmente a partir de la eterna rivalidad de los grandes y la selección se nutría de sus futbolistas. Tanto es así que a esa selección le faltaba un centrodelantero debido a que, principalmente, los números nueve de Nacional y Peñarol eran extranjeros: en el Carbonero el goleador era el ecuatoriano Alberto Spencer y el club albo había incorporado al argentino Luis Artime.

Incluso la mayoría de los suplentes que ingresaron a lo largo del campeonato eran futbolistas de uno de los dos equipos: el Pocho Cortés (de Peñarol, titular luego de la lesión de Rocha), Ruben Bareño y Julio César Morales, ambos de Nacional.

El cuerpo técnico encabezado por Juan Eduardo Hohberg y el profesor Alberto Langlade decidieron mezclar en las habitaciones a jugadores de uno y otro elenco, quienes a su vez entendieron a la perfección que el objetivo, al igual que la camiseta, sólo tenía el color celeste. Los resultados obtenidos, llegando a semifinales, no hicieron más que ratificar esa unión y el gran entendimiento de que la rivalidad a nivel de clubes se dejaba de lado una vez que empezaba a sonar el himno uruguayo.

Ya para el Mundial de 1974 Mazurkiewcz y Rocha jugaban en Brasil, y tanto Montero Castillo como Espárrago se encontraban en clubes españoles.

La realidad y en particular la economía del mundo fútbol ha cambiado; algo fácilmente visible al comprobar que en los últimos tres planteles mundialistas de Uruguay sólo hubo cuatro futbolistas representando a Peñarol o a Nacional: Arévalo Ríos (Peñarol, Sudáfrica 2010), Sebastián Coates (Nacional, Brasil 2014) y Guillermo Varela con Cristian Rodríguez (Peñarol, Rusia 2018).

Los clubes uruguayos han padecido el crecimiento y la imposición económica europea y en consecuencia la selección uruguaya también ha tenido que generar vínculos futbolísticos ante la escasa coincidencia de sus jugadores, ya sea como rivales o compañeros.

Medio siglo después es inimaginable pensar la participación de Uruguay en una Copa del Mundo sólo con jugadores del medio local o armando el once titular con futbolistas de Peñarol y Nacional. Cincuenta años después puede generar hasta cierto celo la fortuna de la Selección Uruguaya que podía trabajar y contar con sus jugadores sin pasar ninguna frontera y la suerte de los espectadores del fútbol charrúa que podían ver jugar a futbolistas de talla mundial todos los fines de semana en el Estadio Centenario.