Uruguay debutó en el Mundial de 1970 el 2 de junio enfrentando a Israel por el grupo 2 y ganó 2 a 0 con tantos de Ildo Maneiro y Juan Martín Mugica. Sin embargo, como le ha ocurrido en otras Copas del Mundo, la selección charrúa sufrió en ese triunfo una baja fundamental que lamentaría a lo largo del torneo: a los 12 minutos Pedro Virgilio Rocha fue sustituido sin volver a defender la casaca Celeste en esa cita mundialista.
Siendo uno de los grandes futbolistas de toda la historia, para comprender la magnitud de Rocha se deben tomar paralelamente dos caminos: el primero, el estrictamente objetivo, el de las estadísticas. En ese sentido se puede mencionar por ejemplo que es el volante con más goles en toda la historia de la Copa Libertadores, o que en tres años fue el máximo anotador del Campeonato Uruguayo.
Tal vez el dato más contundente es confirmar que si uno repasa de forma completa la lista histórica de los goleadores del Campeonato Brasileirao año por año (desde 1959 al 2019) sólo hay un único futbolista extranjero, Rocha. Lo logró en 1972 con 17 goles para San Pablo compartiendo la distinción con Dadá Maravilha (de Atlético Mineiro).
Y si uno recorre el aspecto cuantitativo de su carrera se encuentra con un jugador sobresaliente; así lo describió el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Rocha se deslizaba como serpiente en el pasto. Jugaba con placer, regalaba placer: el placer del juego, el placer del gol. Hacía lo que quería con la pelota, y ella le creía todo”.
Rocha era elegantemente letal, genialmente contundente. Llamado el ‘Verdugo’ por sus potentes remates de media y larga distancia, su figura en la selección uruguaya de 1970 incluso tomaba mayor dimensión por el contexto del equipo. Sin un claro centrodelantero en el plantel, la suerte celeste en el arco rival recaía casi exclusivamente en el salteño.
“Estábamos armados para Pedro; él le pegaba de 40 metros de derecha o de izquierda e iba bien de arriba; se lesionó y nos complicamos porque no teníamos nueve” le comentó a ESPN Julio Montero Castillo, volante central de esa selección.
Tres veces campeón de la Libertadores y dos de la Intercontinental, Rocha incluso había marcado el 1 a 0 para que Uruguay venciera a Argentina en el último partido de la Copa América de 1967. La Celeste estaba obligada a ganar para ser campeón y ese gol de Rocha al minuto 74 le dio el título.
“Si Rocha no se embroma…” comentó Montero Castillo, trayendo la incertidumbre que siempre reinará sobre aquel plantel de 1970 que cayó en semifinales 3 a 1 ante el estupendo Brasil de Pelé y gran compañía.
Ese juego de pensar qué hubiera ocurrido si se hubiera podido contar con determinada figura ha sido una constante de Uruguay a lo largo de los mundiales, provocando el lamento de su pueblo futbolero, especialmente en las últimas tres Copas del Mundo.
En Sudáfrica 2010 la épica mano de Luis Suárez para evitar el gol y la eliminación ante Ghana en el minuto 120, provocó también la suspensión del delantero que no pudo estar ante Holanda en las Semifinales. Si bien era aún muy joven y no era el símbolo celeste en que luego se convertiría, ya hacía cuatro temporadas que anotaba cada fin de semana en la liga holandesa.
En Brasil 2014 otra vez una sanción (tras morder al italiano Chiellini) le impediría al salteño jugar los Octavos de final ante Colombia. Nuevamente Uruguay veía finalizado un Mundial sin poder contar con su máximo goleador histórico. Incluso el doloroso juego de plantearse ‘que hubiera sucedido si…’ tomó más fuerza que en el Mundial anterior.
Cuatro años después y desde Rusia, los reproches a la mala fortuna volvieron a decir presente en las discusiones futboleras de un nuevo invierno uruguayo. El 30 de junio de 2018 los dirigidos por el maestro Óscar Tabárez clasificaban a los Cuartos de final al vencer a Portugal por 2 a 1 con dos tantos de Edinson Cavani.
Justamente Cavani se lesionó en ese encuentro y no pudo estar en la posterior derrota celeste ante Francia. Desde entonces el pueblo uruguayo ha agregado un nuevo, recurrente y desgastante ejercicio mental que implica pensar si con el Edi en cancha Uruguay no hubiese podido eliminar a los futuros campeones del mundo. El dato de que el delantero hacía cinco años convertía goles y goles en tierras galas con el PSG, no hace más que producir mayor tortuosidad en ese imaginar una realidad alternativa que nunca se concretó.
Los más memoriosos podrán incluso agregar que en el Mundial de 1954 Uruguay no pudo contar con Obdulio Varela en las semifinales ante Hungría. Sin el ‘Negro Jefe’ en cancha (lesionado en el partido de Cuartos ante Inglaterra), la Celeste perdió su invicto mundialista.
En 1970 le tocó a Rocha. Ante Israel fue a buscar una pelota al área y encontró lo que nunca hubiera querido. Su lesión muscular forma parte de ese doloroso ejercicio de aparente inutilidad; sólo aparente porque cualquier futbolero sabe de lo valioso que es el juego de la imaginación, aun cuando implique un fastidio inevitable.