BUENOS AIRES – En el partido de la tercera fecha del Grupo D del Mundia Brasil 2014, que Uruguay le ganó a Italia por 1 a 0, con un gol de Godín, logrando así la clasificación para los octavos de final, ocurrió un hecho que nada tiene que ver con el deporte.
Eso es lo primero que hay que subrayar: nada que ver con el deporte. En el sentido que, por ejemplo, Italia no puede justificar su eliminación debido a ese episodio que, como repito, fue extradeportivo y nada tuvo que ver con el resultado. Porque no hablamos de un gol anulado o de un penal mal cobrado, sino del mordisco de Suárez a Chiellini.
Algunos dicen: Suárez debió ser expulsado. Claro, si el juez hubiera visto probablemente lo hubiera echado, pero convegamos que es casi imposible apreciar un hecho así, máxime si la pelota (y la mirada del referí) está en otro sector. Tampoco pudo haberse expulsado por la marca sobre el cuerpo de Chiellini, puesto que eso bien pudo haber sido una triquiñuela del propio defensor italiano.
Sin embargo, en mi opinión es inclusive mejor que las cosas se hayan desarrollado así y que la sanción llegue ahora, con la pelota sin rodar, como castigo claro e inequivocable para ese tipo de conductas. Porque debe quedar claro, sin reservas mentales o morales de ningún tipo, que esos tipos de conductas, como el escupitazo o cualquier otra forma de agresión, no pueden ser tolerados y merecen sanciones ejemplares.
Queda para encarar el caso humano de este jugador extraordinario, en mi opinión uno de los 5 mejores delanteros puros del planeta, que por tercera vez incurre en un hecho tan absurdo y, a bien mirar, autolesionista, porque está claro que Suárez podría perderse el resto del Mundial, inclusive la posibilidad de desafiar a Brasil en su propia tierra, con el recuerdo de la hazaña de 1950 en el corazón.
Desde el pitazo final del partido me pregunto y les pregunto a todos mis interlocutores: ¿qué puede llevar a un jugador así, tan fuerte en la cancha y tan buen tipo afuera de ella, en la vida de todos los días, a perder totalmente la razón, al punto de hacer algo inútil (y por eso aún más estúpido) que además daña a su selección y a él mismo, en el torneo quizás más importante de tu vida? Algo que seguramente jamás haría afuera de la cancha?
No tengo respuestas para eso, lo confieso, y me atormenta la tremenda duda de que el castigo "ejemplar" no sirva ni siquiera como prevención para el futuro suyo y de otros, porque está visto que a algunos de nosotros los humanos, cuando como suele decirse se "le sale la cadena", no hay consideración lógica que pueda detenerlos.
Pero el castigo es necesario, no fuese otro porque esto lo están viendo millones de niños y adolescentes: la impunidad sería un mensaje devastador en su proceso de formación de seres civilizados. Porque no puede haber dudas: a cada delito debe corresponderle inevitablemente un castigo. Aún si eso le cuesta al Mundial perder una de sus grandes figuras.