PELLA, IOWA - - En un día a mediados de marzo en la zona central del estado de Iowa, Kyle Korver y sus tres hermanos veían juntos el torneo de la NCAA en la misma habitación. A pesar de que Creighton, alma mater de Kyle, iba perdiendo, era un buen día y se convirtió en un buen recuerdo.
Korver ha mantenido presente ese momento y otros similares durante los últimos dos meses, mientras lidia con el pesar que siente. En ocasiones, ha llorado en soledad hasta quedarse dormido en las tardes previas a los partidos y se ha despertado con una sensación que sólo puede describir como un temblor en sus entrañas. Se ha aferrado a la oración para conseguir fuerzas suficientes para levantarse e ir a trabajar.
Korver, veterano de 15 temporadas en la NBA, se enorgullece de su consistencia y tranquilidad. Son las bases que le han convertido en uno de los más grandes encestadores de triples en la historia de la liga. Su madre Laine, quien una vez llegó a anotar 73 tantos en un partido de secundaria, le enseñó que no se alcanza la grandeza hasta tanto no se mantenga la consistencia. Ese consejo siempre ha estado en su corazón.
No obstante, desde la terrible semana que vivió en marzo pasado, su equilibrio, ese componente frágil y clave para los encestadores, ha estado ausente.
Kirk, hermano menor de Korver, murió el 20 de marzo tras una breve enfermedad que tomó a familiares y médicos por sorpresa. Fue algo devastador para la cercana familia y para el pueblo de Pella, donde Kevin, padre de Kyle, ha sido el pastor principal de una de las iglesias más importantes de la comunidad durante 25 años; y en el cual los hermanos Korver son tratados como embajadores y héroes.
A pesar de ello, en los días y semanas que han pasado desde la muerte de Kirk, se ha producido en la comunidad de Pella un elemento que va más allá del duelo, una especie de movimiento alentador e inesperado. Comenzó en el funeral, al cual asistieron más de 1,500 personas en la Tercera Iglesia Reformada de Pella, cuando Kyle y sus padres hablaron con tal sentido de propósito que dejó a los presentes asombrados. Y esa sensación se mantiene cada vez que Korver convierte un triple durante la carrera de los Cavaliers, jugando por algo que va más allá de sí mismo.
“Sabes que es difícil tener a la muerte cerca, por una parte”, afirma Kyle. “Tu hermano fallece. Tienes todos los sentimientos presentes por ello y llegas a los playoffs. No hay nada que haga cambiar tu percepción de lo que ocurre en el mundo y lo que es importante y prioritario”.
A FIN DE PODER ENTENDER A LA FAMILIA KORVER, es útil conocer la historia de la cancha de baloncesto de concreto en el jardín de la casa. Costó $2,000 en gastos de construcción. Siendo la familia de un pastor, debieron hipotecar la casa para poder hacer la inversión. Sin embargo, no pidieron un préstamo por $2.000. Lo hicieron por $4.000 y donaron el dinero extra.
“En ese entonces, no tenía sentido alguno para mí”, afirma Kyle. “Tienes 13 o 14 años y piensas: ‘¿Por qué harían eso? ¿Por qué endeudarse más?’ Sin embargo, el ejemplo que me dieron con esa acción permanece al día de hoy. Es una de las cosas que siempre recuerdo sobre cómo vivir y tratar de ser generosos”.
El baloncesto siempre ha formado parte importante de la vida de la familia de Kyle, desde siempre. Ambos padres lo practicaron en el Central College de Pella, un pintoresco pueblito a 40 millas de Des Moines, repleto de iglesias, parques y aros de baloncesto.
Kyle y sus tres hermanos menores nacieron todos en Los Ángeles. Kyle creció como aficionado a los Lakers y le encantaba ir a la playa. Cuando su padre aceptó convertirse en pastor principal del pueblo en donde asistió a la universidad, Kyle, quien tenía 12 años en ese entonces, lloró durante dos días, mientras cruzaban el país en el viaje de mudanza.
Cuando los chicos jugaban en la cancha después de regresar de la escuela, raramente lo hacían en partidas de 2 contra 2. Pero cuando jugaban, Kyle y Kirk siempre estaban juntos en el mismo equipo. Kyle era casi 10 años mayor que Kirk, el menor de los hermanos. En muchas ocasiones, jugaban partidas de cestas para poner a prueba las destrezas de ambos.
“Tuvimos una partida de 3 contra 3 verdaderamente épica, en la cual un hermano perdió un diente y se puso realmente intensa”, recuerda Klayton Korver, hermano de Kyle. “Pero la pasamos bien”.
Su padre salía al patio a ver. A menudo, su instrucción era “más alto, lanza más alto”. Y vaya que lanzaban. Los cuatro hermanos (Kyle, Klayton, Kaleb y Kirk) estaban todos en el top 10 de la lista de mejores anotadores y reboteros de todos los tiempos en la Secundaria de Pella. Kyle y Kaleb terminaron jugando en Creighton, mientras que Klayton hizo lo propio en Drake y Kirk en la Universidad de Missouri en Kansas City.
“Lanzamos tantas cestas en ese aro. Mis padres no pagaron por la universidad de ninguno de nosotros porque todos obtuvimos buenas becas. Fue una buena inversión y representa una buena lección”.
LA FAMILIA KORVER DISFRUTABA de una buena situación. El pasado verano, a sus 36 años, Kyle firmó un contrato por tres años con los Cleveland Cavaliers, lo cual sirvió como recompensa a muchos veranos de ardua labor en P3, un centro de entrenamiento de vanguardia ubicado en Santa Bárbara, lo cual ha ayudado a extender su carrera. También le ha permitido hacer mayores donaciones a iniciativas de caridad: de forma discreta, ha hecho donaciones que suman cifras millonarias en el transcurso de los años, a través de su fundación.
Kaleb ha contraído matrimonio y trabaja en la división de uniformes de NBA de Nike. Klayton se convirtió en pastor en Knoxville, Iowa y está casado con un hijo y a la espera de otro este verano. Laine acaba de culminar su maestría. Kevin ha supervisado la masiva expansión de su iglesia y acaba de cancelar totalmente la deuda causada por varios trabajos de ampliación. Kirk acababa de mudarse a Pella y ser contratado en un nuevo empleo.
A principios de marzo, Laine y Kevin volvieron de un viaje a Los Ángeles, donde vieron a Kyle jugar contra Lakers y Clippers. Encontraron que Kirk estaba enfermo. No mejoraba su situación y lo llevaron al hospital, donde diagnosticaron que varios de sus órganos estaban fallando. Eventualmente, fue trasladado al Hospital de la Universidad de Iowa en Iowa City.
“Pensamos que quizás estaba un poco deprimido o algo así”, afirma Laine. “Nadie sospecharía que tenía tal cuadro de gravedad”.
Kyle sumó 19 tantos en un partido contra los Portland Trail Blazers el 15 de marzo. Sin embargo, al conocer la condición de su hermano, contrató un vuelo chárter esa noche y llevó a Kaleb y su esposa, quienes viven en Portland, con él hasta Iowa City. La familia se sentía afortunada por el hecho de que Kyle estaba en Portland y pudo viajar junto a Kaleb. Sintieron mayor fortuna cuando conocieron que la tripulación del avión residía en Iowa City, por lo cual se ofrecieron a trasladar a los Korvers hasta el hospital.
La familia se reunió alrededor de Kirk. Vieron baloncesto y hablaron con él. “Probablemente, fue su mejor día en el hospital y pudimos conversar y bromear, aparte de que estaban emitiendo el torneo de la NCAA por televisión”, dice Kyle. “Fue realmente un día importante para nosotros”.
Los médicos colocaron a Kirk como número 1 de la región centro occidental de Estados Unidos en la lista de solicitantes de trasplantes de hígado. Rápidamente se consiguió un donante en Colorado. Surgió optimismo de que Kirk podría estar bien.
“Todas estas cosas sucedían mientras nos congregábamos junto a él y llegué a pensar: ‘Oh, esto debe tener un final feliz’”, afirma Klayton.
El plan consistía en que el hígado sería trasladado hasta Iowa y que Kirk entraría al quirófano en la mañana del 20 de marzo.
“Lo entubaron a las 4 de la mañana. A las 10, tuvo su primer paro cardiorrespiratorio. Cerca de las 11, 11:30, sufrió el segundo. Y lo desconectaron de todas las máquinas a la 1 de la tarde”, recuerda Kevin. “Pasamos de pensar: ‘Va a recibir un hígado. Es el número 1 de la lista’, a escuchar ‘Su hijo ha fallecido’. Todo en el transcurso de 15 horas. Toda una montaña rusa… Es el momento más crudo e íntimo que se puede tener como familia”.
La familia rodeó a Kirk mientras fallecía. Tenía 27 años. Su padre le administró la extremaunción. La familia aún no sabe que fue lo que enfermó de tal manera a Kyle y tienen que vivir reconciliándose con la idea de que quizás nunca lo conocerán.
“Pienso que el poder estar juntos en ese momento final, reunidos alrededor de su lecho de muerte, todos juntos, fue algo realmente saludable y positivo”, dice Klayton. “Pudimos estar a su alrededor y decirle que lo amábamos. Que estamos orgullosos de él. ‘Eres un buen hermano. Eres un buen hombre. Y eres libre de partir. Creo que esa fue la razón por la cual todo ocurrió de esa manera”.
En los días posteriores a la muerte de Kirk, se produjo una amplia demostración de pesar en Pella y toda la NBA. La comunidad en la cual la familia Korver es un pilar se mostró devastada. Durante décadas, los Korver estaban allí para apoyar a las familias angustiadas. Kevin había visitado tantas personas en el hospital, conducido tantos funerales y ofrecido tanto apoyo. Ahora los roles se habían invertido.
“Kirk fue muy amado aquí, por mérito propio”, expresa Wade Van Vark, quien enseñó matemáticas a los hermanos Korver en la secundaria de Pella. “Al igual que el resto de sus hermanos, era un modelo, un héroe para toda una generación de niños. Los Korvers han hecho tanto por tantas personas aquí y afectado positivamente a tantas vidas que al saber que estaban sufriendo de esta forma y tener que vivir semejante situación, fue algo devastador para nuestra comunidad”.
Cinco años atrás, Van Vark perdió a su hijo de 16 años en un accidente automovilístico y los Korver acudieron a apoyarle en su duelo. Devolver el gesto fue otro ejemplo de cómo esta tragedia unificó al pueblo.
Durante el funeral, Kyle recitó un conmovedor panegírico en la iglesia que su familia ayudó a construir. El hermano mayor hablaba sobre el menor.
“Hoy es un día de cosecha en el cual vemos los frutos de la semilla que ustedes sembraron durante todos estos años”, dijo Kyle a sus padres, tratando de evitar las lágrimas. “Siempre tendrán cuatro hijos, siempre seremos cuatro”.
LOS CAVALIERS LE DIERON a Kyle todo el tiempo libre que deseara tras la muerte de su hermano. Al regresar al equipo después de una semana, debió además lidiar con una molesta lesión en un pie, debiendo discutir sobre la posibilidad de requerir una semana adicional para tratar su dolencia física.
Terminó jugando apenas durante cuatro partidos antes del inicio de los playoffs. En la primera ronda, se fue en blanco en dos de los primeros tres compromisos ante los Indiana Pacers. En el cuarto juego, irrumpió con 16 puntos y convirtió par de triples vitales que ayudaron a sellar la victoria y que los Cavaliers remontaran la serie a su favor.
“Es interesante pasar de un mundo a otro, lo cual probablemente fue algo sumamente positivo para mí de muchas formas”, afirma Kyle. “Aunque fue difícil jugar, creo, especialmente esa primera ronda contra Indiana… Fue una serie de locura y siento que fue algo realmente dramático”.
Kyle sigue jugando de forma óptima. Logró 56 por ciento de encestes desde la larga distancia en la segunda ronda contra los Toronto Raptors y tiene promedio de 11 tantos y 47 por ciento de enceste en triples durante las Finales de Conferencia contra los Boston Celtics.
Sin embargo, Kyle sigue lidiando con la idea del reciente fallecimiento de Kirk. El domingo pasado se cumplieron dos meses del lamentable suceso. Kyle se apoya en su esposa Juliet y el resto de su familia. El duelo sigue allí, pero el baloncesto le ha permitido esbozar una breve sonrisa, la misma de aquellas tardes en el jardín junto a sus hermanos.
“Sabes que el mundo te da un poco de tiempo para vivir. Se muestran tristes por uno. Y lo siguen estando”, dice Kyle. “Pero hay ocasiones en las cuales solo me dicen ‘Muy bien, nos gustaría que intentes algunas cestas y las conviertas todas, por favor”.