La FIFA ha sido siempre una institución cuestionada por el inmenso poder que maneja y los pocos que se encargan de administrar ese poder, pero desde que su mandamás, Joseph Blatter, sorprendiera a todos mofándose sin reparo de Cristiano Ronaldo, la imagen de FIFA ha ido en picada.
Desde el sketch cómico de Blatter en Oxford, FIFA ha cometido tontería tras tontería, no es suficiente con los cuestionamientos de corrupción por el otorgamiento del Mundial a Qatar a cambio de favores comerciales.
FIFA se encarga día a día de deslegitimarse a sí misma.
Dos errores no son iguales a un acierto y me queda claro que la ampliación del plazo para votar por el Balón de oro es un intento burdo de compensar a Cristiano Ronaldo por el ridículo que Blatter le hizo pasar con su imitación en Inglaterra.
Pero FIFA no para ahí, mientras quiere forzarnos a tomar su ranking como el santo grial del futbol, definidor de cabezas de serie en el Mundial, al mismo tiempo castiga a una selección como Sudáfrica que pretendía hacer cumplir las reglas en un amistoso y premia a una España que infringe esas reglas escudada en el Fair Play.
FIFA necesita un golpe de timón y un cambio de mando urgentemente.