BUENOS AIRES -- ¡¡¡Cómo pasa el tiempo!!! Parece increíble que ya se cumplan 10 años de aquel quizás irrepetible 2004 para el tenis argentino. Ojalá que no, pero los resultados y la cantidad de jugadores que estuvimos entre los mejores del mundo en aquel fantástico año fue algo extraordinario para un país sudamericano y que se debe seguramente a una casualidad de varios jugadores con mucho talento que consiguieron llegar a los primeros puestos del ranking simultáneamente.
Mis compañeros de ESPN.com me pidieron que, por tratarse de este 10° aniversario de aquel Roland Garros tan especial para mí y para todos los argentinos, contase en primera persona cómo viví haber llegado a semifinales en singles y ser campeona en dobles, al mismo tiempo que David Nalbandian llegaba también a semis y Gastón Gaudio y Guillermo Coria jugaban la final de singles, que ganó el primero.
Algo que no dije nunca pero que realmente sentí después de ganarle a Maria Sharapova en cuartos de final de singles, es que creía que podía ganar el torneo en singles y en dobles. Tenía tanta confianza en mi juego después de haber llegado hasta las semis individuales sin perder un set, que las expectativas que me había generado, aun con todo el respeto que merecían las otras tres singlistas y tres parejas de doblistas, eran máximas.
Pero el tenis es un deporte en el que se compite mucho, casi todos los días, si es que vas ganando, y eso a veces es bueno y a veces no tanto. El día de la semi contra Elena Dementieva fue uno de esos días en los que te despertás diferente, rara, con sensaciones extrañas desde la entrada en calor... No eran los nervios, porque los nervios siempre están, pero en el primer set no sentía la pelota, fue una sensación horrible. Era como si todo lo que venía haciendo, toda esa confianza acumulada, se hubiera ido de repente. En el segundo set pude sentir un poco más la bola y llegué a tener set point; hubiera sido lindo irme al tercero contra Dementieva. Ya le había ganado en polvo en Acapulco y, aunque era una jugadora muy dura, habría sido un tercer set emocionante.
Finalmente, Dementieva jugó contra Anastasia Myskina la final, y la perdió. Fue mejor que yo aquel día y, para mí, fue un gran torneo, pero también una pequeña decepción por haberme sentido con malas sensaciones en la cancha en un momento tan importante. Sin embargo, aquella fue la mejor semana de mi carrera tenística, no sólo por la semi en singles (la única que jugué en un Grand Slam) y el titulo en dobles, sino porque al lunes siguiente entré por primera vez en el Top 10 de la WTA en singles (quedé 9ª), al mismo tiempo que era Nº 1 en dobles. Y eso sin dudas era algo espectacular y con lo que había soñado toda mi vida.
En Wimbledon, hablando con Dementieva de las semis de Roland Garros, le confesé mis sensaciones, y ella me dijo que a ella le pasó exactamente lo mismo contra Myskina en la final. En realidad, yo ya lo sabía porque, aunque ella no me vio, justo antes de esa final yo estaba en el vestuario de la Phillipe Chatrier, y me impactó muchísimo ver a Elena llorar desconsoladamente y gritrando que no podría entrar a la cancha, de los nervios que sentía. ¡Así es el tenis! Tan lindo y tan difícil.
Por suerte el dobles volvía a depararme una gran alegría, conseguíamos nuestro tercer titulo en Roland Garros con Virginia Ruano, ganándoles a Svetlana Kuznetsova y Elena Likhovtseva por 6-0 y 6-3 y el tercer Grand Slam consecutivo, ya que veníamos de ganar en el Australian Open y el US Open el año anterior. Estábamos Nº 1 del mundo y la sensación era de que dominábamos el circuito y que a nuestras rivales no les gustaba jugar contra nosotras, por la confianza y el nivel que teníamos en esos últimos años.
Creo que todos los argentinos vivimos aquel Roland Garros como una gran fiesta, y los jugadores nos sentimos protagonistas a nivel mundial, porque la prensa internacional estaba totalmente asombrada de aquellos cuatro semifinalistas argentinos en París. No sólo hay que quedarse con que Gaudio ganó el torneo, aunque a veces los medios se enfoquen demasiado en el gran protagonista que sin duda fue Gastón; no hay que olvidar que Coria jugó la final, Nalbandian y yo semis, Juan Ignacio Chela cuartos, y yo gané el dobles... Solo pensarlo y revivirlo parece increíble.
Nalbandian, Coria, Gaudio, Chela, Guillermo Cañas, Suárez... todos nos habíamos criado en el circuito juntos, unos entraron un poco antes al profesionalismo, otros un poco después, pero más allá de las diferencias entre algunos, éramos un grupo de compatriotas que compartían circuito cada semana y que durante algunos años conseguimos llegar a estar entre los mejores del mundo.
No es momento ni lugar para la crítica del sistema de detección y formación de talentos de la AAT, pero nuestro tenis se encuentra hoy muy lejos de aquella generación dorada y no parece que nada pueda volver a llevarnos ahí, salvo que las cosas cambien radicalmente.
Para mí, Roland Garros siempre fue el más especial de todos los torneos. Desde chica lo veía por televisión y era mi gran sueño poder jugarlo algún día, y por qué no ganarlo. Aquel 2004 fue inolvidable para mí, no sólo Roland Garros, también los cuartos de singles en Wimbledon, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas, el Australian Open en dobles, el tercer US Open consecutivo en dobles, el Nº 1 en dobles, el Top 10 en singles...
En fin, parece un sueño, pero fue real.