Todos los reflectores parecen apuntar a una sola dirección en la NBA esta temporada.
La última temporada de Kobe Bryant está recibiendo toda la atención mediática, y merecido lo tiene porque estamos hablando de uno de los mejores jugadores de la historia.
Es Los Ángeles y es Kobe, quien disfruta cada segundo de la prensa que recibe.
En San Antonio, mientras tanto, podría ser la última campaña del mejor jugador Latinoamericano de la historia del baloncesto.
Manu Ginóbili
es nuestro Michael Jordan.
No obstante, poco se escucha al respecto. No es su estilo ni el de su equipo, los San Antonio Spurs que se han transformado en una dinastía a pesar de pertenecer a un mercado pequeño.
Ginóbili firmó un contrato de dos campañas esta temporada baja, aunque la segunda es una opción del jugador, que en caso de "apagarse el fuego" podría decidir abandonar la actividad.
Por lo pronto, los Spurs siguen invictos jugando en casa y son uno de los dos equipos (Warriors) que en este momento están hombros y cuello por encima del resto.
Ginóbili está promedio poco menos de 20 minutos por partido, y se sigue adaptando a su nuevo rol. Lejos de quejarse, lo disfruta más que nunca y admite "estar jugando mejor de lo que esperaba".
Cuando uno piensa en Ginóbili, piensa en magia, en pases que generan que uno se agarre la cabeza sólo para después aplaudirlo, el Euro-Step que él trajo a la liga y hoy imitan Dwyane Wade y James Harden entre otros. Ginóbili es baloncesto sin filtro.
Al menos lo era. Esta temporada, el escolta argentino se está enfocando en tomar riesgos y como sucede con todo jugador cuando pasan los años, en reinventarse como jugador.
Lo más difícil para un jugador consagrado es saber editarse.
Cuando alguien es como Ginóbili, que estuvo en lo más alto del deporte, piensa que podrá jugar con esa misma intensidad durante toda su carrera.
El propio Bryant tuvo que apoyarse más en su lanzamiento perimetral cuando ya su explosividad no era lo mismo.
Manu está haciendo algo similar, siendo increíblemente efectivo encestando el 46 por ciento de sus lanzamientos a los 38 años de edad.
Ginóbili siempre ha sido alguien que impacta el juego de distintas maneras, y eso no ha cambiado.
Actualmente es parte de la segunda unidad de San Antonio, y al ser Patty Mills un base que piensa en tirar primero y pasar después, Ginóbili generalmente cumple la función de armador con ese grupo.
Es por diseño que Gregg Popovich le está dando menos minutos a Ginóbili; de hecho a principio de año tenía ya la idea de no arriesgarlo en partidos en días consecutivos.
El secreto de los Spurs es que se fueron pasando el testimonio mientras seguían siendo relvantes. De David Robinson, pasó a Tim Duncan, que compartió estrellato con Ginóbili, de allí llegó Tony Parker, y ahora todos observamos como Kawhi Leonard se transforma en una estrella frente a nuestros ojos.
Como si fuera poco, llegaron David West y Lamarcus Aldridge, y mientras el equipo se prepara para sus tiempos sin Ginóbili ni Duncan, siguen siendo uno de los máximos candidatos al título.
Eso no es fácil de conseguir hoy en día, donde lo único que parece importar es el dinero y quien tiene un contrato más alto.
Producto de una actitud poco egoísta y un sentimiento de pertenencia, los Spurs son lo que son.
Por eso no van a escuchar mucho acerca de la que potencialmente podría ser la última temporada de Ginóbili en la NBA.
Pero mientras todos se enfocan en Kobe Bryant, yo me voy a dedicar a disfrutar los últimos partidos --ojalá juegue otra campaña más-- de otro ícono del baloncesto.
De un tal Ginóbili que no quiere la atención pero la merece, y que seguramente cuando a San Antonio le toque cerrar partidos importantes, volverán a tocar su puerta.
Y allí estará Manu, siempre listo para enaltecerse en la más difícil y para buscar otro título más y terminar de ponerle la frutilla en la torta a una carrera inolvidable.