LOS ÁNGELES -- Javier Aquino extendió la mano derecha sobre la frente de André Pierre Gignac. Como si fuera un acto de sanación. Aquino balbuceó un "¡duérmase!" y el francés se desplomó. El Volcán hizo erupción de júbilo.
Gignac, el estéril, rompía en la red su aridez de gol. Más de 800 minutos gimiendo de impotencia. Sin gol, el romperredes es un eunuco en la cancha.
La celebración tenía destinatario: John Milton, un hipnotizador que recrea, como principal modus vivendi, las fantasías de una tribuna dispuesta a ver los desplantes ridiculizados de unos voluntarios.
Sin embargo, el mismo personaje puntualiza en Raza Deportiva de ESPNDeportes que más allá de los shows placenteros, la hipnosis es una forma de terapia.
El hipnotizador revela en Raza Deportiva algunos detalles de su encuentro con Gignac, aunque apela a la cláusula no escrita de confidencialidad y mantiene bajo caja de caudales, los detalles más íntimos y puntuales de la sesión con el jugador.
Pero, Gignac lo ha confesado, Aquino lo ha avalado, Milton lo ha confirmado y Pumas ha sido victimizado. El círculo de drama, comedia y tragedia se consumó.
El francés, tras ese páramo de 800 minutos en la agonía de la esterilidad en el área, ejecutó tres veces a la UNAM, en condiciones idénticas de gol, a otras que ya había desperdiciado con Tigres y, mucho antes, con Francia, incluso en la Final de la Eurocopa.
¿Cuándo exorcizó sus demonios Gignac? ¿En esa sesión de hipnosis o en la circunstancialidad del primer gol?
Más allá de algunos testimonios presunta y científicamente certificados respecto a la efectividad de la hipnosis, y de la abogacía evidente que de ella hace Milton en Raza Deportiva, aparece, sin duda, por encima de todo el poder del ser humano.
Milton lo explica: "La hipnosis no hace milagros" sino que pretende ayudar a que el ser humano haga sus propios milagros.
Y tiene razón. Cristo no va a estar, metafóricamente, subiendo y bajando de la Cruz para curar una caries o aparecer al perro que se perdió tres días, detrás de olisquear el celo de una hembra. La Fe es para mover montañas... propias y no ajenas.
Mientras para algunos la hipnosis es un acto de charlatanería lúdica, y para otros un recurso fervientemente útil, al menos, aparentemente, a Gignac le dio el bastón para ponerse de pie y le restituyó esa maldita confianza que había perdido, para desazón e histeria del Tuca Ferretti.
"André Pierre es un gran futbolista y un gran ser humano, y esa forma de festejar, agradeciendo públicamente, es de mucho orgullo para mí", dice Milton, quien explica además que su padre, famoso hipnotizador con el nombre artístico de Taurus do Brasil, dio apoyo hipnótico a varios clubes en México, Argentina y Brasil.
Por otro lado, Nico, el hermano de John Milton, también intentó ayudar -sin mucho éxito-- al Atlas, el de la segunda época de Ricardo LaVolpe y a petición, obviamente, del mismo técnico argentino, quien en el América y a espaldas de la directiva, según reportes, ya volvió a tomar la consultoría con Cathy, su mentalista antes y durante el Mundial de Alemania.
Al final, lo relevante es que Gignac encontró con esa charla, o tal vez sin ella, o tal vez por ella, o tal vez a pesar de ella, el detonante portentoso de sus goles en un partido contra Pumas que parecía de inicio entrampado.
El futbolista es un adicto a las supersticiones o a las cábalas, e incluso a una fe pagana. Cuando aparecen jugadores o ex jugadores con numerosos amarres en ambas muñecas pretenden prever cualquier lesión y hasta evitar el mal de ojo, en una costumbre que desde Brasil, Chile y Argentina se posesionó fuerte entre los mexicanos.
En México, numerosos futbolistas llegaron a jugar con estampas de su santo patrono colocadas entre la espinillera y la media, para protegerse de lesiones, una creencia muy popular entre los chilenos, especialmente, un goleador con gran historia en México, como Marco Antonio 'Fantasma' Figueroa.
Incluso, una referencia muy fuerte de esa influencia sudamericana era notoria en el Santos Laguna que dirigió el chileno Pedro García. Tenía de hecho un altar dentro del vestuario, en el que cada jugador colocaba el santo de su devoción, y esa misma ofrenda les acompañaba en algunos viajes de visitante.
De hecho, cuando eliminan a aquel poderoso Atlas de Marcelo Bielsa, el retablo tuvo más de una treintena de veladoras encendidas.
Queda claro que antes de y después de este pasaje entre Milton y Gignac, la urgencia de fe del jugador se manifiesta de manera desesperada. Especialmente entre los delanteros y más aún entre los que tienen el oficio innato de goleadores.
Sin embargo, al final, y eso lo sabe Gignac muy claramente, los milagros son obra de los humanos aunque perduran más si se endosan a fenómenos o circunstancias tan intangibles, como inexplicables.
Casi de manera cínica, Mark Twain sostenía que "si es un milagro, cualquier testimonio es suficiente, pero si es un hecho, ah, entonces, es necesario probarlo".
De acuerdo a Mark Twain, Gignac habría dejado, entonces, tres cruces como prueba en el mausoleo de los Pumas.