LOS ÁNGELES -- "En estrategia robo", advirtió omnipotente Ricardo LaVolpe. Y le asaltó en despoblado Sergio Bueno, el alumno menos aventajado de su Liceo Lavolpista.
Jaguares 2-0 América. Y él, LaVolpe, sigue virginalmente intacto, casto, puro. Aún sigue invicto -insisto--, desde hace 34 años.
Este martes, perdieron sus jugadores. Despoja de méritos a Jaguares. En el acopio de cargos contra sus futbolistas, hace miserable la gesta de Chiapas. La miseria futbolística del rico americanismo ante la miseria financiera de un superior jaguar.
América viajó a Chiapas sumando de a tres, precipitadamente. Peláez, LaVolpe y los cotilleros advenedizos y asalariados de, en y por El Nido, ya se sentían en el Penthouse de los mejores ocho, o, vamos, de los mejores cinco. "Al Infinito y más allá...".
La cancha desnudó. A todos. Chiapas fue superior. Cierto, muy cierto: sufrió y sudó frío. Moisés -- "el rescatado entre las aguas" -- Muñoz rescató dos veces a Jaguares del Tsunami intermitente del americanismo. Moy, el náufrago de Ricardo Peláez que hizo naufragar al Titanic de Peláez.
Y más allá del egoísmo lamentable de Darwin Quintero cuando ingresa, el América confirma el peor de sus pecados: es repetitivo, por lo tanto, predecible. Y caduca, como el viejo cómico con los viejos chistes, que suscita compasión antes que miedo.
Renato es un velocista sin caja de cambios ni GPS. Cecilio amagó con un par de jugadas del sustancioso barrio, de belleza de llano, pero sus cartas quedaron volteadas, abiertas. Oribe cargaba bronca evidente, refunfuñando con el balón. Y su histeria se hizo colectiva. ¿Romero? Jugando a la Mujer de Lot, una estatua de sal.
Sergio Bueno carga todo el mérito. Se dedicó a estudiar al adversario, pero no sólo encadenarlo, sino para aniquilarlo. Bueno trabajó para este juego, mientras LaVolpe, seguramente, sigue embaucando con sus historieras -- o "histerietas", diría el monero Trino--, de "cuando en 1993..." y "cuando en 2005...". En su caso, los etcéteras deberían ser punto final.
Bueno se atrevió a contorsionarse en esa bulímica línea del suicidio. Incluso juguetea con un capricho: el Quick estaba tan empalagado de revancha, que jugaba a favor de las Águilas. Pero el resto del plantel, tragó crudo el escenario, y lo digirió perfectamente.
Recapacita LaVolpe el martes: "Al América se le complica que le jueguen (como Jaguares) con línea de cinco", y lo reclama el mismo que proclamó, textualmente, que "Alemania (en Brasil 2014) queda campeón del mundo con 'mi' línea de cinco".
Notable el esfuerzo colectivo de una nómina que cada quincena puede recibir un cheque posdatado y sin fondos. Y Fabbro define de manera estupenda, mientras Estigarribia administra los Santos Óleos con jugada de crack, ante la desvencijada zaga de América.
¿Puede culparse a Marchesín? Ciertamente: en el primero cedió un paso, y en el segundo se entrega ante el ambiguamente magistral manejo de perfil del paraguayo. Pero no merece ser cuestionada la orfebrería chiapaneca.
Indudable que el juicio queda abierto para Jaguares. Su mejor partido, sin duda. ¿Sólo porque era el América? O, porque, como dice LaVolpe, por ese 50% de odio al Bigotón y el otro 50% a El Nido. ¿Resulta ahora que el técnico es tan importante ("fifty-fifty"), poderoso y trascendente como la historia del americanismo? Hay narcisismos que cotizan en el ridículo.
Los aparatosos jurisconsultos, a veces vulgares huizacheros o tinterillos, que consagraban a LaVolpe como el clon de Fischer y Spassky, en el arte del ajedrez táctico, tras vencer a un Morelia que danza como alma en pena, con la capucha macabra del ajusticiado al descenso, tal vez silencien con recato: al América y su técnico se le acaban las excusas.
Los jugadores, obviamente, resienten su oficio de patiños y de muñecos vudú. Los resultados y su entrenador les encajan alfileres tóxicos y oxidados tras las tres derrotas en Liga y una en la Copa... ante Coras Tepic. Su técnico sigue invicto... y su directiva con la risa trémula de Peláez, también.
Curioso, sin duda, es que cuando Gustavo Matosas dirigió al América, en la obsesión ofensiva, sus zagueros salieron al tribunal de los lloriqueos. Goltz fue el portador de la amargura colectiva. "Esta forma de jugar nos deja desarmados, indefensos en la zona defensiva".
Ahora, con el acomodo lavolpista, no hay gimoteos compulsivos, a pesar de recibir ocho goles en tres juegos, pero Goltz se hincha el buche de gloria embustera, por irse en blanco ante el Morelia que suma tres goles en cinco fechas, y ante el Veracruz -- en el Azteca --, con cinco marcados en cinco juegos, por cierto, los dos últimos en la Tabla de Porcentajes.
Pero entre "no hay crisis", según asegura Peláez, y "nadie me entiende" de LaVolpe, la revancha llega este fin de semana ante Puebla... y después, el Clásico ante Chivas, que puede incluir en sus reseñas, el obituario de ambos Ricardos.