LOS ÁNGELES -- De los mismos creadores de “El Tri-tanic se hunde en Las Lomas”, “La amorosa y tricolor caravana de Nueva York a San Antonio”, o “Las aventuras de Don Juan Carlos Osorio”, entre otras, ahora llega “Las Águilas pachucas del Pedregal”, con los protagónicos de los colombianos Nico Benedetti y Roger Martínez.
Así como en los anteriores casos señalados, la revista TvNotas difundió este lunes fotografías y artículo sobre una socialización entre algunos futbolistas del Club América, y unas señoritas cuya profesión queda al desnudo –literalmente–, por dedicarse al entretenimiento para adultos.
Como se dice coloquialmente, “con pelos y señales”, la revista relata cómo los jugadores, ambos con un pie fuera de Coapa, empaparon su diversión con bebidas no recomendables para futbolistas profesionales en activo, menos aún de cara a la Liguilla, en la que fueron eliminados por Pachuca.
La revista afirma que Leo Suárez y Richard Sánchez habrían estado en esa reunión, pero el protagonismo caligulesco quedó en manos –y resto de su anatomía–, de Benedetti y de Roger, que podría explicar que el primero ha pasado más tiempo en el taller de laminado y pintura que en la cancha, y el segundo, que es el héroe maldito en todas las batallas perdidas por las Águilas, porque sus grandes actuaciones, al final, no han servido de nada.
¿Qué hará Joaquín Balcárcel, el jefe supremo en las Águilas? ¿Qué le ordenará que haga a Santiago Baños? ¿Impondrá Santiago Solari disciplina como pretendió hacerlo en el Real Madrid? Las repercusiones conyugales son ya un drama ajeno al futbol.
Según la información de la revista, la reunión habría sido posterior a un asado de confraternidad, solidaridad, unión, cohesión de grupo, organizado por el mismo Club América de cara a la Liguilla. Es decir, glotones éstos, se brincaron de una parrillada con carnes selectas a otra parrillada.
Si en 2020 fue Chivas el equipo que acaparó el balcón de los escándalos, desde la desobediencia social y sanitaria, hasta brindar con vodka con tamarindo, o animados principiantes cantando en cortijos, y hasta donjuanes fallidos y bateados públicamente, ahora las Águilas pretenden hacer lo suyo, desde aquel pasaje de Jeremy Menez en su propia Sodoma y Gomorra.
El Guadalajara pasó de la tolerancia absoluta a la rigidez disciplinaria. Sancionó y multó a Uriel Antuna, Alexis Vega y Chicote Calderón, hasta llegar a la segregación absoluta e ignominiosa de Dieter Villalpando, Gallito Vázquez, Alexis Peña y La Chofis López.
Ha habido en el Rebaño esa tendencia a la tolerancia. Incluso, a pesar de la gravedad de estos comportamientos, incluido el último de ellos que involucraba a los cuatro expulsados del club, Francisco Gabriel de Anda, ex director deportivo, revelaba al aire que en su breve estadía en ese cargo detectó que ocurrían cosas aún peores, bajo las narices de Amaury Vergara, Mariano Varela y el #Pelagatos2.0, como Ricardo Peláez inmortalizó a José Luis Higuera.
Tiempos corren en que el descuido de los jugadores, y el abuso de los presentes, permiten reseñar estos desacatos disciplinarios, que ocurren en realidad en casi todos los equipos de futbol. La diferencia es cuánto trascienden esos clubes.
Por ejemplo, en la pasada visita de Ciudad Juárez a Guadalajara, uno de sus futbolistas, con compañía femenina, abrió un bar (Luccas) de manera clandestina en plena pandemia, e invitó a colegas de Chivas, a esa etílica reunión. Sin embargo, la policía municipal se enteró y obligó a cerrar el lugar, sin que llegaran aún los invitados del Rebaño. La orden era que todos, en especial el personal, incluyendo seguridad, deberían dejar sus celulares en recepción.
Por otro lado, ¿cuánto afectó esa escapada de los americanistas el Juego de Ida ante Pachuca, que pierden las Águilas por 3-1, y hace inútil la victoria en el Juego de Vuelta (4-2)? Complicado precisarlo. Roger Martínez entró de cambio en el segundo tiempo y no pesó en el partido. ¿Benedetti? Llegó con el apodo de Poeta, y se irá con el del Gran Fiasco.
En un artículo de la Revista Líbero, dedicado al alcoholismo y el futbolista, explica las devastadoras consecuencias de un jugador en competencia. “El estado de resaca también incrementa significativamente la posibilidad de lesiones musculares y de microrroturas debido a la hipoglucemia, la cetoacidosis y el transporte deficitario de oxígeno a los tejidos que se produce tras la ingesta de alcohol”.
El mismo texto explica que “las borracheras provocan grandes deshidrataciones. En estas condiciones no es aconsejable realizar ejercicios físicos intensos (como los que se producen en un entrenamiento de futbolistas de élite y por supuesto en un partido de futbol de alta competición) ya que al sudar se pierden de forma mayoritaria agua y electrolitos... y no alcohol”. Obviamente, esto, expone a lesiones.
En la interesante disertación sobre el tema, la Revista Líbero publica: “Las evidencias científicas muestran una clara relación entre el consumo de bebidas alcohólicas y una pérdida de fuerza y coordinación. Cuando el alcohol cruza la barrera hemato-encefálica interactúa con los neurotransmisores del cerebro provocando que no podamos caminar correctamente o pensar con claridad, factores clave para un futbolista”.
Además puntualiza que los efectos de una cruda, o resaca, no afecta sólo las horas o el día siguiente, sino que impacta durante varios días, en el rendimiento de un jugador de alta competencia.
El artículo corrobora una indiscutible verdad. Cada organismo reacciona de manera distinta. La historia del romanticismo oscuro del futbol, que habla de heroicidades impensables.
Jesús Bracamontes, entrenador y hoy analista, relataba alguna vez una anécdota sobre un bala perdida: el brasileño Nidelson de Melo. Estaba cerca la hora del partido con el Correcaminos de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, y el jugador no aparecía. Alguien le dio santo y seña de dónde encontrarlo.
El profesor Bracamontes fue al motel, donde reposaba Nidelson, acompañado de una dama. “Deme cinco minutos Profe”, le dijo el brasileño. El entrenador fue a su carro a esperarlo con el motor encendido para ir de inmediato al estadio. Pasaron, cinco, diez, quince minutos y el técnico subió a ver qué ocurría, por qué la demora. Sí, el apasionamiento del futbolista lo llevó a jugar tiempos extras. “Ese día metió dos goles y ganamos”, recuerda Bracamontes.
Historias como estas, abundan. Cuauhtémoc Blanco platica con descaro cómo después de una noche devastadora, él entregaba sus mejores partidos. Incluso relata cómo, en la era de Leo Beenhakker, el técnico holandés le advirtió que si volvía a llegar con aliento alcohólico al entrenamiento, lo echaría.
El Temo no escarmentó, obviamente. Llegó todavía con ese aroma agrio, delatador, inconfundible, de una larga noche de copas, y un compañero le engatusó, le dijo, que masticara papel periódico, mucho papel periódico, para matar la pestilencia a alcohol. Beenhakker pasó de la ira a la carcajada, al enterarse de la broma hecha a Blanco. Los dos entendieron algo: el técnico, que no podría enderezar al jugador, y el jugador que mientras rindiera en la cancha sería intocable.
Como estas, hay cientos de anécdotas referentes al futbol mexicano, incluso, particularmente, en torno a la selección mexicana, en las que técnicos y directivos están involucrados, y en hechos que pudieron terminar trágicamente, como en Foz de Iguazú, donde se hospedaba el Tri durante la Copa América de Paraguay.
¿Cómo reaccionará el América? Difícil precisarlo. Su historia está llena de estos hechos. La diferencia es que hoy es difícil esconderlo, especialmente cuando cada aficionado con un celular en la mano, es un paparazzi en potencia.
Por ejemplo, los dos goles –a la postre inútiles–, de Roger Martínez al Pachuca, en ese apoteósico Juego de Vuelta, ¿justifican los más de cuatro millones de dólares por año, cuando esas dos anotaciones –inútiles al final–, han sido lo más generoso del colombiano con el club?
Llaman poderosamente la atención las numerosas reacciones del aficionado americanista en redes sociales. Un gran número de ellas justifican, glorifican y deifican a los jugadores de las Águilas expuestas en esta revista. Es el Síndrome de Juan Charrasqueado, de esos fanáticos que se reflejan en sus jugadores porque ellos sí pueden ser “borrachos, mujeriegos, parranderos y jugadores”.
Y mientras el futbolista encuentre esa indulgencia entre aficionados de América, de Chivas en su momento, entre tantos otros, se sentirá blindado públicamente para seguir actuando de la misma manera.